El presente documento ha sido transcrito literalmente del original, hallándose por tanto, con las diferencias gramaticales que hoy en día guardan los modos entre dos épocas.
¿Qué
es esto, amados Compatriotas?
¿Quién
os turba, conmueve, y agita?
¿No
teneis en su trono á vuestro adorado Fernando; este Rey que tantas lágrimas, y
sacrificios os ha costado, y que tantos hechos de valor inspiró á vuestra
nativa lealtad en vuestro suelo, y en todos los exércitos de España?
¿Nó
habeis celebrado su glorioso triunfo con demostraciones, que parece habían
llegado hasta el delirio de amor?
¿Pues
qué novedad, después de la pacificación general, os hace correr a las armas?
Ah!
Un miserable guerrillero, General del barullo, un infidente salido de la
prisión es el que tiene la audacia de tentaros aun, después de tantas pruebas
de fidelidad!
Qué
insulto! Qué ceguedad! Qué estupidez!
Renueva
aun la odiosa Constitución, después que sabe el desprecio con que se oyó
publicar, la violencia y general repugnancia con que se sufria, execración y
escarnio con que espontáneamente se borraron, é hicieron pedazos sus
aborrecibles monumentos!
¿Pretende
embaucaros aun con ridículas ofertas de felicidad, tomadas puerilmente de
aquellos rebeldes, que con el mismo lenguaje envolvieron la Francia en el mas
espantoso desorden, la inundaron de sangre, y llenaron de la carnicería mas
horrenda?
Felicidad
os ofrecían las afrancesadas Cortes; visteis, Gallegos, los medios, y caminos,
que llevaban para sepultaros en la misma ruina, que la de Francia, y visteis ya
empuñar los puñales a los sanculotes de las galerías. De Religión
empez´á hablar la limpia asamblea francesa, que sacando la máscara
janseanistica, hizo después profesión del Ateísmo. Religión proclamaba el Hijo
de la Revolución, y sus exércitos atéos al invadir la España, y Religión os
prometian las Cortes, que arrojando al Nuncio de su Santidad, expatriando a los
Obispos, aboliendo el Tribunal de la Fé, y aniquilando las Ordenes Religiosas;
protegían el Diccionario burlesco, las Ideas sociales, y los otros infinitos
eruptos del infierno, ¡y Religión viene ahora á predicarnos un ignorante,
charlatán, licencioso, tunante, libertino, un traidor, un rebelde!
De
propiedad, y seguridad os habla un Vandido, que asoló los pueblos por donde
llevó sus fanfarronadas, y depredaciones, que llama hazañas militares!
¿Pretendía
atraeros acaso, y ganaros la voluntad el bárbaro insolente, que os habla con
tanto desprecio y desacato de vuestro idolatrado FERNANDO?
¿Con
los Gallegos piensa, que habla este insensato, ó con un puñado de facciosos,
escoria de los pueblos?
Mas
hételo, sin embargo, el héroe de presidio, que viene con su exército, y artilleria
á apoderarse del corazón de Galicia, como cenro de la fidelidad, con cuyo
saquéo, y matanza piensa comprometer mas á sus seqüaces, infundir terror,
hacerse con fondos para la conquista de toda Galicia, y animar con su exemplo á
los facciosos, que aguardan este impulso en todas partes. Si; conduce, ó
mas bien arrastra las tropas, que ha podido sorprender en la Coruña y el Ferrol
¿se persuade este traydor atolondrado, que los valientes Españoles se batirán
con los Españoles, sus compañeros de armas, ó piensa atraer á éstos a su
partido infame, y que unos y otros querrán marchitar tantos laureles, y manchar
con tal borrón todas sus adquirida glorias?
¿Cree
que los ilustres gefes, que se hallan en Santiago, desertarán de un Rey para
pasarse á un desventurado Aventurero?
Si
cuenta con la chusma, que el barullo ingirió en la ilustre clase militar para
sonrojarla y confundirla; sepa, que hay muchos que entraron en élla por las
puertas del honor, y que esta será la ocasión de purgarla, y de recobrar su
esplendor primitivo. Sepa, que la honrada clase de subalternos, los mismos
soldados tomarán venganza del insulto atroz, que hace á su lealtad.
