GENERALES FRANCESES EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.

Por Juan Barrios Gutiérrez.


Nuestra guerra de la Independencia puede contemplarse como una encrucijada de circunstancias muchas veces originales, otras sorprendentes y en no pocos casos difíciles de aprehender e interpretar. Así la propia denominación a todas luces inadecuada; su diversa y compleja causalidad; su ejemplo de abnegación y heroísmo muy superior al de otras naciones análogamente implicadas y, en fin, ese desconocimiento tan común en Europa del esfuerzo bélico español en general y el de su Ejército en particular que, inauditamente, perdura en nuestros días.

En este último aspecto y después de referencia orientadora sobre las cuestiones apuntadas, se intenta documentar sobre una faceta de la lucha que, pese a no haberse tomado en cuenta hasta ahora en forma específica, reviste características de representatividad y objetividad suficientes para constituir un sólido apoyo a la formulación de juicios, al menos personales: Una nómina de generales franceses muertos, heridos, batidos o hechos prisioneros (éstos menos detalladamente) en las acciones sostenidas contra nuestros ejércitos.

El calificativo "independencia"

Ciertamente desafortunado, no sólo porque España era independiente con mucha antelación al comienzo de la guerra, sino porque lo era con prelación europea. Basta recordar como ejemplos que Italia y Alemania estaban configuradas, respectivamente, como siete Estados y confederación de treinta y nueve Estados, y no lograrían la unificación hasta finales del siglo, como secuelas de la guerra franco-prusiana (1870-1871)

Es posible que la elección del término se viera afectada por su alta cotización en una época de limitaciones en que eran expresiones comunes "Italia francesa", "Holanda francesa" y en la que Nápoles estaba regido por José Napoleón; el Gran Ducado de Berg por Murat, etc.

No obstante, la "partida de nacimiento" del título puede fijarse en el que eligió don José Muñoz Maldonado para su "Historia política y militar de la guerra de la Independencia de España... "[1]. Con las agravantes de que el autor era catedrático de Jurisprudencia y escribió por encargo del monarca, quien depositó en él su confianza. Aunque quizá ni paró mientes en el calificativo porque su propósito esencial fuera el de redactar un apasionado panegírico de su rey y señor.

Sobre la casualidad y el origen

Muchos son los juicios emitidos pero sin que ninguno haya tenido aceptación general.

Sobre el momento en que Napoleón decide invadir España, hay quien alude que en 1805 dijo que "un Borbón en España era un vecino demasiado peligroso". Aunque no se comprenda bien esa expresión de recelo, teniendo en cuenta que la política española venía plegándose sumisa y sistemáticamente a la voluntad napoleónica desde tiempo atrás. ¿O fue que el cordero se olvidó de que los políticos españoles habían firmado ya en 1796 el vergonzoso Tratado de San Ildefonso?[2].

Mayor crédito merece la de que al año siguiente jura vengarse de los españoles y ponerlos "en situación de no perjudicarme", con motivo del Manifiesto de un Godoy (6-X-1806), confiado en que sucumbirá ante el ejército prusiano[3], con la oportunidad de que Napoleón obtendría, ¡sólo ocho días después!, la aplastante victoria de Jena. Lo difícil en ese supuesto es comprender que el César, cuando después de la Paz de Tilsit (1807), se libera de preocupaciones en el centro y norte de Europa e inicia los preparativos para la invasión de Portugal, no la conjugara con la invasión de España, estando la doble empresa al alcance de sus recursos.

Son comentarios con el simple objeto de orientar sobre las brumas que obscurecen los intentos de inferir las causas y el origen de aquella guerra.

Epopeya e influencia

Que la guerra de la Independencia fue una epopeya no puede discutirse, porque su desenvolvimiento se ajusta estrictamente al concepto académico del término. Amén de que su respaldo junto con el conocimiento de su influencia decisiva quedaron patentizados en las nobles, sinceras y ajustadas palabras de Napoleón a Las Cases en Santa Elena:

"Los españoles todos se comportaron como un solo hombre de honor. Enfoqué mal el asunto ese; la inmoralidad debió resultar demasiado patente; la injusticia demasiado cínica y todo ello harto malo, puesto que he sucumbido."[4]

