MINA el Mozo, Martín Javier

Nació el 1 de julio de 1789, en la casa familiar que los Mina tenían en el lugar de Otano, inmediato a la Sierra de Alaiz, en Navarra. Era el tercer hijo de Juan José Mina Espoz y de María Andrés Larrea. No muy lejos en Idocin, tenía familiares muy próximos, los Espoz, a los que frecuentemente visitaba. Desde los primeros años en que comenzó a reunirse con otros amigos y emprender largos recorridos por las tierras de la Cuenca de Pamplona, se le conocía por el nombre de Javier Mina. Iniciose Javier en los estudios del latín, matemáticas y humanidades en el Seminario pamplonés y allí se hallaba cuando estableció amistad con un coronel retirado, Juan Carlos de Aréizaga el cual le aconsejaba y explicaba su interpretación de la marcha que llevaban las guerras europeas. Por estas razones, el joven Javier Mina estuvo muy atento a los movimientos que las tropas francesas hacían por la península Ibérica. La clara interpretación que tenía de los hechos propició que ya el 9 de febrero de 1808, cuando llegaron a Pamplona noticias de que procedente de Roncesvalles se aproximaba a la ciudad un contingente de unos 2.500 hombres al mando del general D'Armagnac, Javier no fuese a clase y dedicase todo el tiempo a observar los movimientos y ocupaciones de aquellos soldados, en compañía de un tío suyo, Francisco Espoz. Los comentarios entre ambos, debieron ser de un claro recelo ante aquellos soldados que aparentemente venían amigablemente.

El 16 de febrero el general D'Armagnac tomó la Ciudadela, de un modo artero, lo cual fue lógicamente muy mal acogido por los pamploneses, que veían traicionada su hospitalidad ante unas tropas en tránsito.

Las noticias que Javier va recibiendo de su amigo el coronel de Aréizaga son cada vez más preocupantes, de un similar modo ha caído la ciudadela de Montjuich y se amenaza gravemente la plaza de San Sebastián. El Motín de Aranjuez, el madrileño asalto al palacio del Príncipe de la Paz y la toma del Trono por Fernando VII, producen en el joven Javier un estado de ánimo que le exalta. Este estado de las cosas se exacerba en el círculo estudiantil pamplonés, donde desde los primeros momentos se comienza apreciar el interés que los postulados de Javier despiertan en sus compañeros. Las enseñanzas recibidas de Aréizaga producen en las palabras que dirige ahora Mina un efecto muy grande, unido al énfasis que emplea en sus comentarios. La incontenible pureza de los patrióticos deseos de aquellos jóvenes se vió compensada tras los sucesos del 2 de mayo en Madrid, con una lenta gestación que el 24 de mayo origina la entrada en el parque de la Aljafería y el armamento del pueblo.

En los primeros días de octubre de 1808, De Aréizaga pide a Javier Mina que vaya a Goizueta y se una a él, y como era de esperar así ocurre. Su primera acción es la de observar los movimientos franceses al otro lado de los Pirineos.

Por ese Pirineo veremos un día como un aldeano atraviesa por intrincado vericueto y se introduce por los pueblos cercanos de la montaña, averiguando cuanto le es posible. En pocos días esta de retorno con importante y básica información.

De Aréizaga se traslada a Zaragoza, como no podía ser de otro modo, le acompaña Javier en labores de informador, dado que las anteriores veces se había mostrado como un sagaz y perspicaz especialista en este tipo de lucha.

Ocupado en su actividad y hallándose próximo a la plaza de Jaca, recibe la información de que el regimiento navarro del coronel Doyle, días antes se había rendido. Casualmente en este regimiento, en el mes de febrero de 1809 se había alistado su tío Francisco Espoz. Indagó si estaba entre los prisioneros y supo que había logrado huir hacia Navarra.

Tras la acción de Alaiz, y por indicación de Aréizaga que quería aprovechar las aptitudes de Javier, le ordenó marchase a Navarra y propiciase el levantamiento de partidas de voluntarios que tanto resultado estaban dando en otros puntos de España.

