Por D. Manuel Santiago Arenas Roca, Presidente de la Asocación Histórico Cultural " The Royal Green Jackets " y Presidente del Comité Organizador de la Batalla de La Coruña. |
Nació en Glasgow (Escocia-Inglaterra) en 1761 y falleció en La Coruña el 16 de enero de 1809.
General Ingles que tomó parte en la guerra de la independencia, al lado de las tropas españolas y halló la muerte en la famosa batalla de Elviña, librada en las afueras de La Coruña.
El general británico Sir John Moore, había sido enviado a España el año 1808 encomendándosele al mando superior del Ejército inglés, compuesto por 30.000 hombres, con la misión de colaborar en el intento de expulsar de nuestro territorio a las tropas napoleónicas.
Napoleón, que había llegado a Madrid en los primeros días del mes de diciembre de 1808, al tener conocimiento de la presencia del Ejército inglés en el valle del Duero, decidió marchar contra él, con 70.000 hombres, llegando a Astorga, a las puertas de Galicia, el 2 de diciembre de 1808. Mas, requerida su presencia en París por graves problemas de Estado, regresó urgentemente a Francia, dejando programada, antes de marchar, la ocupación de Galicia y Portugal que encomendó a sus mariscales Soult y Ney.
Sir John Moore que tenía establecido su Cuartel General en Salamanca desde Septiembre de 1808, al tener información de la llegada a la Península de nuevos contingentes de tropas francesas en cifra muy superior a las suyas y acaudilladas por el propio Napoleón, decidió emprender su retirada hacia Galicia. En dicha retirada, el Ejército inglés sufrió más a causa de la inclemencia del tiempo, que por los ataques de sus perseguidores. Sir John Moore llegó a La Coruña, donde fue recibido con gran entusiasmo el 11 de enero de 1809, cuando aún no había arribado al puerto coruñés la escuadra que había de llevarle a él y a sus tropas a Inglaterra.
Los franceses no llegaron a las puertas de La Coruña hasta el 14 de enero, el mismo día que, por fortuna para los ingleses, fondeó su escuadra en el puerto herculino. La presencia de las naves exarcebó la belicosidad de las tropas francesas dispuestas a impedir el reembarque de los ingleses, que casi estaban en trance de capitulación. Soult se dispuso al asalto definitivo.
Al amanecer del día 16 de enero (1809) se encontraban frente a frente dos Ejércitos que encarnaban dos tendencias opuestas de la política europea, acaudillados por dos colosos del arte de la guerra: el general británico Sir John Moore y el mariscal francés Juan de Dios Soult.
Sir John Moore contaba 48 años de edad y desde los 15 prestaba servicios militares. A los 25 ya era general y a los 37 había sido nombrado Mayor general. Había peleado en las campañas de América del Norte, Gibraltar y Córcega, en la India, en Irlanda y en Holanda. Después asistió al sitio de El Cairo, mandó un Cuerpo de Ejército en Sicilia y con 10.000 hombres partió a prestar ayuda a los suecos contra los franceses, rusos y daneses. Pasó a Portugal y entró en España hasta Salamanca donde comenzó la retirada hacia Galicia. Su valor y su pericia le habían dado una inmensa popularidad. Perteneciente a una nación en la que no abundan los militares mimados por la fortuna, poseedor de un brillantísimo historial y en pleno apogeo de su prestancia varonil, su fama había cundido por todos los ámbitos de la Gran Bretaña. Era envidiado por los hombres y admirado por las mujeres y amado, en un relativo secreto y sobre toda ponderación (con arreglo a las normas románticas de la época) por Lady Esther Stanhope, a la sazón de 33 años, extraña figura femenina, sobrina de Pitt, dotada de una extraordinaria belleza, de un claro talento y de una energía y originalidad excepcionales.
Contaba el General inglés con un lúcido plantel de capitanes integrado por Sir David Baird, Hope, Fraser, Lord Paget, Hill y Beresford. Y al mando de Soult figuraban héroes de la talla de Meriner, Merle, Delaberde, La Housaye, Lorge y Franceschi.