Olvido y desconocimiento

El olvido de los merecimientos se materializó palmariamente en el Congreso de Viena, donde sopesando, en cambio, defectos principalmente achacables a una deplorable dirección política, España quedó relegada a una situación de "convidado de piedra". El desconocimiento europea de aquella gesta, más acusado respecto a su aspecto estrictamente militar, tiene bastante que ver con una apatía historiográfica española que, lamentablemente, resulta tradicional. Sino que en este caso pudo darse la excepción porque en 1816 se formó una Comisión Militar para redactar la historia de la contienda, cuyo primer tomo, publicado en 1818, justificaba la esperanza de una obra magistral que refrenara o desacreditara el sempiterno cicaterismo europeo en cuanto a reconocer o admitir cualquier mérito de cuño español.

Nuestros avatares políticos de 1820-23 rrastrando consigo la interrupción de aquel trabajo yuguló el propósito. Y España no pudo disponer de una historia digna, completa y respetable hasta 1909, en que terminó de publicar su obra el brigadier Gómez de Arteche[5].

Consecuentemente la bibliografía de nuestra guerra quedó al pairo de vientos extraños, y éstos no se mostraron propicios. Particularmente las obras del francés Thiers[6] y del inglés Napier[7] vertieron especies deformadas sobre el ser y el proceder de nuestro Ejército que, germinando en tierra virgen, arraigaron la imagen deformada, dificultando su rectificación posterior.

Nuestro ejército en 1808

Una simple ojeada a la documentación oficial de la época demuestra que los recursos humanos y materiales puestos a disposición de los sucesivos poderes centrales distaban sensiblemente de los mínimos imprescindibles para el cumplimiento de su misión.

Aquella España atenazada entre una potencia marítima y otra continental enzarzadas en pugna irreconciliable, no podía confiar el mantenimiento de su neutralidad más que al fortalecimiento de su Armada y de su Ejército hasta un grado que impusiera el respeto de una y otra potencia. Y si ello superaba sus posibilidades, centrar su esfuerzo en sólo uno de ellos e inclinarse hacia la poencia de signo contrario. No hacerlo, valía tanto como aceptar la indefensión[8].

Pese a todo, nuestro Ejército de 1808, "supliendo con celo las deficiencias" aludidas, presentaba un estado general no inferior al de otros ejércitos de la época.

"Grosso modo", más de 7.000 jefes y oficiales, encuadrando un contingente superior a los 100.000 hombres, con disponibilidad de armamento, material y municiones que, obviando detalles, podía estimarse suficiente en principio[9]. Sobre cuya base un poder central inteligente y organizador tenía a su alcance estructurar una eficiente defensa nacional. Pero el poder central ni demostró capacidad organizadora, ni a lo largo de la guerra, incluidos sus momentos más angustiosos, concedió al esfuerzo militar la prioridad absoluta dictada por las circunstancias.

Sintetizando, el Ejército español no recibió, ni antes ni durante la guerra, la asistencia prioritaria que la situación requería.

Aludidos ya los antecedentes, se relacionan los datos ofrecidos, adoptando un orden cronológico y precediendo a cada año de una sucinta ambientación general.

1808

Napoleón no previó ni el levantamiento en masa, ni su virulencia. En la falsa idea de que se trata de simples disturbios, ordena enviar expediciones que resultan de idas, con vueltas fallidas. Dupont, que llega a Córdoba, pero que ha de retroceder hasta Andújar; Moncey, a Valencia, para retirarse a San Clemente; Duhesme que, obligado a desistir ante Gerona, se reintegra a Barcelona; Lefebvre, que resulta frenado en Eras del Rey; Schwartz, primero sólo y luego con Chabran, son derrotados en los Bruch.

Ciertamente que Lasalle con Merle, triunfa en Cabezón y ocupa Santander, cerrando con ello una óptima entrada a la posible ayuda inglesa, y que Bessieres lo hace en Medina de Río Seco. Pero también lo que es que seis días más tarde las tropas españolas vencen asombrosamente en Bailén. Se levanta el sitio de Zaragoza y Gerona fuerza que levanten el suyo. Europa, sorprendida, aprende que las Águilas imperiales pueden ser batidas. Y Napoleón, "una mancha sobre su vestido", proyecta raudamente el desquite de la "infame capitulación". No logra reunir los 250.000 que pretende, pero sí 180.000 hombres.