En el mes de agosto de 1809, Javier comienza a levantar el que será temible Cuerpo de voluntarios, conocido desde ese momento bajo el nombre de "Corso Terrestre de Navarra", sus primeros componentes son: Félix Sarasa, Ramón Elordio, Lucas Gorriz, su tío Francisco Espoz. y otros diez campesinos que abandonando la laya tomaron el trabuco y la espada. La base de sus acciones la establecieron en El Carrascal. Los asaltos, las emboscadas fueron dando sus frutos. Por un lado la toma de prisioneros, bagajes, enseres y dinero, por el otro la continua llegada de nuevos voluntarios que en pocas semanas engrosan el número de componentes del Corso, ahora ya unos doscientos hombres. En Lumbier, después de tomar unos ochenta caballos, crea y dota de lanzas la naciente caballería del Corso, que en poco tiempo se convertirá en temible Cuerpo.

En octubre de 1809, la mayoría de los navarros querían ¡Irse a Mina!, sinónimo de dejarlo todo e ir a pelear contra los franceses al lado de aquel joven general. La leyenda había comenzado, con sólo veinte años recién cumplidos, en torno a sí aglutinaba a todo el país frente a los franceses. Estos preocupados por el cariz que tomaban las acciones en aquellas inmediaciones enviaron al general D'Agoult a combatirlo, teniendo lugar la primera acción en Estella, donde por circunstancias aún no determinadas, Javier estuvo a punto de caer prisionero, si no hubiese sido porque el estellés Hilario Martixa le ocultó y luego, en el momento adecuado lo condujo a campo abierto.

Reunido Javier con los suyos en la Venta de Urbasa, cuando se dirigía a Viana, tiene un tropiezo con los franceses, y salen malparados al perder dieciocho hombres. En noviembre, habiéndose quedado en Los Arcos para reponerse y adiestrar el personal de que disponía; ahora son 300 de Infantería y 100 de Caballería, el Corso dada su versatilidad y maniobrabilidad es ya un peligroso adversario para los franceses.

Desde que comenzaron sus acciones, Javier Mina siempre había enviado a sus prisioneros al Depósito de Lérida. Con ellos mantenía una escrupulosa consideración, que sin mediar tratados ni otro tipo de acuerdos, eran parangón de futuras interpretaciones acerca del trato a los prisioneros. Sin embargo la actitud adoptada por los franceses tras la acción de la Venta de Urbasa, originaría el que ya nunca más los prisioneros franceses tuviesen garantía alguna de vida en el caso de caer ante sus hombres.

En la acción de Urbasa cayó prisionero Vicente Carrasco, uno de sus primeros guerrilleros, junto con otros dieciocho voluntarios más. Los franceses para escarmiento y atemorizamiento del pueblo, ahorcaron en la plaza Mayor de Pamplona a Carrasco, mientras al pie del patíbulo arcabucearon a los otros dieciocho prisioneros.

Poco después, en Tiermas, el Corso de Javier y los hombres del guerrillero aragonés Miguel Sarasa, acordada una unión temporal entre ambas fuerzas, se apostan en el puente y esperan el paso de la columna francesa que se aproxima. Unos 500 enemigos quedan a merced de los guerrilleros; durante más de cuatro horas los galos intentan sobreponerse a la sorpresa que les dirigió Javier, y de la que se retiraron tras graves pérdidas. Fue este el primer combate en campo abierto y siguiendo tácticas de estrategia puramente militar. A partir de ese momento el grupo de guerrilleros que comanda no tiene descanso, las acciones se suceden: Alto de Rocaforte, Caparroso, Los Arcos, Torres, asalto de Tudela. Se hace dueño de las rutas de Navarra con el Alto Aragón y un tiempo después, tras la acción de Tudela, en diciembre, emprende la reestructuración de sus voluntarios, puesto que son ya 1.200 infantes y 150 de caballería. A partir de ese momento quedaran encuadrados bajo el nombre de Primero de Voluntarios de Navarra. Vestirán casaca parda con collarín y vueltas carmesí y botones blancos. Pantalón de igual color, sombrero de copa alta negro. Su edecán será Gregorio Cruchaga, la Infantería estará al mando de Calvo, mientras la Caballería la mandaría Severino Iriarte.

La inmediata acción será la de Mendigorría, cercanías de Estella, donde no ejecutan más que cortos tiroteos, sin que realmente suceda un enfrentamiento claro y continuo, constituyendo realmente un contenido retorno a otros asentamientos. Después vendrá el ataque a Sangüesa, de la que se apodera y desde la que parte hacia las Cinco Villas.