La batalla fue muy costosa para ambos bandos contendientes. Alcanzado por una bala de cañón en el hombro izquierdo Sir John Moore, hubo de ser retirado de la línea de fuego evacuado a la ciudad. También fue herido en la batalla el general inglés Sir David Baird por lo que se hizo cargo del mando el general Hope. Fue, en realidad, una batalla sin vencedores ni vencidos pues Soult consiguió su propósito de expulsar de la península un brillante ejército y Moore logró el reembarque del grueso de sus tropas.
Las fuerzas de guarnición en La Coruña, una vez embarcados los ingleses, consistían en dos batallones de milicias y un reducido número de paisanos armados. A la doce de la mañana del día 18 de enero, Soult envió un emisario a parlamentar con el Gobernador militar, el cual convocó a las autoridades explicándoles la imposibilidad de defenderse. La capitulación fue firmada el día 19, aunque los franceses ya habían entrado en la ciudad el día 18.
La ocupación de la ciudad por las tropas duró aproximadamente seis meses, desde los mediados de enero a mediados de junio del citado año 1809.
El cuerpo ensangrentado del caudillo inglés recogido en el campo de combate, había sido conducido a la casa número trece del Cantón Grande. El general todavía vivió unas horas, pero sobre las diez y media de la noche expiró rodeado de sus consternados ayudantes. Esa misma noche fue conducido el cadáver al baluarte de San Carlos, donde al pie de la muralla, fueron enterrados sus restos mortales. De esta primera sepultura fue posteriormente transportado el héroe a la que hoy ocupa, por orden del Marqués de la Romana. A esta última sepultura es a la que se refiere Borrow (Jorgito el inglés) que visitó La Coruña en 1836, con las siguientes palabras: "Es un delicioso paraje y la perspectiva que se abre ante él, extensa". Tres años después, el General Mazarredo organizó una suscripción pública para arreglar la tumba y hacer el trazado del jardín que en la actualidad la rodea.
El jardín de San Carlos es, para los coruñeses, un lugar de recogimiento. En este encantador, apacible e histórico rincón coruñés suele reinar un gran silencio solamente atenuado por las risas de los pequeñuelos que juegan por sus carreros, los trinos de los pájaros de sus inmensos árboles y el rumor del mar que se encuentra treinta metros más abajo. En la parte sur del jardín se abre sobre la bahía un estratégico mirador, que nos ofrece una dilatada y hermosa visión de la ciudad y sus lejanías. A ambos lados, dos grandes lápidas reproducen los poemas dedicados a Sir John Moore por el poeta inglés Charles Wolfe y Rosalía de Castro.
Charles Wolfe sólo contaba dieciocho años cuando compuso su famosísima oda "El entierro de Sir John Moore" inmortal elegía cuya paternidad ha sido objeto de muy vivas polémicas. He aquí el poema de Charles Wolfe, traducido al español, en versión un tanto libre:
No se oyó un tambor ni una nota funeral
Cuando aprisa llevamos su cuerpo a la muralla.
Sobre la tumba donde depositamos al héroe
Ni un soldado disparó salvas en su honor.
Lo enterramos en medio de la noche silente
Cavando los terrenos con nuestras bayonetas
A la luz macilenta de una luna indecisa
Y al triste resplandor de una linterna.
Ni en una sábana o mortaja lo envolvimos
Ni un inútil ataúd encerró su cuerpo
Mas parecía como un guerrero que descansa
Con su capote militar envuelto.
Pocas y breves fueron las preces que rezamos
Y de nuestro dolor no dijimos ni una palabra
Pero a la faz del muerto miramos muchas veces
Pensando amargamente en el mañana.
Pensábamos al tiempo de abrir su angosto lecho
Y mientras alisábamos su solitaria almohada
Que sobre él pisarían enemigos y extraños
ĄY que nosotros estaríamos lejos sobre las olas!
Que hablarían del muerto tal vez con ligereza
Y le harían reproches sobre sus fríos restos
Pero poco ha de importarle si reposar lo dejan
En la tumba donde un británico lo ha puesto.
Sólo mediada esta nuestra ardua tarea
Cuando sonó la hora de la retirada
A lo lejos se oían cañonazos aislados
Que el enemigo terco disparaba.
Lenta y tristemente le bajamos
Del campo de su fama reciente y ensangrentada a la fosa
Ni una línea grabamos, ni una piedra pusimos
Le dejamos sólo con su gloria.