Los españoles, con unos 150.000 y la candorosa esperanza de otro Bailén, despliegan en semicírculo. Las alas del dispositivo son fuertes, pero el centro muy débil, porque el Ejército de Extremadura y las fuerzas aliadas de sir John Moore, por causas diversas, llegarán tarde a la cita.

Ante el dislate, Napoleón no puede dudar: Rompe el centro por Gamonal el 10 de noviembre, rebate a Soult sobre la derecha (Espinosa de los Monteros, 11 y 12 de noviembre) y a Ney sobre la izquierda en Tudela (23-XI), destrozando el dispositivo y marchando hacia Madrid que, ciudad abierta, ha de capitular (7-XII); mientras Zaragoza sufre nuevo sitio, a unque esta vez "reglado", como si de una plaza fuerte se tratara.

(Napoleón, noticioso de que Moore pretende sorprender a Soult, sale contra aquél, pero intrigas francesas le hacen ceder el mando a Víctor y regresar a Francia. Es su gran ocasión española perdida. En tanto que Moore, en retroceso, logra el reembarque de los suyos merced a la batalla de Elviña (15 y 16 enero 1809); si bien a costa de perder la vida).

Generales franceses:

1809

Los franceses, unos 200.000, se establecen y fortifican en la orilla izquierda del Ebro. Los españoles (que renuncian a su persecución) alcanzan los 150.000, aunque con núcleos numerosos sólo en La Mancha y Andalucía.

La España al norte del Tajo quedará ocupada por los franceses.

Napoleón, estimando que los "asuntos de España están casi terminados", retira fuerzas para la guerra con Austria, pese a lo cual decide la invasión de Portugal: Víctor, desde el Tajo al Guadiana, dominará Extremadura y proseguirá a Lisboa; Soult, desde el norte, marchará también hacia Lisboa, venciendo al destacamento de Craddock y Lapisse, marchando desde Salamanca hacia Abrantes, ligará ambas acciones. El plan obtiene éxitos iniciales, pero fracaso final.

Wellington presiona a Soult hasta Galicia, donde éste se acuerda con Ney para limpiar la región. El intento se frustra. Ney es detenido en Puente Sampayo y se desiste del plan, resultando Galicia libre de franceses.

Los aliados conciben una operación de gran alcance para liberar Madrid con una acción principal de fuerzas combinadas (Wellington y Cuesta) y otra con fuerzas de Venegas que impedirá la llegada de las tropas de José y Sebastiani. Venegas la malogra demorándose, la batalla de Talavera queda indecisa y Wellington, viéndose amenazado por Soult, Ney y Mortier, regresa a Portugal.

Defensa inaudita de Gerona y Derrota pavorosa de Ocaña.

Destacaron:

La heroica defensa de Zaragoza (21-XII-08 a 20-II-09); Medellín (28-III), que hubiera sido victoria española de haber actuado bien la caballería; Alcañiz, que sí lo fue principalmente por la destacada actuación de nuestra artillería; Talavera (27 a 29-VII), éxito táctico costoso pero desaprovechado; Almonacid (11-VIII), derrota inútil del inútil Venegas; Tamames (18-VIII), victoria del duque del Parque, invertida en Alba de Tormes (23-XI); Ocaña (19-XI), plan disparatado de la Junta Central con ejecución lamentable de Areizaga, y Gerona, asombrosa al punto de que la bibliografía extranjera suele juzgarlo el hecho más glorioso de la guerra, le otorga el calificativo de heroica y a su gobernador, Alvarez de Castro, el de legendario. Lo que no impidió que los franceses lo encerraran en el castillo de Figueras, donde murió, con dudas de si por envenenamiento.

Generales franceses

1810

Napoleón, después de Wagram, queda en situación de realizar el máximo esfuerzo para acabar con la resistencia española, para lo que aumenta su contingente de fuerzas en España hasta 270.000 hombres. Da prioridad a la derrota de Wellington, si bien el rey José estimará más urgente la invasión de Andalucía, aprovechando los efectos de la victoria de Ocaña.

(En Portugal, Ney, a quien Napoleón concede el mando, sucumbirá ante la táctica de Wellington de "tierra quemada", y se retirará a Santarem tras haber perdido más del 50 por ciento de sus hombres: 35.000 de los 62.000 iniciales.)