Un nuevo contratiempo, Napoleón ante la peligrosa escalada que lleva a cabo Javier Mina, ordena que el general Harispe, navarro también, pero al servicio de Francia, que persiga y termine con Javier y sus hombres. Enterado Mina, lo sorprende y derrota en la carretera de Tudela, haciéndole numeroso muertos y unos 140 prisioneros. El Primero de Voluntarios pasa a Monreal, pero antes vuelve a atacar a los franceses en Tiebas, se vuelve hacia Tafalla donde sorprende a la guarnición, apoderándose del comandante francés y de otros importantes prisioneros, víveres y bagajes.

Incansable, prosigue hacia Miranda de Ebro, Sesga. Más tarde se separa de sus hombres y se entrevista en Lérida con el Conde de Orgaz, de donde regresa en el mes de marzo, sin haber prosperado en acuerdos importantes, aunque en los días siguientes lo veremos poner en práctica algunos de aquellos planes. Con unos 700 hombres emprende las acciones desde Ribas, ataca en Egea, lucha en las cercanías de Zuera, un convoy de 40 carros de artillería y varios furgones en Caparroso, asalto a Puente la Reina y así seguiríamos la larga relación de operaciones en las que él o sus hombres inquietan diariamente a los franceses.

El general Dufour no soporta la presión que ejerce Javier Mina, y envía a sus comandantes en diversas direcciones con ánimo de apresar al joven jefe guerrillero. Desde el 27 de marzo de 1810, Javier descansa en Labiano con solamente catorce de sus hombres, a legua y media de Pamplona, Labiano es por la proximidad a la capital y centro de asentamiento del Cuartel general francés, un lugar peligroso y sin fácil posibilidad de huida en caso de verse atacado. Dos días después, el 29, una columna al mando de Schmitz le descubre y ordena los movimientos conducentes a copar a Mina en el pueblo. Conteniendo su avance con objeto de distraer hacia si el ataque, después de que hubiese logrado que la mayoría de sus hombres eludieran el cerco, Javier acabó siendo sorprendido mientras se dirigía a las alturas inmediatas, siendo bloqueado por el voltigeur Thirienne mientras el gendarme Michel le golpeó duramente con su sable en el brazo, mientras otro gendarme Gallien, cogía la yegua y pistolas de Javier Mina. Con el codo izquierdo destrozado por los golpes de sable y sujeto fuertemente en el suelo por sus captores, Javier Mina es tomado prisionero. Inexplicablemente Mina había desoído los consejos de su amigo Munárriz que le aconsejó siempre buscar un lugar más abierto y no encerrarse en aquel ya para él, nefasto lugar.

Trasladado a Pamplona, encerrado en su fortaleza es sometido a un primer interrogatorio, y días después curado de sus heridas. Desde allí, el día 3 de abril, con una escolta de unos 400 soldados, lo conducen a Francia. La lenta marcha les lleva el 7 a cruzar el río Bidasoa. Llegados a Bayona, Schmitz entrega el prisionero al general Hedouville, el cual lo encierra en el Castillo Viejo, donde permanecería durante mes y medio, luchando por conservar su brazo, hinchado y con graves síntomas cercanos a la gangrena. Finalmente la herida fue cerrando y solamente quedaba el dolor de verse encerrado en aquella mazmorra tan próxima a los lugares de sus correrías.

Durante su estancia en aquella prisión, le llegan noticias reservadas relativas a lo que sucede en Navarra. Su tío Francisco Espoz ha tomado el mando de sus Voluntarios.

El 19 de mayo, requerido reiteradamente por Napoleón en París, sale en aquella dirección, acompañado solamente por el practicante Hariague, que le continuará haciendo curas y el teniente de Gendarmería, Etxegarai. Llegan a aquella capital el 25 de mayo y es trasladado a la Torre de Vincennes, donde quedara retenido hasta que el 8 de febrero de 1814 se le traslada a Samur, a donde llegará el siguiente día 10. El escaso espacio disponible hizo que pudiese coincidir en los patios con otros generales españoles prisioneros. Abad, Blake, Camino, Lardizabal, La Roca, Marco de Pont, Miranda, O'Donell, Santa Cruz, y así unidos, comentan las noticias que les llegan relativas al desarrollo de las guerras de Napoleón por Europa.

Acosado por todas partes, Napoleón es empujado por el Norte, por las tropas rusas del Zar Alejandro y las del Rey de Prusia, las cuales luchan el día 30 de marzo en Vincennes y toman París el 31. Por el Sur, a través de los Pirineos, avanzan las tropas hispano-luso-británicas que comanda el general Wellington.

