25-2-1809. Batalla de Valls.

Paralizadas las operaciones en Cataluña después de la derrota de Molins de Rey, dedicábase el general Reding, que mandaba el ejército de la derecha, a instruir sus bisoños soldados, rehuyendo el entablar choque alguno formal con el enemigo; más apremiado por los habitantes, resolvió dar un ataque general a los franceses, pensando interponerse entre ellos y la plaza de Barcelona, su base de operaciones, y tratar de envolverlos auxiliado por los somatenes. El general español se encontraba en Tarragona con 10.000 hombres, y el resto de su ejército, hasta 25.000, bajo el mando del general D. Juan Bautista de Castro, ocupaba una extensa línea de 16 leguas desde Olesa a dicha plaza, por el Bruch, Igualada, La Llacuna y Coll de Santa Cristina.

El general Saint-Cyr, que con unos 18.000 hombres estaba en el Panadés, concentrado el grueso de sus fuerzas entre Vendrell, Villafranca, San Sadurní y Martorell, cubriendo el Bajo Llobregat y Barcelona, adivinó al instante el intento de los españoles, y maniobrando con su acostumbrada destreza, se presentó de improviso delante de Igualada, de donde tuvo que retirarse apresuradamente Castro hacia Cervera, y obligó al brigadier Iranzo a refugiarse en Santas Creus. Rota y dividida ya la línea española, acudió Reding desde Tarragona para liberar a Iranzo, y entonces decidió Saint-Cyr interponerse entre aquél y dicha plaza. El general español, que se había movido luego hacia Montblanch para proteger la incorporación de otras fuerzas de la izquierda de su línea, decidió, previo consejo de guerra, volver a Tarragona, amenazado su rico campo por el enemigo.

Emprendiose la marcha, pasando Reding con la Vanguardia el río Francolí, por el puente de Goy, en la noche del 24; mas habiendo tropezado en la madrugada del 25 con las avanzadas de la División Souham, que ocupaba Valls, titubeó el general español, y volviendo a repasar el río, se situó en la orilla derecha, formando en línea de batalla defensiva, en lugar de seguir empujando a las tropas enemigas, a las que le habría sido fácil arrollar con un poco más de energía, venciendo así el débil obstáculo que se le oponía a su marcha a Tarragona. Mas la indecisión de Reding tuvo deplorables consecuencias, pues los franceses pudieron reponerse de la sorpresa, y llamando a toda prisa Saint-Cyr a la División italiana de Pino, que se había adelantado hasta Pla, diez kilómetros distante, se ponía en condiciones de tomar la ofensiva con fuerzas muy superiores. Mientras se le incorporaban las tropas de Pino, procuró entretener a los nuestros, tiroteándose sus guerrillas con las españolas desde las márgenes opuestas del Francolí, animando el repliegue intencional de aquellas al general Reding a pasar de nuevo el puente con algunas fuerzas, hábil estratagema del general francés para dar tiempo con estas escaramuzas a que llegase la División Pino.

Reunido el Cuerpo de ejército enemigo a las tres de la tarde, cuando ya los españoles habían decidido retirarse, dio Saint-Cyr sus disposiciones para un ataque decisivo, y a las tres y media se lanzaron resueltamente tres columnas, dos de la División Pino y una de la de Souham, sobre la línea española, que ocupaba una altura paralela, próximamente al curso del río, cruzando éste bajo el nutrido y certero fuego de la artillería y fusilería, que les causó muchas bajas. Nuestras tropas opusieron una resistencia tenacísima; pero acometidas a la bayoneta con incontrastable denuedo, y cargadas por la caballería contraria, parte de la que pasó a galope tendido el puente de Goy, bastó media hora para que los españoles, cediendo al bien concertado ataque del enemigo, fueron completamente desbaratados, acogiéndose los dispersos a los olivares, barrancos y bosques más próximos, huyendo de los sables de la caballería contraria, en dirección a Tarragona. El mismo D. Teodoro Reging se vio envuelto por los jinetes franceses, teniendo que defenderse con su Estado Mayor, espada en mano recibiendo cinco heridas, de cuyas resultas falleció en dicha ciudad dos meses después.

Consistieron nuestras pérdidas en unos 3.000 hombres muertos, heridos y prisioneros (entre otros jefes quedaron muertos en el campo los tenientes coroneles D. Ramón Armenta y el marqués de Salas; herido el coronel D. Carlos Briet de Saint-Ellier, y prisioneros el coronel del Regimiento de Santiago, Mayor General de Caballería, marqués de Castelldosríus; el coronel D. Manuel Dumont, comandante de Guardias Walonas; el teniente coronel D. Manuel Antúnez, Comandante de Guardias Españolas, y tres Ayudantes del General en Jefe). Tomaron toda la artillería; las de los franceses pasaron de 1.000, confesadas por ellos mismos. El enemigo entró en Reús, de donde sacó grandes recursos, y sostuvo hasta el 20 de marzo el bloqueo de Tarragona, en donde se desarrolló la peste, que se cebó de una manera cruel en la guarnición y en los habitantes.

Formaban parte de las tropas que asistieron a tan infausta jornada los regimientos de Infantería de Saboya y Soria, y el de Caballería de Santiago.