Un poco como respuesta al poema de Charles Wolfe, nuestra eximia Rosalía, compuso una hermosísima poesía titulada "NŽa tumba dŽo xeneral inglés Sir John Moore morto nŽa batalla dŽElviña (Cruña) o 16 de xaneiro de 1809" cuyos últimos versos dicen así:
Cando dŽo mar atravesés as ondas
Y ó voso hirmán a visitar voyades
Poñé nŽa tomba o cariñosos oido
E si sentís rebuligar as cinzas
E sŽescoitais indefinibres voces
E sŽentendés ó qué esas voces digan
A y-alma vosa sentirá consolo.
Ąel vos dirá quŽarrededor dŽo mundo
tomba mellor quŽaŽquŽatopou nŽachaara
sinon dŽos seus antrŽo amorosos abrigo!
Nació en Glasgow, el 13 de noviembre de 1761, era hijo del doctor en Medicina y notable literato, Moore. Su madre, Mary era hija del profesor Simson, de la Universidad de aquella ciudad. John realizó sus primeros estudios en la Hih School de Glasgow, donde muy pronto parece ser se distinguió por su carácter atrevido, osado, intrépido y un tanto indómito. De temple irascible y con muy fácil llegada a la iracundidad, era sin embargo una persona que tenia en aquellos años mozos una " bella expresión en su rostro, figura simpática y atractiva ".
A la temprana edad de 13 años, inició un dilatado viaje por Europa junto al Duque de Hamilton, e incluso llegaría a cursar estudios de Ciencias Exactas y Naturales en un acreditado colegio de Ginebra. Se distinguió en Aritmética y Geometría; sin embargo donde mejor se defendía era en boxeo, esgrima, equitación y baile. Poco después los estudiosos jovenes viajan a Strasbourg y Carlsruhe, donde Moore se dedicó al estudio del idioma alemán; ingresando en el colegio militar de Brunswick donde se instruye en la ciencia militar. Siempre juntos, pasan luego a Berlín donde son recibidos por Federico II, quien les agasaja y lleva a presenciar en varias ocasiones las brillantes revistas militares que tradicionalmente llevaba a cabo el ejército de Prusia. En 1775 se dirigen a Viena y allí es presentado en la Corte al Emperador José II. Prosiguiendo en su viaje de estudios se dirije a Nápoles, donde a poco de llegar recibe la noticia de su nombramiento como Alférez del Regimiento número 51, al tiempo que la correspondiente licencia para proseguir en sus estudios, aprovechando la prensencia en Italia para instruirse en Arte y en el idioma italiano.
En 1777, después de un periplo de casi tres años, regresa a Glasgow y se incorpora a su Regimiento de guarnición en la isla de Menorca, por lo que comienza a entrar en el conocimiento del idioma español. Dos años después, en 1779 el teniente Moore solicita ser enviado a América para integrarse en el Regimiento del Duque de Hamilton, de guarnición en Halifax (New Scotish) y a su llegada es nombrado Pagador Mayor del Regimiento. Sigue las vicisitudes de su Cuerpo durante todas las campañas que los británicos llevan a cabo en aquel lejano territorio, hasta que en 1783, ascendido a Capitán, por disolución de su regimiento regresa a Inglaterra, quedando de remplazo, momento que aprovecha para dedicarse al estudio más profundo de la Táctica y la Fortificación.
Vuelve al servicio activo en 1787 y pasa destinado como Mayor al Regimiento núm. 60, hasta el año siguiente en que es destinado al Regimiento número 51 de guarnición en Cork, momento que coincide con su ascenso a Teniente coronel. En 1790, hallándose en Irlanda es promocionado al grado de Coronel. En marzo de 1792 es enviado a la guarnición de Gibraltar, desde donde realiza diversos viajes, entre ellos uno por España y otro hasta Tolón desde donde junto al Mayor Kochlek realizan un reconocimeinto de la isla de Córcega, a la sazón en rebeldía contra Francia. Decidida Gran Bretaña a auxiliar al patriota corso Paoli, envía a Moore que desembarca el 7 de febrero de 1793 al frente de 669 hombres y dos piezas de campaña, tomando parte en varias acciones hasta lograr expulsar a los franceses de aquella isla. De nuevo en Gran Bretaña, ha de responder de varios cargos que contra él se hacen, sin que lleguen a ocasionarle perjuicio alguno en su carrera como prueba el hecho de ser nombrado Brigadier-General de las Indias Occidentales. Toma pues el mando de la Brigada de extranjeros que se halla concentrada en la isla de Wight, saliendo en febrero de 1796 para las Barbadas, desembarcando en el siguiente mes d eabril e iniciando de inmediato las acciones militares contra los indígenes sublevados, tomando la capital Santa Lucía y posesionándose como Gobernador hasta el año siguiente en que se le urge la inmediata presencia en Inglaterra, debido a que se teme algún ataque frncés a la isla. Moore recorre la costa a bordo de un navío, con el objeto de determinar los posibles lugares donde pudieran aquellos realizar un desembarco. Superado aquel periodo de inseguridad, al año siguiente, en 1798 es nombrado Jefe de Estado Mayor del Ejército en Irlanda, territorio en aquellos momento insurreccionado contra la Metrópoli. Logra batirlos en todos los frentes y por ello se le recompensa con el empleo de Mayor General. Moore tiene en esos momentos, 37 años.