En España, los restos de ejércitos desmoralizados por sus recientes derrotas y el mucho territorio perdido. Son unos 100.000 que, a pesar de todo, seguirán ofreciendo tenaz resistencia.

(A mayor abundamiento, surgen insurrecciones en la América española: Quito, Caracas, Buenos Aires, Nueva Granada, México.)

Destacables: La invasión de Andalucía, que confirma las palabras de Soult a Clarke: En ningún momento..., las circunstancias han sido tan favorables. Y sucesivamente caen Jaén (23-I), Córdoba (26-I), Granada (28-I), Sevilla (1-II) y Málaga (3-II). En cambio, Cádiz, sitiada desde el 5 de marzo, "fiel a los principios que ha jurado", se mantendrá firme hasta el levantamiento del sitio (24-VIII-1812). Astorga hará una brillante defensa (21-III a 22-IV), gobernada por Santocildes, y Ciudad Rodrigo será otro ejemplo de ruda defensa bajo el mando de Pérez de Herrasti. Por su parte, O'Donell sorprenderá a Schwartz en La Bisbal (éxito que le reportará en su día el título de conde) y el marqués de Campoverde se impondrá sobre MacDonald.

Generales franceses:

1811

Unos 200.000 franceses por 160.000 españoles y la situación se estabiliza, pero sin que se armoinicen las operaciones. Hambre declarada en Madrid desde el mes de septiembre.

Destacan: Batalla de Chiclana o La Barrosa (5-VI), final de un plan que se frustra, de sorprender a Víctor; Albuera (16-V), cruentísima batalla con derrota francesa; sitio de Tarragona (4-V a 21-VI), "uno de los más mortíferos de los tiempos modernos"; Valencia (21-XII), último éxito francés y que vale a Suchet ser duque de la Albufera; victoria de Arroyomolinos (28-X) y asedio de Tarifa (25 al 27-XII), fiasco francés.

Generales franceses:

1812

Principio del fin de Napoleón, que retira de España 50.000 hombres para su expedición a Rusia. Quedan por ello en España unos 210.000 franceses, bajo el mando del rey José, mal aceptado por sus generales, amén de que la necesidad de atender a las guerrillas reducirá la cantidad de fuerzas disponibles para la guerra regular.

(Wellington emprende una ofensiva que ha de parar sin haber obtenido resultados; le contraofenderá Marmont y ello dará lugar a la batalla de Arapiles, Clausel amenazará su retirada sin consecuencias; lanzándose al fin una ofensiva francesa que pudo forzar un nuevo Arapiles de signo francés, pero que Wellington pudo rehuir adentrándose en Portugal.)

Destacables: Las recuperaciones de Ciudad Rodrigo y de Badajoz por los aliados (19-I y 7-IV) y la destrucción del Puente de Almaraz (19-V), que aísla a los franceses de Portugal y a los del Mediodía. La sangrienta batalla de Arapiles (22-VII), por la que los franceses se retiran sobre el Duero, y la victoria de Harispe en Castalla (21-VII).

Generales franceses:

1813

El desastre francés en Rusia yergue a Europa contra Napoleón, quien retira de España Unidades selectas. Es evacuada Andalucía y se inicia el repliegue francés (al Ebro, luego al Zadorra). El rey José ataca en Vitoria. Su repliegue es defectuoso y sufre una derrota; el copioso botín abandonado contribuye a debilitar su persecución. Napoleón cede el mando supremo a Soult. Este decide socorrer a Pamplona, es detenido en Sorauren y entonces lo intenta con San Sebastián. No obstante la plaza es conquistada por los anglo-portugueses, quienes se comportan en la capital aliada, incomprensiblemente, con auténtico salvajismo. El mismo día en que tiene lugar la batalla de San marcial, última importante en España, mientras Suchet se ha ido replegando serenamente desde Valencia al Llobregat.

Destacables: Vitoria (21-VI), desaprovechada; San Marcial (31-VIII), brillante actuación de los infantes de Freyre. Y los franceses perseguidos rebasando sucesivamente el Bidasoa (7-X); Nivelle (10-XI) y el Nive (13-XII).

