¡Parece mentira, pero ya casi han transcurrido otros cien años!.

Pronto conmemoraremos los doscientos años de aquel mal día del año 1808, exactamente del 2 de mayo en Madrid, en que los artilleros españoles dejaron de rumiar sus disciplinados escrúpulos y hubieron de enfrentarse abiertamente a las fuerzas del mariscal francés Murat.

El día anterior, domingo 1 de mayo el duque de Berg acompañado de su Estado Mayor, atravesaba por la Puerta del Sol, en dirección al Paseo del Prado donde se hallaban formadas las tropas francesas para pasarles Revista militar. Como ese domingo había feria en Madrid, muchos madrileños y campesinos de los pueblos cercanos que por tal motivo se hallaban en la ciudad, viendo la comitiva comenzaron a silvarles e incluso proferir insultos abucheando al mariscal Murat. La algarabía que se formó fue tomando otro cariz en las horas sucesivas de la tarde y noche, el gentío tomaba conciencia de la verdadera situación y podía sospecharse que aquellos pacíficos ciudadanos estaban transformándose, quizás sin saberlo, en los guerrilleros que con su continua labor de interceptación, seis años después lograrían finalmente imponerse a las tropas francesas.

Amanecía el lunes 2 de mayo y la mal contenida ira española se iba evidenciando en cuanto se aproximaban franceses y españoles. Las situaciones de violencia afloraban por la mínima diferencia entre unos y otros. Ante los sucesos que tan tempranamente comenzaban a sucederse, Murat ordena que se distribuya la artillería por la ciudad, mientras escuadrones de soldados de a pié o a caballo recorrerán las calles impidiendo la formación de corros y con ello lo que ya se evidenciaba como disturbios precedentes de la sublevación general del pueblo madrileño.

El dispositivo adoptado por Murat sirvió de mecha para que las aletargadas guerrillas hispanas exacerbado su odio, una vez más se pusiesen de nuevo en marcha en la defensa del suelo peninsular.

Napoleón buen conocedor de la historia militar de los siglos precedentes quizás con antelación sospechó las consecuencias no solamente del levantamiento general, sino las que finalmente reportaría a las águilas galas. En una carta que el Emperador dirigía al duque de Berg y que fue hallada por el conde de las Casas entre los papeles de Napoleón y que lleva la fecha de 29 de marzo de 1808, observamos como Napoleón alertaba a su máximo responsable en España, y le decía:

"...No creáis que vais a atacar a una nación desarmada y que no tenéis más que presentar en parada vuestras tropas para someter España. La revolución del 20 de marzo demuestra que hay energía en los españoles. Tenéis que habéroslas con un pueblo nuevo, que tiene todo el valor y tendrá todo el entusiasmo que se encuentra en los hombres no gastados por las pasiones políticas."

Unos párrafos más abajo, el Emperador insiste:

"...Debe mantenerse la disciplina más severa, no haya gracia aun para las faltas más leves, guardando hacia los habitantes los mayores miramientos y respetando principalmente las iglesias y los conventos.

El ejército debe evitar todo encuentro ya con los cuerpos españoles, ya con los destacamentos, para que en ninguna parte llegue a inflamarse ni siquiera el cebo de una carga.".

¿Qué opinamos hoy de este aparentemente revelador escrito del Emperador?. ¿Fue Murat un engreído representante de Napoleón que le desobedecía y con ello posibilitó el levantamiento, revolución y guerra en la península ibérica?. ¿Podría hoy una ciencia auxiliar como es la Grafología decirnos una realidad oculta durante estos doscientos años: la carta fue escrita en aquella fecha o fue un amaño posterior del Emperador para culpar a Murat?.

De todos modos la entrada de Murat en Madrid se realizó el 24 de marzo de 1808, en aquella exacta cuarentena, el duque de Berg con su permisividad, sus abusos y ostentaciones de poder logró que el pueblo fuese adoptando una posición de claro enfrentamiento.

Aquel trascendental lunes, 2 de mayo de 1808 el teniente de Artillería Rafael Arango fue el primero que aquella mañana se presentó en el Parque de Artillería establecido en el palacio Monteleón y por ello dio las primeras instrucciones a los 16 artilleros de trabajo de que podía disponer, para preparar las armas que aquel día acabaron cubriéndose de gloria. Muy poco después se presentó el capitán Luís Daoíz, siguiéndole los de igual grado Pedro Velarde y Juan Nepomuceno Cónsul, el subteniente Felipe Carpegna con una Compañía de granaderos Voluntarios del Estado. Casi de inmediato por la calle de Fuencarral comienzan a llegar tropas galas, son los componentes de la División de Wesfalia, al mando del general Lefranc. Cuando alcanzan el palacio pretendían descerrajar el portón de entrada al Parque

El coronel de Artillería y habitual historiador de este periodo Nicolás Horta nos recordaba en un trabajo suyo titulado "Represión en Madrid. Mayo de 1808" y publicado en la "Revista de Historia Militar", núm. 38 (1.975), que Fernando de Antón del Oletee a su vez en otro trabajo titulado "Aclaración histórica. El Arma de Infantería en el levantamiento del 2 de mayo de 1808". (1.908), afirmaba que "la Historia militar del 2 de mayo no ha podido aún ser hecha". En efecto decía Horta, "Hoy puede afirmarse lo mismo. Pero, ¿es que el DOS DE MAYO tiene historia militar en el sentido de acción concebida, planeada o ejecutada de acuerdo con los cánones castrenses en alguno de esos tres aspectos?. Continuaba acertadamente Horra diciendo que "... el levantamiento no fue militar. Podría llamársele civil o ciudadano, con motivación primordial monárquica y alimentación palaciega".