¡Qué
exemplo!
¡Qué
desengaño!
Pudiera
decirse, que solo por esto ha sido muy útil tan horrenda conjuracion, para desahuciar
de una vez á los malvados, y que no cuenta ya mas con el sufrimiento de la
multitud leal. Pasó el tiempo de la anarquía, en que hacian juguete del
huérfano pueblo: mandaban que se juntase por fuerza para elegir: designábanle
con insultos, amenazas, y contradicciones las personas de su facción; que se
pusiese en sus manos sin reserva, como un frailecito en las de su prelado; que
baxo juramento, y pena de proscripción prestase ciega fé, y obediencia á sus
caprichos y errores; y que lo mas corrompido, y la canalla, hez mas hedionda
ahogase su voz, con palmoteos, aplausos, y gracias llamase libertad a la
tiranía, y que á los déspotas mas absolutos denominase Legisladores, é
intérpretes de nuestros deseos, como electos por nosotros con amplios poderes.
La
presencia de un Rey deseado, y sin mandatos, ni formulas proclamado, quebranta
los grillos, y esposas, desata las cadenas, y rompe las mordazas: las lenguas
todas declaran entonces su libertad, saltan los pies de contento, y las manos
despedazan los infames monumentos, y marcas de su ignominia.
¿Vióse
nunca demostración semejante de la voluntad general?
Mas,
¿qué argumento hay que convenza á los estúpidos, y malignos?
La
rebelión de las Cortes es para ellos un derecho: la desaprobación de los
pueblos un perjurio: es virtud la conjuracion de un pequeño Gefe; un delito
digno de castigo la fidelisima indignación de sus tropas. Estas máximas
insinuan ahora los rebeldes, no tanto para quitar la gloria de una fidelidad,
que nos libra de tantos horrores, quales no experimentamos de los franceses,
quanto por mas bastardos principios que no ignorams.
Seria
ridiculez probar su traicion al Rey; el hace gala de ello; pero es traidor á
sus mismos principios, y traidor á la Constitución misma, que toma por
pretexto; porque si según ellos el Pueblo es Soberano, ¿quién duda, que viene á
dominar un pueblo, que no le llama, no le quiere, y antes le detesta de muerte?
Oigamos
su misión: Me resolví á ruego de las tropas, que componen el Exécito de este
Reyno á executar la transformación, que las circunstancias señalan, como
precisas, y conforme á la voluntad general. En consecuencia he tomado posesion
del mando en Gefe interinamente de este Exército, y Reyno, baxo las fórmulas
prescritas por la Constitución. Se hará saber por los Ayuntamientos á los
Pueblos la moderación y justicia de mis operaciones, que no tienen por objeto,
sino librarlos de la pesada esclavitud, que ellos han manifestado tan vivos
deseos de sacudir.
Ved
aquí, Gallegos, un monton de mentiras, que tal es siempre el lenguaje de estos
impostores. Vosotros habeis visto la voluntad de las tropas que venia mandando,
y que han salido á su encentro, y con la alarma general de las Provincias, y
Pueblos, y Aldéas, y con el regocijo universal que todos han manifestado en su
prisión, habeis manifestado quaes eran vuestros votos.
¿Quáles
son, pues las formas con las que dice, que tomó el mando, prescritas por su
Constitución?
Son
los Conciliábulos en la cárcel con Sinforiano, Santurio, Pacheco?
¿Son
las tramas secretas en el castillo, y las conferencias clandestinas en
Pastoriza?
¿Puede
llamarse voluntad general de un Exército, la particular de unos pocos oficiales
calaveras?
¿Y
qué quiere decir Exército de este Reyno?
¿Basta
la voluntad de estas tropas para dominar á Galicia constitucionalmente?
Con
tales fundamentos se atreve á mandar á los nobles Ayuntamientos reales, que
os haga saber la moderación, y justicia de las operaciones de un
Guerrillero, que asoló los pueblos, y acumuló con sus rapiñas inmensas
riquezas.