Generales franceses:

1814

Después de Leipzig, Francia ve invadidas sus fronteras. Soult, en su misión de contener el avance anglo-hispano-portugués, encajará sucesivamente las derrotas de Ortez (27-II), Tarbes (20-III) y Tolouse (10-IV), batalla esta última que por trágica pirueta del azar, se librará después de que Napoleón abdicara de sus poderes (6-IV).

Generales franceses:

La Paz

El 19 de abril tenia lugar la firma de un armisticio por el que se concedía la repatriación con armas y bagajes a las guarniciones francesas que aún quedaran en España.

Y el 30 de mayo de 1814 se firmaba un Tratado de Paz entre España y Francia.

La pesadilla española había terminado con la derrota de sus invasores, su expulsión del territorio nacional y la persecución en el suyo.

Comentarios

  1. La magnitud de las bajas ocasionadas al generalato francés supera con toda probabilidad lo que una estimación apriorística hubiera podido señalar.

  2. Treinta y tres generales franceses muertos y el insólito porcentaje del 154 por ciento que representa sobre los heridos, induce a pensar que la combatibilidad de las Unidades españolas rayara por encima de lo habitual.

  3. El ejército español que la protagonizó había sufrido, desde sus inicios la tremenda perturbación de recibir un ingente número de voluntarios tan dispuesto a la lucha como a no aceptar las exigencias de organización y disciplina. Y ello cuando los cuadros de mando profesionales se habían visto mermados porque como señalara el teniente general conde de Clonard "En los primeros encuentros con los franceses, sucumbieron la mayor parte de los oficiales de mérito e instrucción de nuestro Ejército".

  4. Napoleón, tan necesitado del concurso de sus generales, tiene que enviar a más de doscientos y hasta dieciocho de sus mariscales, incluidos los más sobresalientes como se infiere de esta nómina formada casi al azar:

    Doce mandos de élite que Napoleón no hubiera enviado contra ejércitos mediocres, y sí contra ejércitos imbuidos de lo que alguien llamó "inextinguible espíritu de lucha".

  5. Las fuentes utilizadas corresponden a un solo Centro, el Servicio Histórico Militar. Si la consulta se extendiera a otros similares españoles, franceses e ingleses, las cifras aportadas podrían resultar ampliadas.

    Tales fuentes se han utilizado además con el criterio de excluir las bajas producidas por las guerrillas, o expuestas a dudas Como en lo individual la del general Godinor que se suicidó en Sevilla, aunque la causa fue una serie de derrotas sufridas. Y en lo colectivo, como Bailén, omitiendo (por respeto a los términos de la capitulación de Andújar) a los generales, Vedel, Dufour, Lefran, Legendre, Chabert, Cvrois, Dupré, etcétera.

    Exponer más argumentos no sería difícil, pero sí tedioso. Por ello, sólo uno más, de opinión personal y por tanto discutible.

  6. La singularidad y tenacidad de la resistencia española debió crear en Napoleón una perplejidad que le incapacitó para comprender y reaccionar frente a un comportamiento tan distinto de los que hasta entonces encontró. Un pueblo que al perder su capital no se rinde, sino que se exacerba en la lucha. Unos ejércitos que, vencidos, reaparecen sin demora dispuestos a nueva lid, como Ave Fénix indestructible. Y Napoleón a despecho de su fulgurante campaña española de 1808 se excusa indefinidamente (¿razones? ¿pretextos?) para no dirigir personalmente esa campaña que corte definitivamente una "sangría" que a todas luces se manifiesta letal.

Conclusión

Los datos aportados pueden contribuir a desacreditar esa idea peyorativa generalizada en Europa sobre la actuación y capacidad de nuestro Ejército en la guerra de la Independencia.

Esa idea deformada nace de autores tan remisos al investigar o reconocer méritos de nuestro Ejército, como impulsivos a la hora de resaltar defectos sin detenerse en evaluar posibles atenuantes. Que podían encontrar en personajes como el propio lord Wellington cuando expresa algunas como las siguientes:

"Los ejércitos españoles que no están alimentados, ni pagados, ni vestidos... "

"¿Tenemos la culpa de que... las Cortes hayan descuidado sus deberes... malgastando el tiempo en estériles debates?"

