CABRA EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.


A los pocos días de los sucesos de Madrid, en Cabra se recibían las intranquilizadoras noticias de lo que allí había ocurrido. A su petición, en los días finales del mes de mayo de 1808, desde Sevilla se enviaban a Cabra instrucciones para alistar a quienes quisiesen defender la Patria en peligro.

Era el día 2 de junio cuando el habilitado jefe de los Voluntarios de Cabra, don Rafael Lagunero, antiguo alférez de Caballería en aquellos días retirado, se desplazaba a Córdoba al frente de sus quinientos voluntarios, entre los que se incluían sesenta y ocho caballos para incorporarse a alguna unidad de Caballería. Más de la mitad de los semovientes habían sido donados por sus desprendidos propietarios. Rápidamente el Coronel don Pedro Pablo de Valdecañas los incorpora a las tropas que se prepararan para hacer frente a las tropas francesas que se aproximan a Córdoba.

Poco tiempo después de ocurrida la triste batalla del 7 de junio en el puente de Alcolea, en que tienen su baño de sangre los egabrenses recientemente incorporados a la Milicia que manda el coronel Valdecañas, los franceses se aposentaron de muchas localidades cordobesas, a las que sometieron a los esperados saqueos y ocupación.

La aportación de Cabra a los momentos iniciales de la guerra, fue ya de alguna importancia, habida cuenta la penuria que se vivía en todo el territorio peninsular. Veamos aquella contribución:

Reagrupados tras aquella dura batalla de Alcolea, los españoles se dirigen ahora hacia Bailén, donde los egabreses forman parte de las Primera, Segunda y Octava Compañías que aquel glorioso día derrota a los franceses.

El 2 de julio se reúne un cabildo en el que se acuerda la constitución de una Junta local de Defensa, que en los siguientes días elabora una serie de directivas, entre las cuales figura la del día 5, fecha importante por el significado que tendrá en el futuro, es el día en que se acuerda la formación de una partida o guerrilla, con el objeto de que sus componentes den continuas batidas persiguiendo tanto a los franceses como a los malhechores que aprovechan la incertidumbre de aquellos días y se aposentaban de algunos recorridos por aquellos caminos.

Tras la victoriosa batalla de Bailén, la ciudad acordó celebrar festejos el día 20 de julio, iluminando durante la noche todo el pueblo y celebrando en la iglesia parroquial un solemne "Te Deum" al que asiste engalanada toda la población.

En los sucesivos meses Cabra continuó contribuyendo a cuanto se le requería, aportando las cantidades de víveres que los ejércitos del general Castaños requerían en cada momento.

A finales del año 1808, la Junta local recibe orden de acceder al depósito temporal de prisioneros que se habilita en Cabra, llegando a los pocos días procedentes de la vecina Lucena, noventa y nueve prisioneros, de ellos doce oficiales, siendo el resto soldados. Al frente de aquel improvisado centro de reclusión estaría el teniente don Rafael Lugones, perteneciente a los Voluntarios de Cabra. No fueron muy bien acogidos los prisioneros, ya que muchos vecinos pretendían tomar la justicia por su mano e intentaban continuamente ejecutar a los prisioneros, motivo por lo que la Junta Central de Sevilla ante el peligro que aquella situación estaba creando en el vecindario, decidió resguardar a los prisioneros en un edificio que se hallaba en las afueras y que fuese de sencilla protección.

Realmente poco fue el tiempo que allí permanecieron los franceses, habían sido mal acogidos y por ello son enviados a Morón los doce oficiales y once soldados, quedando los restantes setenta y seis soldados acogidos en aquella improvisada prisión.

El 19 de febrero de 1809, la Junta Central de Córdoba ordena la disolución de la Junta Local y le da instrucciones para que traspase sus funciones al Ayuntamiento de la población. Durante este mes se procede a la creación de otro Cuerpo armado, la Milicia Honrada, puesta bajo el mando del teniente coronel don Casimiro Valera, quien tenia por su Segundo al capitán de Granaderos don Francisco Lechuga, y que el 3 de junio dispondría de unos 230 voluntarios con los quedaba formada dicha Milicia por tres compañías de Infantería, de más de 50 hombres cada una y una de Caballería compuesta de 50 plazas. Su cuadro de mandos era:

Plana Mayor.

Comandante, el Tte. Coronel don Casimiro Valera.

Segundo Comandante y Sargento Mayor, don Francisco Lechuga.

Ayudantes Mayores: Subtenientes retirados, don Ramón de la Peña y don Francisco Ruiz Santaella.

