11-8-1809. BATALLA DE ALMONACID

Después de la acción de Aranjuez (ver 5 de agosto), animado el general Venegas con la pequeña ventaja conseguida, y en la persuasión de que los franceses no pasaban de 14.000, se encaminó con todo su ejército de la Mancha hacia Toledo, juntando el 10 en Almonacid todas sus fuerzas, consistentes en 22.000 infantes, más de 3.000 caballos y 29 piezas de artillería (Estaba organizado dicho ejército en cinco divisiones mandadas respectivamente por D. Luís Lacy, D. Gaspar Vigodet, D. Pedro Agustín Girón, D. Francisco González de Castejón y D. Tomás de Zerain. Ejercían el cargo de Mayor general de Infantería y de Caballería, D. Miguel de los Ríos y el marqués de Gelo, y los de Comandante general de Artillería y de Ingenieros, los brigadieres D. Antonio de la Cruz y D. Juan Bouligni.), tan confiadas en el triunfo, que no se observó ninguna de las reglas establecidas en los reglamentos para campar en tiempo de guerra (según Gómez de Arteche), sobre todo, estando tan próximo el enemigo, que el día anterior había pasado el Tajo por Toledo y los vados de Añover, estableciéndose el mismo día 20 en el inmediato pueblo de Nambroca, a una legua de Almonacid.

El caudillo español, oída la opinión de los demás generales, conforme con la suya a pesar de saber la retirada del ejército aliado desde Talavera hacia Extremadura, había determinado atacar a los franceses el 12 para dar descanso a sus tropas; mas aquellos se anticiparon, presentándose frente a las posiciones de los nuestros a las cinco y media de la mañana del 11, en número de 26.000 infantes, 4.000 caballos y 40 piezas del IV Cuerpo al mando de Sebastiani, y del de Reserva a las órdenes de Dessole, y del rey José en persona. El ejército de la Mancha se situó apresuradamente delante de Almonacid y en ambos costados: la división Vigodet, un poco retrasada, en la extrema derecha, con gran parte de la caballería; seguían por su izquierda, la Castejón, establecida en el cerro de Utrera, la Zeraín a su lado cubriendo el llamado cerro Santo, y la de Lacy, más próxima al arroyo Guazalate; la 3ª, (Girón), se distribuyó entre la altura de los Cerrojones, extrema izquierda y verdadera llave de toda la línea de batalla, y el cerro de la Cruz o del castillo, llamado así por las ruinas del que asienta en su cima, para servir como de reserva.

Atacada primero la izquierda española por el general Lewal con las divisiones polaca y alemana después de un fuego muy violento de artillería, bien contestado por la nuestra, lograron los batallones de Bailén y Jaén, de la 3ª División, rechazar dos veces a los polacos; pero animados éstos por los alemanes que marchaban a su izquierda y no llegando a tiempo algunas tropas de la reserva para sostener a aquellas escasas fuerzas que tan bizarramente peleaban (Mortalmente herido el coronel de Bailén, Don Juan de Silva, falleció en Toledo cuatro días después.), pudo el enemigo arrebatar a paso de carga las importantes posiciones de los Cerrojones, si bien a costa de pérdidas enormes (Los tres regimientos polacos que constituían la división, tuvieron 47 bajas de jefes y oficiales.), apoyada su derecha en un gran cuadro que avanzaba por el llano al pie de aquel cerro, efectuando un movimiento envolvente sobre la extrema izquierda, sin que pudiera impedirlo una brillante carga de los jinetes de Fernando VII y Granada, dirigidos por el coronel D. Antonio Zea y comandante D. Nicolás Chacón (Murió gloriosamente en dicha carga el valeroso capitán D. Francisco Soto.). La 1ª división, para poder hacer frente a los alemanes, tuvo que retroceder algún tanto y colocarse oblicuamente a retaguardia resintiéndose algún tiempo; pero como entonces retrocedían ya a su vez el centro y la derecha, acometidos por las restantes fuerzas enemigas, apoyadas por la reserva, que con Dessolles y José acababan de llegar al campo de batalla, se vió obligada también a acogerse al cerro del Castillo.

