EDITORIAL

El Editor pone de manifiesto las consideraciones que toma como básicas en el desarrollo de la página relativa al estudio, investigación y divulgación de la guerra de la Independencia española entre 1808 y 1814, y por ello la filosofía con que son tomados los trabajos que se recepcionan para su inclusión en la página. Ávidos de aprender y conocer cada día más de aquello que es nuestro objeto de estudio y permanente investigación, nos abrimos a cualquier aportación que seguro enriquecerá nuestro conocimiento de tan apasionante periodo histórico.

El profesor Tierno Galván, en su "Humanismo y Sociedad. Edit. Seix.B., 1964", decía:

"Hay radicalismo, cuando las concepciones del mundo determinan por modo absoluto la conducta... Cuando el liberalismo se radicaliza de modo total, deja de ser radicalismo político, convirtiéndose en un radicalismo moral o filosófico.". Más adelante dice: "Humanista" es un modelo histórico definido en circunstancias históricas muy concretas; humanismo es una concepción del mundo que puede o no producir humanistas en el sentido histórico de la expresión. Ha habido y hay humanismos sin "humanistas... El proceso hereditario que caracteriza, por lo general, a los prejuicios, se substituye en las convicciones por la observación y la selección. Aunque detrás de las convicciones suelen estar los prejuicios, las convicciones permiten el tráfico cultural tolerante y la persuasión... La quinta convicción humanística se refiere al subjetivismo. La persona humana es el centro energético y creador desde su propia reflexión y sentimientos. La expresión más feliz de la mentalidad humanística está en la "meditación". Meditar equivale a encontrar en uno mismo la explicación de lo ajeno..."

El historiador ha de hallarse inmerso en la sociedad del momento histórico que le toca vivir y por ello normalmente influido por las tendencias político sociales de ese mismo momento. Por esa razón cuando elabora su trabajo no podrá abstraerse tanto que no deje de plasmar en él su propia ideología o la del instante nacional en que el mismo se encuentra. Por esta razón siempre se ofrecerá en los trabajos del historiador el reflejo de cuanto le rodea y donde el mismo a veces se halla inmerso en grupos de participación político social, o por lo menos de algún modo influido, en ocasiones sin él mismo apercibirse de ello.

La historia nunca es, ni será definitiva. Cada vez que eliminamos la historia convencional creemos que hemos llegado al final del trayecto. ¡No! Solamente estamos en uno de sus tramos; un momento más tarde ya existe otro peldaño que hemos de superar.

Sir George Clark, en su "The New Cambridge Modern History, 1957, pp. XXIV-XXV.", nos dice: "... no hay verdad histórica "objetiva.".

Si el historiador dispusiese de un relato de cómo se desarrolló por ejemplo la jornada del 10 de noviembre de 1808 en Espinosa de los Monteros, y aquel nos diese el punto de vista de uno de los soldados que lucharon aquel día en uno de aquellos regimientos, quizás nos sorprendiésemos de cuan distinto era su relato del hecho bélico al conocer también el que había hecho su propio Coronel, u otro cualquiera de los allí presentes, o el de un casual observador más o menos erudito que se hallase tras unos ramajes observando el discurrir de la acción. Como Ud. bien sabe, el historiador maneja las fuentes y procura interpretar los documentos al tiempo que si es posible ha de unirle cuanto accesorio pueda alcanzar. Aun en el caso de que pudiésemos llegar a realizar un trabajo de campo con los personajes vivos, estos nos facilitarían informes más o menos fidedignos, pero siempre muy diferentes unos a otros, cada uno le añadirá su propia experiencia personal y por tanto le añadirá aspectos inclusive que nunca han existido, pero que él interpreta que pueden redundar en realzar aun más su propia participación en el hecho histórico.

En el momento en que nos hallamos, al no poder acudir a los personajes forzosamente hemos de acudir al documento y por ello hemos de caer en manos de quienes nos precedan en la elaboración de la historia. Por eso a quienes nos dedicamos al estudio de la historia debe de exigírsenos la capacidad de discernir entre lo importante y lo accesorio, entre lo verídico y la invención. Y por ello además hemos de hacer pasar toda esta información por la criba de los hechos sociales: política, religión, etc., despejando cualquier tendencia adicionada por los momentos en que el personaje o el historiador haya pasado, solamente así podremos hacer entrega de trabajos asépticos, sin tendencias y por ello más aproximados a la realidad del hecho histórico.

La Historia no impone nunca normas, la Historia solamente busca la realidad. Es consecuencia ya muy vieja, puesto que en la época clásica Polibio decía que: "... lo propio de la historia es contar los hechos de acuerdo a la verdad...". Más tarde Ranke nos dice: "A la Historia se le ha asignado la tarea de juzgar el pasado, de instruir el presente en beneficio de las edades futuras. Mi trabajo no aspira a cumplir tan altas funciones. Su objeto es mostrar lo que de hecho sucedió". En otro momento su pensamiento nos aproxima aun más: "Descubrí por comparación que la verdad es más interesante y hermosa que la ficción. Me desvié de ésta, y decidí evitar toda invención e imaginación en mis trabajos, ateniéndome a los hechos."

El historiador, el publicista, ha de tratar de que su síntesis histórica sea aséptica y realizada únicamente con ánimo de ahondar en la verdad histórica, puesto que a él le correspondió el disponer la presentación de los hechos históricos al público lector.

La objetividad histórica depende de las propias experiencias personales y la documentación seleccionada en su trabajo por el historiador, por ello ha de huir de los juicios de valor, aunque en ocasiones es muy difícil y caemos involuntariamente en algo que no nos proponíamos. ¡Pero es tan difícil abstraerse! Por ello el historiador no dejará de volcar el juicio personal que le merecen los hechos extraídos del documento y ha de compararlos y exponerlos con los de la época, el personaje y con él mismo como autor.

Los trabajos que desde el inicio vayamos presentando no han pasado por ningún tipo de tamiz. No podríamos cercenar los criterios que cada autor haya tenido en cuenta, ni el momento en que cada uno elaboró el suyo. Por esta razón consideramos que nos aproximamos más a lo que debe de ser la asepsia tan deseable en la elaboración y traspaso del conocimiento histórico que nos llegue.

El editor.