Ayudantes: Don Juan Lechuga y don Francisco Vargas.

Capellán, don Juan Carrasco.

Primera Compañía de Infantería.

Capitán, don Cristóbal María de Torres. Maestrante de Ronda. Teniente retirado.

Teniente, don Lorenzo Cuenca Romero. Maestrante de Ronda.

Subteniente, don Francisco Antonio de Quevedo y Muñoz. Hijodalgo.

Segunda Compañía de Infantería.

Capitán, don Juan Fernández Tejeiro. Maestrante de Ronda. Teniente retirado.

Teniente, don José de Luque y Beltrán. Maestrante de Ronda.

Subteniente, don Juan María Villalta. Maestrante de Ronda.

Tercera Compañía de Infantería.

Capitán, don Francisco de Asís Alcántara. Oficial retirado de Guardias de Corps.

Teniente, don Juan José Ulloa. Maestrante de Ronda.

Subteniente, don Francisco Quevedo y Quesada.

Caballería.

Capitán, don Felipe Gutiérrez de Quevedo. Regidor. Maestrante de Ronda.

Teniente, don Andrés Fernández del Rivero. Maestrante de Ronda.

Subteniente, don Antonio Ulloa y Aranda.

Durante un dilatado periodo la Junta local intenta evitar su disolución y genera una larga correspondencia con la Superior de Andalucía, en el que intenta no hallarse circunscrita y por ello supeditada a la Junta local de Lucena, con la que perece no se hallaba muy cómodamente identificada.

El 28 de marzo llegarían nuevos prisioneros franceses, esta vez al Hospital de San Juan de Dios. Eran un oficial y once soldados heridos, procedentes de la batalla de Bailén y que allí quedarían depositados al cuidado del Prior de aquella Orden, y como siempre muy mal aceptados en la ciudad.

El pleito duraría hasta los días finales del mes de abril, en el que hallamos datos por los que vemos salir airosa la Junta local de Cabra y lograr su independencia de la de Lucena, entendiéndose exclusivamente con la Junta de Córdoba.

En los primeros días del año 1810, los ejércitos franceses vuelven a hacer aparición en Cabra, por ese motivo algunos vecinos han de abandonar la ciudad ante el temor de represalias. Para recibirlos se quedará en la ciudad el Teniente de Corregidor Juan Antonio Ruano. El Corregidor López Duque abandona la ciudad y los que quedan han de acceder a todo lo que los ocupantes solicitan. Así vemos como el 8 de abril se celebra un solemne "Te Deum" y "… grandes recocijos populares en honor del Señor Don José I, Rey de España…", en aquellos días visitante de la capital cordobesa. Hasta allí hubieron de acudir las autoridades locales, Corregidor y dos Regidores de la Villa, con objeto de cumplimentar al Rey.

La columna que manda el Mayor Robín, recauda en el mes de agosto, 28.000 reales, 200 fanegas de trigo, 150 de cebada y 1.000 libras de carne.

Hallándose el coronel francés Bourbón Bourset preparando la ocupación de la ciudad de Lucena, las partidas que por aquellas inmediaciones se hallaban deciden atacar al francés antes de que él lo lograse. Mientras los egabrenses proyectan acudir en ayuda de Lucena, el 14 de septiembre llegan a Cabra los partidarios que manda el patriota Cartagena, en número de más de doscientos hombres. Reúnense pues con los más de cuarenta peones que dirige Francisco Santaella, la que manda Francisco Lozano, alias "El Bolsero" ("Borsero"), y la de Rodrígues. En total, de aquella reunión resultaban más de quinientos hombres. Emboscados los españoles en el camino, y ocupando ambas márgenes del de Benamejí. Evitó aquel la emboscada y siguió por Encinas Reales, consiguiendo entrar en Lucena sin ser en ningún momento molestado. La población sorprendida no pudo improvisar defensa alguna, quedando Lucena ocupada al medio día del día 15, sin apenas haber disparado un solo tiro dada la indefensión en que quedó la Villa.

Apenas el coronel Bourbón penetra en la casa-palacio del marqués de Campo de Aras, y cuando aun estaban las tropas francesas formadas en la plaza contigua, esperando la asignación de aposentos. Por diversos lugares comenzaron a entrar en la ciudad los componentes de las guerrillas que habían sido despistadas anteriormente en el camino.