¡Pobre
Ciudad de Santiago, de quantas atrocidades te ha librado tu Paton!
Pero
es preciso que los vecinos pacíficos y honrados de todos los pueblos se
desengañen de una vez, y entiendan el idioma de estos atrozes charlatanes.
Vosotros no sois el Pueblo, á quien hablan estos filosofastros: sois para ellos
un vil populacho, una canalla, un estúpido rebaño, de cuya lana, leche, y
carnes quieren aprovecharse. Su pueblo Soberano es un puñado de sabidillos
impíos, cursantes de los Cafees, que se atraen el sequito de la gente mas
perdida de los garitos, burdeles, y tabernas. Solo este es su pueblo rey, que
lo aclamó, y á quien dirige sus proclamas, y folletos. Con el habla solamente,
quando promete, que las propiedade serán respetadas, y las personas no serán
incomodadas. Ya sabemos que serían exceptuados de sus furores los pocos,
que tuviesen una sabana en la ventana, y una banda encarnada en el sombrero, y
que no valdría la fuga á los pobres realistas; pues se encarnizarían en las
personas, que considerasen como rehenes; esto es, en sus amigos, parientes,
niños, mugeres, ancianos, y enfermos, que no pudiesen escaparse, y cuyas casas
se marcarían con una S. de un clavo atravesada.
Mas
veamos ya sus quejas, y sus pretensiones. Quéjase de que el Rey hubiese abolido
las Cortes, en lo que (por hablar en su lenguage) no hizo S. M. mas que lo que
deseaba la voluntad general de todas las Provincias. Quéjase, de que se haya
arrestado á los principales facciosos, que llama Sabios (como Santurio) los
mas ilustres, y beneméritos, dignos Españoles, distinguidos patriotas (como
él) respetables sacerdotes de atas dignidades y virtudes (esto es de
notoria probidad) imitares llenos de cicatrices (que se guarda empero de
nombrar) ¿Y porque delitos? Pregunta ¿Por habernos querido hacer
felices? Si ellos son delincuentes todos lo somos, nosotros les hemos dado
nuestros poderes, hemos reconocido, y aprobado lo que han hecho.
Esto
es mentir grosera, y descaradamente, ó mas bien dicho despreciarnos, como á las
estúpidas reses, á las quales no se pide voto, ni espera su aprobación para
conducirlas al monte, al esquileo, ó al matadero por medio de los perros. Eran
los facciosos, y por eso dice, que hasta los irracionales se estremecieron
de tan atroz proscripción. Con ponderación tan extravagante coteja la época
de las Cortes, en que afirma, que no había proscripciones. Asi se atreve á
hablar á los Gallegos, que vieron á sus pastores descarriados por los montes,
procurando refugiarse á un país extrangero, y huyendo de una soldadesca
francesa, que á propósito se habia escogido para cazarlos como á lobos, y
jabalíes.
Quéjase,
de que se levantaron á las Cortes todo género de calumnias: que querian
arrojar al Rey del trono, y que había un plan oculto de irreligión y de
persecución del Clero. No era oculto, no; nadie ya puede engañarse después
de publicada la especulativa de los filósofos y janseanistas, y la práctica de
la Asamblea francesa, que traducían literalmente las Cortes. Y que si FERNANDO
hubiera sido tan dócil, como Luis, se hubiera levantado sobre su cadalso otro
Bonaparte de algun país salvage, áspero, miserable y de mala ralea, que hubiera
escusado al Marquesito este trabajo.
La
Europa entera ha desaprobado esta conducta. Sí; sabemos lo
que han dicho algunos periodistas extranjeros, á quienes dictaron, sugirieron ó
pagaron los fugados traydores, y sabemos que esta no es la Europa. Mas nada nos
importaría que lo fuese; pues por no pensar como los Españoles, sucumbió
vilmente á un inmundo Corso, y debiendo su libertad á nuestra noble
resistencia, en donde se estrelló su furor, y detuvo el rapido vuelo de sus
águilas, debe dar; no tomar la norma.