 

El 20 de marzo de 1808

Hoy al cabo de los casi doscientos años transcurridos y auxiliados por las innovaciones tecnológicas actuales consideramos que es el momento adecuado para iniciar el aprovechamiento de las palabras de Polibio cuando decía que "... lo propio de la historia es relatar los hechos de acuerdo a la verdad..."* ("Historiografía" de Carlos M. Rama), o de Ranke que en su importante aportación metodológica consideraba que "... a la historia se le ha asignado la tarea de juzgar el pasado, de instruir al presente en beneficio de las edades futuras. Mi trabajo no aspira a cumplir tan altas funciones. Su objeto es solo mostrar lo que de hecho ocurrió...", en otro momento hablaba Ranke de sus comienzos como historiador y afirmaba que "...descubrí por comparación que la verdad es más interesante y hermosa que la ficción. Me desvié de esta, y decidí evitar toda invención e imaginación en mis trabajos y sujetarme a los hechos...".

Decía José Antonio Maravall (En su "Teoría del saber histórico", pp. 66-67) que: "...en un relato de la guerra de la Independencia la expresión "batalla de Bailén" y estamos dispuestos a entenderla como mención de un hecho altamente individual. Sin embargo, la batalla de Bailén está constituida por los miles de actos de todos los combatientes que en ella participaron. ¿Es esa multiplicidad de actos lo que hay que conocer o lo que aquella expresión nos da? Evidentemente, no. Y nadie se lanzaría a sostener que si no se llega al conocimiento de cada una de las acciones que forman la "batalla de Bailén" no es por una razón lógica, sino por una imperfección de la Historia que hoy poseemos. Al contrario, entendemos que en la estructura lógica de ésta, en tanto que conocimiento, está la necesidad de renunciar constitutivamente a ese grado, que consideramos absurdo, de estimación individualizada, de pormenor inútil e infecundo. En cambio, si necesitamos prescindir de esos pormenores, necesitamos, eso sí, atender a otros hechos que se produjeron antes o después o al mismo tiempo, para acabar de entender qué fue eso de la batalla que ganara el general Castaños. Los hechos naturales los vemos relacionados con aquellos que responden a un patrón común; los datos históricos los vemos relacionados con aquellos otros, diferentes entre sí, con los que se nos muestran en conexión. El hecho mismo de esa batalla, aislado, cortado de toda otra referencia, no nos diría nada, puesto que necesitamos contemplarlo en la cadena de hechos que llamamos Guerra de la Independencia." .

"...Historia y biografía no son simplemente tangentes sino secantes. El hecho histórico -personalidad o acontecimiento- no sólo ha debido existir o acaecer y tener especial relieve, sino también haber dejado un rastro. Sin documentos no hay historia, pero conviene erigir los medios en fines ni elevar a fetiche lo instrumental. Por idolatría al documento, se incurre en aquel vicio censurado por Mommsen, de sacar las cosas de lo impreso. Individual en cuanto al tiempo, general en cuanto al espacio, el hecho histórico es irrepetible y se mide por sus efectos intelectuales...". (En "Biografía e historia. Las metáforas del Positivismo", Luís Beltrán Guerrero).

Relativo a como las generaciones ven la historia, decía Julián Marías en su "Método histórico de las generaciones" (pp. 160-166): "...¿Cómo aparece su realidad cuando introducimos como punto de vista el de las generaciones que coexisten en cada momento de ella y se van sucediendo y reemplazando? ...".

Le Bon nos indicaba en su obra "Bases científicas de una filosofía de la historia" (pp. 67-68), que durante las lecciones que en la Sorbona dio el profesor Seignobos éste decía que: "Hechos que no hemos visto, descritos en términos que no nos permiten representárnolos exactamente: he aquí los datos de la historia.".

No podía ser, por lo demás, de otra manera. Desprovistos de reglas precisas, las observaciones utilizadas no reflejaban apenas más que las opiniones de sus autores.

..."Pero, como lo ha hecho notar Fulstel de Coulanges, el espíritu crítico desde hace cincuenta años se ha habituado frecuentemente a juzgar los hechos antiguos desde el punto de vista que nosotros juzgamos posible o verosímil. Concebida de esta manera, no era otra cosa el estudio crítico que el punto de vista personal y moderno sustituyendo a una visión del pasado real. Se ha juzgado según la conciencia y la lógica de las cosas que no se han hecho, ni según la lógica absoluta ni según los hábitos de la conciencia moderna.".

Con más proximidad a la realidad actual, el profesor José Fontanal en su obra "La historia después del fin de la Historia"(pp. 145-146), nos lleva a una conclusión muy similar a la que indicábamos al recordar las palabras de Polibio: "Que la historia sea importante para comprender el mundo nos lo dicen cada día los científicos de otros campos y nos lo demuestran los gobiernos, cuando se esfuerzan en transmitir sus propias "visiones de la historia" a los ciudadanos a través de aparatosos festivales y conmemoraciones en que se malgastan unos recursos que se regatean a los programas de asistencial social (y por supuesto, a la investigación histórica que no esté dirigida dar apoyo a estos festivales)... Merece la pena, pues, que nos esforcemos en recoger del polvo del abandono y el desconcierto esta espléndida herramienta de conocimiento de la realidad que se ha puesto en nuestras manos. Y que nos pongamos, entre todos, a repararla y a ponerla a punto para un futuro difícil e incierto".


Continuará