Solamente se salvaron los franceses por la intervención del viejo Brigadier Repiso, que vivía retirado en Lucena, y el Corregidor Manuel María Alvarez, puesto que avisaron al francés del peligro que sobre ellos se cernía y saliendo todos precipitadamente al toque de dispersión, abandonaron la Villa por todos los resquicios que pudieron, no parando hasta llegar a las prominencias del Hacho, llegando hasta las de Mataosos, quedando su centro apoyado en el convento de Nuestra Señora del Valle.

Ante la presión que sobre ellos ejerce aquel contingente, el coronel Bourbón hubo de retirarse sobre el Puente de Don Gonzalo. Entre tanto los lugareños se aprestaban a la defensa de Lucena, sobre la que ahora temían el frenético ataque galo. Dividida la fuerza francesa, llega a Cabra un pelotón de 50 caballos al mando de un Oficial y son recibidos por los pocos egabreses que han quedado en el pueblo. Mujeres y personas mayores se aprestan a ambas márgenes del camino, logrando dividir la caballería e infiriéndoles las primeras bajas. Esta pasajera victoria hizo que aquellos valientes vecinos se envalentonaran y decidiesen atacar de frente y en grupo a la caballería restante. El resultado fue terrible, más de veinte vecinos resultaron muertos, después de ser salvajemente acuchillados. Otros cerca de cuarenta resultaron heridos de diversa consideración, logrando solamente unos pocos, eludir a los atacantes y refugiarse en las estribaciones próximas.

La inseguridad en que se hallaba el coronel Bourbón, le decide a abandonar Lucena y por ello se retira por el camino de Puente Genil, siendo perseguidas sus tropas, a las que logran los guerrilleros hacer unas cuantas bajas más antes de que penetren en Puente Genil.

Dispuesto por el mariscal Soult, el día 17 se incorporan refuerzos a las fuerzas de Bourbón, razón por la que vuelve este sobre Lucena a la que frenéticamente ataca y que solamente después de haber sido rechazados siete asaltos, dejando más de cien soldados sobre el campo. Cuando caía la noche, Lucena capitula, aceptándose el indulto general, mientras que en contrapartida se incluían también en el tratado de paz las localidades de Cabra y Rute, con lo que Bourbón intentaba resguardarse de la oposición que desde aquellas podía partir. Los franceses no respetaron el pacto y durante la noche sometieron la población al pillaje y el asesinato, entre estos la familia de don Josef Hidalgo, compuesta por el mismo, su madre, la esposa y su hija de cinco años, un hermano de don Josef y el cura don Sebastián García, Rector de la parroquia de Palma del Río. De esta masacre solamente se salvó el que desde entonces seria conocido como el "Niño del Milagro", hijo, nieto y hermano de los anteriores, que permaneció oculto y por ello salvó su vida.

Como resultado de aquel enfrentamiento, el siguiente día 18 llegan a Cabra, trescientos veinticinco franceses, con dos piezas de campaña, dispuestos a ocupar el pueblo. Vienen al mando del General-Barón de Saint Paul, quien trae sobre la ciudad la pesada carga impuesta a los perdedores por su participación en la defensa de Lucena. Importantes cantidades de dinero, 400.000 reales y gran número de quintales de víveres y otras aportaciones son los impuestos y gravámenes que el Rey francés impone. También el vecindario ha de responder con su vida a las sanciones que los franceses imponen, doce egabrenses han de ser ejecutados para servir de escarmiento. La decidida intervención de un francés residente desde muy antiguo en Cabra, don Joseph Sarraylle, junto a su hijo don Juan María, nombrado Subprefecto de Cabra, logran salvar la ciudad del saque e incendio, así como reducir a tres las personas ajusticiadas, que los serían en las inmediaciones de la ermita de Belén.

Las tropas francesas ya no dejarían de visitar Cabra hasta el 21 de agosto de 1812. El día anterior había llegado el teniente Vilain, al frente de veintiséis Dragones con la orden de recaudar cantidades atrasadas o en caso de negativa, tomar ocho prisioneros que serían conducidos a Lucena donde quedarían en rehenes hasta que la ciudad pagase la deuda. Lograda su pretensión, salieron con los caudales y ya no volvieron hasta el 22 de septiembre, día en que una columna francesa pasó por la ciudad pero sin realizar daño alguno a la población.

Desde esa fecha ya puede considerarse libre de franceses y así llegará el 7 de octubre de 1812, en que se celebran grandes fiestas y fiestas extraordinarias por la publicación de la Constitución gaditana, que harán olvidar por unos instantes las graves penurias que la guerra ha ocasionado sobre la laboriosa población.

Lynsi Oflodor.