Los
Príncipes han representado contra la impolítica é injusticia de estos
procedimientos ¡Qué impuesto está el Asesor Santurio en la
Diplomática, y en las negociaciones de los Soberanos!
¡Pobres
de ellos, si se hiciesen padrinos de la Filosofía regicida!
Pero
valga esta misma filosofía ¿nó es esta la voluntad general de la Nación?
¿No
clama con impaciencia todo el Pueblo español contra los enemigos de su Religión
y de su Rey?
¿Ó
eran estos los únicos que tenían voto, y por su falta quedó toda la Nación sin
voluntad, como un retablo, á quien falta el Ámese Pedro que tiraba los
cordelillos?
¡Si
serémos una Nación Barbara, por qué, como las cultísimas de Europa, no hemos
adorado temblando al Idolo feroz de los franceses!
No
solo defiende la inocencia de las Cortes, sino que pondera sus servicios, como
que mediante sus disposiciones habíamos rechazado al enemigo, y que arrojado
de nuestro suelo, habíamos recobrado y mantenido el ilustre nacional. A la
vista de tal descaro, nada hay que estrañar.
¿Quántas
veces se les echó en cara, que se entretenian en hacer leyes para un pais, que
desde su pequeño rincón veian ocupar al enemigo a toda priesa? ¿Rechazándolo de
Valencia las Cortes, ó su Regencia?
¿Nos
ayudaron, valientes compatriota, á arrojarlo de nuestra Galicia?
Estaban
muy ocupadas en hacer leyes. ¡Ah! Bien pudiera el Pueblo español recobrar por
sí solo su lustre nacional, si sus gobernantes no hubieran apagado su primer
entusiasmo; si no lo hubieran esclavizado, dividido y extraviado su opinión,
que unánimemente era Religión, FERNANDO, Leyes patrias, y le sustituyeron
Libertad, Nación, Cortes constituyentes. Acudimos al auxilio extranjero ¿no
fueron las Cortes las que trabajaron por infamas y aburrir á nuestros aliados,
si no fueran tan generosos?
Alega,
que las Cortes habian hecho leyes sábias, conforme á los usos y adelantamientos
que habia hecho en Europa la ciencia del gobierno.
Esta manía de ilustración moderna dura aun en literatos, que no quieren tener
mala reputación. ¿Pero es posible que después de la dolorosa experiencia de
tantas monstruosidades, trastornos y aflicción de la humanidad, que las
novedades filosóficas han introducido, prevalezca aun la teoría de algunos
publicistas fanáticos ó malignos?
Este
sistema produjo la revolucion francesa, y tantas constituciones efímeras, que
se devoraban sucesivamente. ¡Quando un tardío desengaño nos arrancará un
anatema eterno á estas luces fatuas y mortíferas, reconciliación con la
sabiduría y prudencia de nuestros buenos padres!
Dice
á los suyos, que las Cortes dieron muchos decretos a favor de los militares.
Sabido es el vilipendio con que los trataban; la denominación de mercenarios
que les daban, los villanos recelos que tenian, que de criados se levantasen á
amos, y la guardia nacional con que se apresuraban a substituirlos, sin el
lustre de las armas Reales en las banderas, por seguir el noble exemplo de las
Comunidades, según propuso D. Judas Caga Arbitrios, uno de nuestros Corsos mal
guardados.
Pondera
los beneficios que hacian y las gabelas de que libraban á los artesanos y
labradores. ¡Infelices! Si creyesen que eximiéndolos de lo que
legítimamente deben á sus dueños, mejorarían de suerte! Esta pérfida propuesta
hacian los lobos astutos á los simples corderos para separarlos de sus
pastores. Averigüen la felicidad que resultó á los franceses de su revolucion,
y si se hallaban mejor con una gavilla de impios, malhechores y frenéticos, que
con un Rey, padre de ss pueblos, al qual por últio acudieron con lágrimas del
mas amargo desengaño.