"Los que dirigen han engañado constantemente a los de abajo. "

Si en las condiciones que se deducen de tales premisas, permanentes pero no únicas, el Ejército español logró mantener durante seis años una guerra frente al ejército más experimentado y mejor mandado de Europa, su actuación (abstracción hechas de unos defectos que sin duda arrastró) es digna de admiración y respeto.

ADDENDA

Como final y complemento de lo expuesto, valga esta cifra de un docto historiador extranjero de la guerra, Charles Oman:

"¿Qué hubiera sucedido en Sajonia en 1813 si Napoleón hubiera podido disponer de los 200.000 veteranos encerrados detrás de los Pirineos?... que las aguerridas tropas de Soult y Suchet habrían inclinado la balanza a su favor y permitiéndole imponer a los aliados una paz que hubiese conservado intacto su Imperio?"

C. O. Oman, un Profesor de Oxford que nunca fue hispanófilo, nos brinda con sus palabras, precisamente por eso, el más auténtico "juicio de valor".

Bibliografía principal


[1] Historia política y militar de la guerra de la Independencia de España contra Napoleón Bonaparte desde 1808 a 1814. Madrid, 1833-1837. Trata principalmente aspectos políticos. No está cuidada ni contrastada, sus errores son múltiples. Sin interés militar. Antes se publicaron el Resumen histórico de la revolución de España. Cádiz, 1812 (vs. 1 y 2), Madrid, 1813-14 (vs. 3 y 4) del Padre Maestro Salmón, y la Historia razonada de los principales sucesos de la gloriosa revolución de España. Madrid, 1814. Carentes ambas de valor para consulta militar.

[2] Tres años antes de que por el 18 de Brumario Napoleón fuera primer Cónsul, ya es patente la supeditación española: Declarar la guerra a Inglaterra y ceder a los franceses 15 navíos de guerra, 18.000 infantes, 6.000 jinetes y la artillería correspondiente. Sin condiciones.

[3] El Manifiesto (06-X-1806) buscaba disponer los ánimos para unir España a la cuarta coalición contra Napoleón. Impulsó sin duda a Godoy la decepción de que Napoleón interrumpiera las conversaciones de las que aquél esperaba un Principado en Portugal. Mas la confianza en un ejército prusiano que no lo era del pueblo sino "del Rey" (un Federico Guillermo que aborrecía la guerra), que estaba bien instruido pero mal atendido y cuyos fusiles –como diría Clausewitz- estaban muy limpios pero eran los peores de Europa. Consecuencia lógica, la derrota aplastante de Jena. Y por si no fuera bastante, la inmediata de Auerstadt. Manos libres para Napoleón.

[4] Memorial de Saint-Helene. Las  Cases. París, 1842.

[5] Por fin en 1868 el Brigadier don José Gómez de Arteche publicó el primer tomo de la que resultaría obra monumental y básica; historia fundamental. Pero que, muy detallada, documentada y concienzuda, no acabaría su publicación hasta 1903.

[6] Histoire du Consulat et de l’Empire. M. Thiers. París, 1845-1869.

[7] Histoire of the War in the Peninsula and i the South of France from the year 1807 to the year 1814. T. Cor. Napier. London, 1828-1840.

[8] Las fuerzas terrestres desproporcionadamente reducidas y la Armada hacia la que se vuelca el esfuerzo a partir del Pacto de Familia renovado en 1799, logra número de navíos, pero no dotaciones expertas ni artillería suficiente.

[9] Las fuerzas, realmente disponibles, francesas, puede evaluarse en unos 92.000 hombres en junio de 1808, pero con mandos como Murat, Dupont, Moncey, Bessieres y Duhesme.

   Las españolas en 138.000, de las que restado el Cuerpo Expedicionario mandado por el marqués de La Romana y las Unidades disueltas por los franceses o hechas prisioneras, vendrían a quedar disponibles unos 110.000 hombres.


Nota del editor:

El trabajo desarrollado por el Sr. Barrios, fue publicado en la revista "Ejército", y constituye a nuestro modo de ver, uno de los que del modo más sencillo, con su acostumbrada metodología y profundo conocimiento nos presenta un detallado aspecto de aquella incruenta guerra, al tiempo que nos imbuye ese afán permanent de profundizar más en cuanto aún no se ha divulgado de aquel episodio de la historia de España.