Al siguiente día, 1º de abril, ponen en libertad a todos los prisioneros de Estado que había en París, aunque a la fortaleza de Samur no llegará la orden de libertad hasta el día 14. Dos días después, el 16 de abril de 1814, nuestros generales quedan libres. Javier Mina sale con dirección a Navarra. En el trayecto conoce el lugar donde se hallan los hombres del regimiento Voluntarios de Navarra, es en la villa de Lacarra, en territorio galo. Hacia allí se encamina, ocupados en el bloqueo de San Joan de Pie de Port, se encuentra la ahora División Mina, o también División de Navarra, con once mil hombres, de Infantería, Caballería y Artillería al mando del Mariscal de Campo Francisco Espoz y Mina. Coincide su llegada a Lacarra con el fin de la guerra, por lo que regresa a España con aquellas tropas a través de Valcarlos y Roncesvalles.

Javier Mina, el Estudiante, había dejado sus mejores años en las prisiones francesas, por defender la libertad de su patria y tratar al tiempo de hacer retornar Fernando VII. Su familia perseguida y también deportados a Francia, su hacienda perjudicada por el abandono y el acoso.

Ahora, cuando el rey llega y hace su triunfal y deseada entrada en España, todos esperan que vuelva la tranquilidad y el sosiego necesario para emprender juntos la marcha al amparo de la Constitución. Sin embargo negros nubarrones se ciernen sobre la patria española, la ruindad del monarca pone en prisión o ejecuta a quienes fueron sus más firmes cimientos de libertad.

Javier y su tío Francisco son atacados desde el primer momento por el ingrato y felón Rey. A pesar de ello Espoz solicita se le conceda a su sobrino el grado de Coronel y el mando del Regimiento Húsares de Navarra, en compensación a su brillante expediente y a los cuatro años que pasó prisionero en Francia.

Tío y sobrino preparan el pronunciamiento de sus tropas, sin embargo algo les indica que deben de anticipar la acción. Así, el sábado 25 de septiembre se lleva a cabo la rebelión, sin embargo razones diversas hicieron fracasar las operaciones concertadas. Mina y Espoz huyen a las montañas y se dirigieron a Dax (Francia), donde el 4 de octubre se reúnen Mina y el coronel Asura en Ainhice-Mongelos y prosiguen hasta Pau, donde son retenidos y enviados a Burdeos. Dos días después, el 11 llegan oficiales españoles con intención de que les entreguen a los retenidos. La pertinaz defensa de los derechos de asilo que llevo a cabo el rey francés, Luís XVIII, con Espoz, su sobrino y compañeros: coronel Asura; capitanes Fidalgo, Tolosana, Linzoáin; tenientes Asura, Erdozáin, Hernández; capellán Michelena, trasladándoles a ciudadela de Blaye, posibilitó el que éstos pudiesen rehuir el patíbulo con que el ingrato rey Fernando pretendía obsequiarles.

Tiempo después, pasa Javier a Bayona y de allí embarca para América el 5 de mayo de 1816, con intención de unirse a las tropas que luchan por la libertad de Méjico. Varios liberales lores británicos le posibilitan la reunión de unos dos mil hombres españoles, italianos e ingleses, que a las órdenes de Javier lucharan en pos de las banderas del cura Hidalgo. Fomentada la intriga en sus filas, Javier se encuentra sólo en Puerto Príncipe, aunque hallará nuevas fórmulas por las que proseguir. Muchas son las peripecias de aquellos días, y que por lo dilatado soslayaremos. El 27 de octubre de 1817, cae prisionero en las cercanías del rancho Venadito, en las cercanías de La Luz, sin que al principio el Dragón que lo derribó supiese de quien se trataba. Tras identificarse, el dragón le lleva ante su jefe el coronel absolutista Orrantia, que al día siguiente entra triunfalmente en Silao con Mina prisionero y la cabeza del coronel Pedro Moreno clavada en una lanza. El Virrey por esta gloriosa acción fue premiado con el título de conde de Venadito.

Unos días después, Javier Mina es llevado al destacamento de Liñán. El día 11 de noviembre de 1817, festividad de San Martín, fue llevado por un piquete a la cresta del Cerro del Bellaco. Allí, a las cuatro de la tarde, colocado de espalda al piquete ejecutor, fue fusilado por los soldados del Batallón de Zaragoza. Tenía 27 años. Está enterrado al pie de la Columna de la Independencia de Méjico, en la ciudad de México.