Dice,
y promete nuevamente al Clero, que mejorará en general de condicion, siendo
muy protegidos y mejorados los Curas, que tan inmediatamente contribuyen á la
salud espiritual de los fieles. Otra perfidia es esta para dividirlos de
los Canónigos y Frayles, y destruirlos á todos sucesivamente. Mas ¿quién mete
la mano en estas materias? Tal es la Religión que nos prometen; Religión que
quieren dirigir los libertinos; los que se rebelan contra los Reyes, porque
(según enseñaba Santurio en Cádiz) no vienen de Dios.
¿Quién
luego nos inspira este amor exaltado, y tan constante á FERNANDO, á pesar de
tantos trabajos y contradicciones?
¿Quién
renovó este sagrado fuego tantos años sofocado en Francia?
¿No
ves, bárbaro, inflamadas con él las nuevas generaciones, criadas en el odio de
sus legítimos Soberanos?
Su
pretensión, pues, baxo tales fundamentos, es la convocación de nuevas
Cortes, que podrán hacer en la Constitución aquellas variaciones que pida
nuestra situación. Pícaro engañador, bien conoce lo detestable que es la
Constitución, y por eso propone su reforma; pero ven acá traydor á tus mismos
principios: ese tu sagrado Código, obra de la profunda sabiduría, y discusiones
de tantos sábios, virtuosos y divinos, instruidos en los usos y
adelantamientos que ha hecho en la Europa la ciencia del Gobierno; ese
monumento, al qual no se podía tocar en ocho años, y que sial cabo de ellos se
quisiese hacer el mas leve reparo, eran precisos tantos requisitos ¿propones
ahora para engañarnos, que se podrá guisar de otro modo? ¡Y el juramento!
Para
fines tan santos (dice este pecador) convidamos á todas
las huérfanas Provincias nuestras hermanas, que imitando á este nobilísimo
Reyno de Galicia, nombren sus juntas hasta la convocación de las Cortes. Hemos
tomado la temible, pero indispensable resolución de exigir con las armas lo que
de grado se nos ha negado. Nada de quanto ha rabiosamente blasfemado, nos
ofende tanto como esto: no le bastaba haber fraguado su traición en Galicia; su
infame manifiesto supone que Galicia entró en sus miras, y es en nombre de los
Gallegos, que convida á los demás Españoles á unirse á su horrenda conjuracion.
Nuestro honor exige que con un grito, que se oiga en toda España, declaremos á
la faz de todas las Provincias, que los nobilísimos que dieron este
escándalo en Galicia, á excepcion de algun miserable, son forasteros, y por la
mayor parte de aquel nobilísimo pais, que produjo los cabecillas mas frenéticos
en las Cortes, en las comisiones, en los impresos y en los empleos
revolucionarios, y en los anteriores, que nos prepararon á seguir con infamia
los exemplos de la Francia. Perdónenme los buenos, á quienes venero y amo de
corazon; pero es demasiadamente atroz la provocación é infamia en que quieren
comprendernos. Sin embargo, á ninguna parte pudieran haber venido mejor:
fortuna fue para España, que en Galicia se hubiera metido este fuego, y honor
para Galicia verlo apagado en quatro días.
¡Miserable!
¿No habia oido de los extremos que habian hecho los Gallegos por su Rey?
¿No
sabía que estaba sobre las armas la robusta columna de Granaderos y Cazadores?
¿Ignoraba
que estan en sus casas muchos Gallegos que sirvieron en todos los exércitos de
la Península?
¿Dudaba
que a la primera voz se presentarían á castigarlo las leales, valientes,
armadas, y diestras Alarmas?
¿O
creía que los Gallegos que traía, eran menos fieles á su Rey, para batirse con
los Gallegos realistas, que mandaban los ilustres Gefes que salieron a rechazarlo?
Pero en este ladron se verifica bien el refran, quando
dice á sus tropas: no dudeis, que los otros exércitos os seguirán, y que
todos van á ser movidos por un mismo impulso.
