CONDESA DE BURETA

María de la Consolación de Azlor y Villavicencio.

Baronesa de Valdeolivos.

Era hija de Manuel de Azlor y Urríes y de Petronila Villavicencio y Villavicencio, y nació en Gerona, en el aņo 1773. Muy joven pasó a residir en el palacio virreinal de Zaragoza, donde su padre ejercía el cargo de Virrey de Navarra.

Se había concertado su matrimonio cuando apenas era una niņa, y ahora cuando cumplía diecinueve aņos, contraía matrimonio con aquel joven llamado Juan Crisóstomo López Fernández de Heredia y Marín de Resende, barón de Salillas y pretendiente a los títulos de conde y Seņor de Bureta, perteneciente a una adinerada familia y de vieja amistad con los Azlor. Pasado un tiempo nacerían dos hijos, Mariano de los Dolores y cinco aņos después, María de los Dolores.

En 1805 fallece Juan Crisóstomo, y Consuelo, a sus treinta aņos queda viuda, aunque rodeada de una corte de personas que le apoyan, y que puntualmente le acompaņan en la tertulia de su casa. Son los días de Trafalgar; su casa era un hervidero de apasionadas adhesiones a los destinos de Espaņa. La Condesa se mostraba apasionada partidaria de que el príncipe Fernando relevase a su padre. Pronto comenzarían a llegar las noticias de los sucesos de Madrid; los contertulios irán dejando los salones para ocuparse de la defensa de la patria hollada por los franceses.

Un día acudió a la tertulia Pedro María Ric Uztáriz, por su padre perteneciente a la Casa del Barón de Valdeolivos Carlán de Aguilar, y Seņores de la Bujeda y de Torre de Aguilar, por su madre pertenecía a la Casa marquesal de Tamarit. Era algo mayor que Consuelo, y había sido seminarista, licenciándose posteriormente en Humanidades en la Universidad de Huesca, donde durante algún tiempo fue profesor. El Papa Pío VI le nombró Camarero Secreto. Llegaría a Zaragoza con el encargo de ocupar el cargo de Alcalde del Crimen en la Real Audiencia de Aragón, poco después pasará a ser Oidor y Gobernador de la Sala del Crimen.

A raíz de la relación que se estableció, Pedro María solicita el nombramiento de Regente de Aragón. La familia de la Condesa no le veía muy de su agrado, considerándole de menor calidad social y que graciosamente se revelaría como algo anecdótico, puesto que por el simple hecho de cambiar el modo de vestirse y el cuidado de su aspecto general, produjo el efecto perseguido a su regreso de la Corte madrileņa. El de Ric no se arredó y prosiguió epistolarmente en su empeņo. Mientras esto sucedía, en Espaņa se iba haciendo más insoportable la llegada de más soldados franceses, que ocupaban a su antojo las villas del camino o aquellas otras que por su posible interés militar les aconsejaba la prudencia apoderarse de ellas.

Los sucesos del Dos de mayo, también intranquilizan a los zaragozanos, la Condesa recibe puntuales noticias de cuanto en Madrid sucede, ella y sus amistades se muestran indignados ante lo que dicen las cartas de Pedro María. El odio a los franceses es tanto, que su casa pronto se convierte en un centro de conspiración y preparación ante cualquier eventualidad que pueda sorprenderles en aquellos días.

En Zaragoza estaba de Capitán general el general Guillelmi, que tenía fama de proclive a todo lo francés, y que lo mismo que ocurrió en La Coruņa o en Cádiz, los zaragozanos sospechaban que llegado el caso se pondría del lado francés, puesto que no quiso distribuir armamento entre el paisanaje. Recién llegado de Bayona, de Francia, a donde había ido portando correos para Fernando VII, por orden del marqués de Castelar, y fugado de aquella localidad llegó a la capital aragonesa, el brigadier José de Palafox y Melci, de la Casa de los marqueses de Lazán, perteneciente a los Reales Guardias de Corps había realizado la protocolaria visita al Capitán General durante la que aprovechó para enterarse de cual era el pensamiento de Guillelmi. Otro personaje que había llegado a Zaragoza, era Pedro María Ric.

Detenido el Capitán General, en la Aljafarería, fue nombrado para sustituirle el brigadier Palafox y Melci. Entusiasmado el pueblo, todos se aprestan a defender la ciudad, nobles y pueblo llano se entremezclan en el deseo de fortificar la ciudadela.

La Condesa viuda de Bureta, recibió con mucho agrado el nombramiento, puesto que él era también uno de los que frecuentaban su tertulia siempre que se hallaba en Zaragoza. Ante el avance de un Cuerpo de ejército francés, de unos 6.000 hombres, el 9 de junio de 1808 se reunirían las Cortes de Aragón, con el objeto de organizar la defensa y proceder al nombramiento de los responsables de la Real Audiencia y de los miembros de la Junta Suprema de Gobierno.

Estaba esta Junta Suprema conformada por seis personas, entre ellas figuraba Pedro María Ric. Se daba la circunstancia de que Consuelo y los hermanos Palafox, eran familiares puesto que descendían de los Urríes y Gurrea de Aragón, condes de Luna.