Esquema de la batalla (45.739 bytes)

La 4ª división, rudamente combatida por numerosa artillería enemiga, a cuyo fuego contestaba tan solo una batería a caballo (Su jefe el teniente coronel, capitán de Artillería, Don José Chacón, cayó muy pronto mortalmente herido y murió de sus resultas el 13 en Tembleque. También murió sobre el campo de batalla el teniente coronel del mismo Cuerpo Don Alvaro Chacón.), se sostuvo con gran energía, distinguiéndose por su serenidad y denuedo los regimientos de Jerez, Córdoba y Guardias Españolas, guiado el segundo por su coronel el brigadier Don Francisco Carvajal; mas la caballería de su derecha no llevó adelante la carga iniciada para contener a los franceses (Mandaba la caballería el general vizconde de Zolina, hombre de valor, pero supersticioso en extremo; pues habiendo caído muerto su caballo, tomó el casual accidente como aviso del cielo y detuvo sus escuadrones desistiendo de la carga. El alemán Scheepeler dice de él que llevaba constantemente a su lado un capellán y que se entraba a caballo por las filas del enemigo con el rosario en la mano, pero envainada la espada.) y éstos consiguieron llevar a cabo su ataque con toda felicidad, y como la 5ª división cedió del mismo modo el campo, no tardó mucho el enemigo en ocupar también el pueblo y aun el cerro del Castillo, no pudiendo nuestras tropas resistir en él la terrible lluvia de proyectiles que de todas partes se dirigía la artillería contraria.

Intervino con mucha oportunidad en la contienda, impidiendo que la rota fuese desde luego inmediata y desastrosa, la división Vigodet, que ejecutó con gran presteza y habilidad un cambio de frente, protegida por el vivo fuego de nuestros cañones, conteniendo así la persecución de las desbandadas tropas del centro y pasando luego con el mismo orden a la izquierda, donde las divisiones polaca y alemana amenazaban envolver por completo la línea y cortar la retirada. Allí se opuso nuevamente la 2ª División al avance de los vencedores, los cuales trataron entonces de quebrantar por todas partes aquel inesperado obstáculo que les impedía sacar mayor partido de su triunfo, cargando una gran masa de caballería francesa, los terribles dragones de Milhaud, hacia su izquierda, y en aquel último periodo de la batalla las bizarras tropas de Vigodet se coronaron de gloria, rivalizando las tres armas en valor y abnegación; la artillería, que hacía fuego en retirada, cubriendo de metralla las cabezas de las columnas imperiales; la caballería, formada por jinetes de diferentes Cuerpos que se fueron reuniendo de los dispersos, imponiendo aun con su firme actitud a la muy superior del enemigo; y la brava infantería sosteniéndose impertérrita en medio del violento fuego que recibía y de la confusión y desorden que reinaba a su alrededor ( Un pelotón de granaderos del Provincial de Ronda mandado por el teniente don Antonio Espinosa, haciendo punta hacia los jinetes enemigos con la bayoneta calada, consiguió detenerlos y hasta arrancar de sus manos un cañón, que clavó su jefe. El subteniente de artillería, Don Juan Montenegro logró también salvar una pieza de su batería.) y sacrificándose heroica por sus compañeros de armas; sólo el desgraciado accidente de la voladura de unos carros de municiones, espantando los caballos, produjo algún desorden que aprovechó el enemigo, hostigando y acosando más de cerca de los últimos escalones, para acuchillar unos pocos soldados y coger algunas piezas. Los imperiales, que habían tenido ya 2.500 bajas, no llevaron la persecución activa más allá de Mora, y el ejército vencido pudo tomar la carretera de Andalucía y llegar en buen orden a Manzanares; pero corriendo allí la voz infundada de que los contrarios estaban en Valdepeñas, se desbandaron muchos Cuerpos, no parando hasta Sierra Morena. Las pérdidas de los españoles no pasaron de 4.000 hombres, entre muertos, heridos y prisioneros, contando entre los primeros al coronel del regimiento de infantería de España, de la 1ª división, Don Vicente Martínez, y entre los segundos, el coronel de dragones de Granada Don Diego Ballesteros, que quedó prisionero (Para conmemorar este hecho de armas se creó por Real Orden de 30 de mayo de 1816, una condecoración con la inscripción siguiente en el centro: "Por Fernando VII", y en su contorno: "En Almonacid, 11 de agosto de 1809").

(Ver "Condecoraciones").