REY idolatrado, horrorizado se han vuestros Gallegos con
esta cnjuracion; mas no los ha cogido de nuevo: mucho tiempo ha que la estan
temiendo. Vuestra entrada milagrosa y triunfante aturdió a vuestros enemigos y
nuestros; pero al notar la benignidad con que se trataban los mas horrendos
delitos, á las mismas Ideas sociales; se recobraron del primer susto, y
si cambiaron algo de lenguaje, no dejaron sus juntas, sus correspondencias y
recíproco auxilio. Los que vienen desterrados de otros pueblos se unen al
instante con los vecinos señalados con el dedo, y anotados en las causas: ellos
son los que esparcen las noticias funestas, y no pudieron disimular su feroz
alegría al saber que su Héroe se había evadido de Elva, y ellos son los que en
medio de nuestras demostraciones de fidelidad, han manchado clandestinamente
las esquinas con víctores á su Constitución. A vista de tan obstinada
contumacia, siempre temimos que los facciosos se aproecharían de la primera
ocasión, ó se la proporcionarian, y quando el famoso Sinforiano dio su larga y
circunstanciada relación, no creimos (como se nos quiso figurar) que era un
embrollo, con que este enredador queria dilatar su castigo, sino el aborto de
una verdadera y muy premeditada conjuracion, que ahora vemos realizada con las
mismas señales que había indicado. ¡Y aun se querrá hundir profundamente este
papel, que tapa otros Marquesillos que no se ocultan al pueblo zahorí!
Con esto se conocerá,
que la clemencia es una virtud verdaderamente real y divina, pero que lejos de
inspirar á las almas atroces y empedernidas, sentimientos generosos de reconocimiento
y fidelidad, los anima mas en sus propósitos infernales. Dicta ciertamente la
política, que en una turbulencia general, en que los delitos, y las faltas
hayan sido muy comunes, se disimule, y aun eche un velo, para que el remedio no
sea más doloroso, que la enfermedad; pero en los males de gangrena jamás debe
haber corrupción, sino acudir al cuchillo, y cortar con valor, y rapidez algun
miembro para salvar el todo.
Si; es muy corto el
número de los que delinquieron por principios arraigados, como el de las Ideas
sociales; pero estos poco estan ya gangrenados, y es preciso acudir
rápidamente, para preservar esa chusma de jóvenes atolondrados é inmorales, que
siguen el sistema, solo porque es moda, por la miserable vanidad de parecer
ilustrados, y porque favorece la disolución. Estos podrán ser reprimidos con el
azote, y la palmeta; pero el Estado sacará grande provecho en exprimir el
abundante jugo de aquellos bribones, que sacaron grande pesca de este mar
rebuelto. ¡Qué satisfecho queda un juez, quando impone cinco, ó seis mil
duritos de multa á uno de estos galfarros, que hay ocho años no tenian
calzones, y dan ahora nombre á casas millonarias, negocian, fabrican,
adquieren, y gastan un luxo insultante en medio de las públicas calamidades, y
de la miseria de nuestros ilustres defensores! Si el Estado los oye, son aun
acreedores á miles de pesos; si los residencia, hallará, que fomentaron, y
sostienen el desórden por mera especulación. Haga el estado tambien la suya
sobre sus inmensas riquezas: estos eran los principales agentes que Orleáns
tuvo en Francia.
Hay nobles papamoscas,
por lo mismo que debian ser mas fieles, mas delinqüentes, y ya que su
deslealtad los hizo obrar contra sus propios intereses, experimenten ahora la
pena, á que los conduzca su torpeza. Reducidos á una ración de penitencia
aliviarian las necesidades del Estado, y lo mas importante es, que se privaria
de su autoridad, y grandes conexiones a los literatuelos, que chillan a su
sombra. Corto es este número, repetimos, pero que prevalece sobre los vecinos
pacificos por su audacia, inmoralidad, desenfreno, y correspondencia entre sí,
y simpatía con la gente perdida, y hez de los pueblos, y con la protección con
que cuentan, y que por desgracia hallan en la debilidad de algunos, y en el
parentesco, paisanaje, y aun en la conformidad de principios de no pocos, y en
la ignorancia de muchos, que creen que el Janseanismo es un fantasma, ó mera
opinión sin conseqüencia política, y la Filosofia un charlatanismo puramente
literario.
