BALLESTEROS, Francisco

Teniente general

Nació en Zaragoza en 1770. Ingresó como Cadete en el Cuerpo de caballería y estuvo presente en la campaña de Cataluña a las órdenes del Conde de la Unión. Finalizada la guerra se le confirió el cargo de Visitador (inspector) de la Renta de Tabacos y Resguardo de Aduanas del Principado de Asturias, donde en el año 1808 le alcanzó el inicio de la guerra de la Independencia. El antiguo Comandante retirado fue nombrado por la Junta del Principado para responsabilizarse de la recluta de tropas con el grado de Coronel.

Tras la desgraciada batalla de Espinosa de los Monteros (10 noviembre de 1808), Ballesteros se ocuparía de reorganizar a los dispersos y al mando de un grupo de ellos se ocupó en acciones por el Oriente astur. Con una bien organizada División del Ejército de Asturias participó en las campañas del Oeste peninsular, pasando luego, cuando los ejércitos de Blake y Castaños se unen, llega a las provincias andaluzas, donde obtendría algunos éxitos en diversos puntos de las actuales provincias de Huelva, Cádiz y Granada. La Junta de Sevilla le asciende a Brigadier y a Mariscal de Campo. Las Cortes de Cádiz le asciende a Teniente General y le confieren el mando del Ejército de Andalucía. Con sus tropas asiste a la batalla de Bailén.

Cuando desde Cádiz se nombra al general británico Beresford, duque de Wellington, generalísimo de los Ejércitos aliados, Ballesteros se negaría a reconocer aquel mando en un jefe extranjero, razón por la cual fue desterrado a Ceuta. Finalizada la lucha, al regreso de Fernando VII, Ballesteros felicita al monarca y le ofrece sus servicios, que le confiaría poco después el cargo de Ministro de la Guerra. Es el año 1815, el rey le considera enemigo de los liberales, pero ante las sospechas que pronto se evidenciarían, el rey le quitaría la cartera ministerial y le desterró a Valladolid. A raíz del pronunciamiento de las Cabezas de San Juan, Ballesteros se ofrece a Fernando VII para combatir al general Riego, cosa que rechazó el rey. Despechado y molesto por aquel desaire, se unirá a los liberales, los cuales le confían el ataque a la plaza de Madrid. Al mando de un grupo de milicianos madrileños (el 7 de julio de 1822) arrojó de la Corte a cuatro batallones de la Guardia Real que defendían la plaza. Entró en el palacio Real y se entrevistó con el monarca. Lo hablado entre ellos dos nunca se conoció, pero ..., a continuación Fernando VII acepto y prometió "...caminar por la senda constitucional. Yo el primero...". Nombrado Ballesteros Capitán General de Madrid y dando pruebas de su "acrisolado" liberalismo, por otra parte evidenciado ya con su ingreso en la sociedad "Comuneros", al invadir el duque de Angulema el territorio español con sus Cien Mil Hijos de San Luís, el gobierno liberal le confía el mando del ejército de operaciones que ha de enfrentarse e impedir la penetración de los invasores. Ballesteros, sin que se sepan los motivos ocultos que le movieron, o los secretos compromisos adquiridos con el monarca, capitularía ante la vanguardia francesa, firmando el 4 de agosto de 1823 un convenio con el general Molitor, en el que reconocía al nuevo régimen y se obligaba a la entrega de todas las plazas fuertes que estuviesen a su mando. El pobre Riego aun le ofrecería los restos de un ejército con el que pretendía llevar a cabo el último esfuerzo para rechazar a los enemigos. Ballesteros se negó a aceptar el mando, el "agradecido monarca" después de anular todos los decretos y actos del gobierno liberal (1º de octubre de 1823) condenaría a muerte a Ballesteros, quien se libró de la pena gracias a la protección que le hizo el duque de Angulema, que además le facilitaría el embarque en un navío británico que le llevaría a Londres y de allí a París donde desterrado voluntariamente falleció oscuramente.