Cuando el 15 de junio de 1808 llegaron a las puertas de Zaragoza las tropas que mandaba el general Lefebvre, se sorprenderían de cómo había variado la ciudad. Inmediata al domicilio de la condesa de Bureta se hallaba la Torre Nueva, punto elegido como observatorio de cuanto ocurría alrededor de la ciudad. Esa proximidad permitía que Consuelo de Azlor supiese en todo momento cual eran las intenciones del enemigo. Comenzaron los ataques y la ciudad resiste, el asedio de día y de noche esta amparado por los continuos bombardeos. El Portillo fue uno de los puntos por los que intentaron abrir brecha los franceses, otro lugar sería por el Arrabal, punto donde más hincapié hacen los franceses, serían tantas las pérdidas francesas, que los zaragozanos empezaron a tener armamento del que retiraban de las zonas de asalto.

La condesa de Bureta desde el primer día acudió puntualmente al hospital de sangre de Nuestra Seņora de la Gracia, donde con otras mujeres ayudaban a Sor María Rafols y el resto de aquellas monjas de la Caridad de Santa Ana, en la atención a los heridos y enfermos que iban llegando. El hospital fue uno de los edificios más bombardeados, falleciendo hasta 9 monjas de las 21 que allí trabajaban. Sin embargo la Condesa proseguía en la infatigable tarea.

El 4 de agosto, los hermanos Palafox dejaron la ciudad, los zaragozanos no se arredaron, este día fueron ellos, solamente ellos serían los que se enfrentasen al Ejército francés. La condesa de Bureta organizaba el servicio de agua para los hombres que se hallaban en las baterías de aquellas ensangrentadas trincheras, con una serie de mujeres que con ella vivían después de haberse quedado sin techumbre. Los caballos y mulas que poseía se empleaban en el transporte de municiones, en el movimiento de la artillería, etc. Entretanto en la cocina de su casa se mantenía continuo fuego para hacer las comidas con que surtía a los defensores. Su casa era por decirlo así, un centro estratégico de servicios desde donde partían o a donde llegaban los que solicitaban auxilios, llegando en este día a ocuparse con otras personas que ella dirigió, de las abandonadas defensas de las inmediaciones de su casa, montandos dos piezas de artillería. La ciudad resistió, y el día 8 regresa Palafox, acompaņado de un convoy de víveres, que tanta falta hacían, así como de un grupo de Voluntarios de Aragón.

Normalizada en lo posible, la vida en Zaragoza, desde que el 13 de agosto los hombres de Verdier levantasen el sitio, los restos de la casa de la condesa de Bureta volvió a ser el efervescente foco de tertulianos de siempre, a los que se unieron aquellas personas que habitaban entre lo que de ella quedaba.

El 24 de agosto, de la mano de Palafox, llegó el nombramiento de Regente de la Real Audiencia, para Pedro María Ric.

Días después se casarían Pedro María, vizconde de Valdeolivos y Consuelo, en la mayor intimidad.

El 10 de enero de 1809 llegaran nuevamente los franceses al mando del mariscal Morthier, comenzaba el segundo sitio  de la desgraciada ciudad. Ahora aquejada también por la epidemia que se originó por las consecuencias del primero. Víctima de ella fue la madre de Consuelo, la anciana Virreina viuda.

Después de entrevistarse con el mariscal Lannes, la condesa de Azlor sale con sus hijos de Zaragoza, dirigiéndose hacia el Alto Aragón, no a Cádiz como le recomendaba el general francés. Pedro María los acompaņará el 12 de marzo de 1809. Hallándose en Valencia, la Condesa de Bureta se agravó en su dolencia, el viaje a Cádiz se demoraría un corto tiempo. Pedro María y su familia embarcarán en el puerto de Alicante, con objeto de dirigirse a ocupar su nombramiento como Vocal de las Cortes, por la Junta de Aragón y parte de Castilla.

Expulsados los franceses del territorio espaņol, la Condesa y su familia regresan a Zaragoza, residen en la calle Nueva del Mercado, número 23. El general Palafox ordenaría el pago de los gastos y perjuicios que los de Bureta y Valdeolivos tuvieron por los sucesos de la guerra. Creemos que otros más humildes no tuvieron tan graciosa consideración, a pesar de haber sido tan patriotas como ellos.

El Regente de la Real Audiencia, Pedro María Ric recibiría al rey Fernando VII en su visita a la ciudad. La esposa y condesa de Bureta se siente halagada con la visita del rey, para unos días después se espera de a luz un niņo, que Fernando VII quería apadrinar. No obstante su estado, Consuelo acude a la misa de doce del domingo 3 de diciembre, en la parroquial de San Cayetano, al día siguiente nace un niņo, al que apresuradamente imponen el nombre de José Luis, puesto que nació muerto. El siguiente día 6, es el entierro del infante.

La condesa de Bureta, victima de una gangrena fallece el 23 de diciembre de 1814, después de haber hecho testamento. Dejaba dos hijos de su primer matrimonio, Mariano y María López Fernández de Heredia y Azlor, así como una niņa, María del Pilar Ric y Azlor, hija de su segundo matrimonio. Pedro María fallecería el 29 de marzo de 1831.