Gracias a Dios,
Gallegos, y a la protección de nuestro Patron SANTIAGO, que se ha apagado este
fuego; mas no se esconde a vuestra vigilancia, que han quedado brasas bajo la
ceniza. A los pueblos, que descansaban antes de la vigilancia de su Gobierno;
hiciéronlos despertar los peligros de esta época, y desplegar mucho zelo, y
penetración su lealtad: no es menester tanto para señalar á los que permanecen
á la mira siempre unidos. Tales son los que estaban alistados en el Café de la
Esperanza, y habían erigido la Sociedad no real de presidiarios y ahorcados, y
los que suscribiendo al Ciudadano por la Constitución, y al Diario
Cívico, blasfemaban del Sensato y de la Estafeta, á cuyos autores
persiguen, y venian ahora señalados en la lista de muerte por Porlier; porque la
primera diligencia de los ladrones es deshacerse de los perros.
¿Quereis la mayor
demostración del pérfido lenguaje de estos traydores? No hablar una palabra de
los autores que traían señalados en su primera venganza. ¿Por qué en las quejas
que da contra el Rey no lo acusa de que restableció el tribunal de la Fe? ¿No
fue el blanco principal del rabioso furor de las Cortes? ¡Ah! Fueron testigos
de las súplicas fervorosas y llanto general, con que quisimos ablandar á los
déspotas impios, y feroces tiranos, que llama intérpretes de nuestros deseos:
vieron la universal reclamación que hicimos á nuestro retituído Rey, y seria
enagenarnos ahora, si descubriesen su intento de destruir la Inquisición. Asi
tampoco grita este engañador contra os Jesuitas, mortalmente irreconciliables a
los filósofos y janseanistas. Pueblos ilustrados de Europa, la Inquisición no
es un yugo que nos pone el mas humano de los Reyes; es el deseo universal de
los Españoles, que le pidieron este Dique contra la irrupción de esos sábios, que
os causaron los males espantosos, que solo con tópicos andais curando.
Gallegos, dejéos
tranquilos, después de haber sido testigo de vuestras acciones de valor, y
quando venia á mostraros el retrato gravado en mi corazón de aquel, por quien
os ví verter tantas lágrimas en su ausencia, y hacer amorosas locuras con su
venida, me asalta el ruido de vuestra alarma general. ¿Quién prepara nuevos
triunfos á mis Gallegos, dixe al instante? Y sin perder momento despacho postas
á la Corte y á varios puntos de este Reyno, que se han prestado á mis
disposiciones con el mayor entusiasmo. Dispuse que D. Juan de Castro saliese en
seguimiento del posta, que Porlier enviaba al Regimiento de Cataluña, y
Compañias de Marina para que regresasen á su socorro: prestóse el Comandante de
Catalanes D. José Casas; pero no mostró igual fidelidad el de Marina, y el
Posta fue arrestado. Oficié con el Administrador de Lugo para que detuviese los
pliegos del Rebelde, y ocupé a los Oficiales dispersos para examinar á todos
los transeúntes, detener á los sospechosos y arrestar á los infidentes, y que
no se diesen caballos sino á los que llevasen pliegos del Real servicio. Me
puse en comunicación con el sabio y valeroso Militar, y Gobernador de Santiago,
el Brigadier D. Josef Pesci ¿y qué podia temer estando Pesci en Santiago, y el
Capitán de Marina, D. Frey Vicente Caamaño, que tien mis propios sentimientos?
Venid, traydores, venid; no cogereis descuidados á los Gallegos, que os harán
helar la sangre al primer grito de VIVA FERNANDO.
Villafranca, Setiembre
25 de 1815.
El Conde de Maceda
SANTIAGO:
Imprenta de D. JUAN
FRANCISCO MONTERO.
Año de M. DCCCXV.
Con licencia.
El Conde de Maceda, una vez que ha conocido la caída del general Porlier, a manos de los suboficiales que habían sido convencidos de llevar a término la traición de Merelle, se apresura a evidenciarse como el más fiel de los discípulos del felón monarca.