En 1799 retorna a Irlanda y desde allí pasa a Holanda, donde toma parte en diversas acciones y es heridos en tres ocasiones. De resultas de sus méritos, una vez retornado a Gran Bretaña es nombrado Coronel de su antiguo Regimiento núm. 51. Vuelve a Menorca en el año 1800 y con aquella base realiza diversas acciones por el Mediterráneo, hallándose en el desembarco de Aboukir, donde recibió una grave herida en una pierna. En 1804 fue nombrado Caballero de la Orden del Baño.
Era Moore el recurso para los momentos difíciles, razón por la que en 1804 es nombrado jefe del Cuerpo de Ejército británico formado por 12.000 hombres y con destino a auxiliar al Rey de Suecia. Embarca en Deal con destino a Gottembourg y lleva a cabo varias acciones hasta que nuevamente es enviado con urgencia esta vez a Portugal para que se reuniese con Sir Hew Dalrymple, donde permanece hasta la evacuación francesa bajo el mando de Junot.
El 27 de octubre de 1808 entra en Salamanca , y el 12 de diciembre sale repasando el Duero hacia Zamora don dirección a León. El propio Napoleón, desde Madrid, pasando por el Guadarrama, sigue las columnas de Moore tratando de ponerse a su espalda. El 20 se reune Moore con el Cuerpo de Ejército que manda Baird, llevando consigo las Divisiones de Hope y Frazar. Moore vadea el Duero por Tordesillas y se replega sobre Mayorga, llegando el 21 a Sahagún. Es este el momento crucial de la larga marcha británica. Moore abandona al Marqués de la Romana, y sale el 26 hacia Benavente, dinamitando el puente de Elza para asegurar su żretirada? a Galicia. La retaguardia británica se enfrenta a la vanguardia gala y alli, en Benavente queda prisionero el general Lefebvre. Moore prosigue en sus movimientos y dinamita los puentes del Orbigo. Llegado Napoleón a Astorga es reclamado a Francia por lo que desde alli da instrucciones claras a Soult encargándole la persecución de los británicos.
Moore prosigue apresuradamente por Ponferrada hacia Villafranca. Mudos testigos de las graves tropelías que en este tránsito cometieron nuestros aliados son los montes de aquellos términos. En Cacabelos los franceses alcanzan la retaguardia británica y causan unas 300 bajas. Durante las acciones por aquellos peñascales, muere el general francés Colbert. Desde Villafranca, Moore sigue hacia Lugo y logra entrar en sus murallas el 3 de enero de 1809. El 9 se enfrenta en La Tolda con las tropas de Soult, mientras sigue en su huída a La Coruña, destruyendo como siempre cuanto puente hallaba a su paso. Nuevamente alcanzada la retaguardia británica se enfrentan en el lugar de Rodeiro, al margen del río Mandeo. Huyen de Betanzos, el 11 y destruyen el puente medieval de Las Cascas, los de Cambre y El Burgo poco después de haber visto en la otra orilla la ya no lejana segura muralla de La Coruña, la más bella ciudad desde el mar, vigilada desde la noche de los tiempos por el escrutador faro romano de Hércules.
Situado en la dominante posición de los altos del Peñasquedo, dando espalda al monte Elviña, Moore inseguro da órden el día 13 de volar los polvorines llamados del Escorial, temiendo que los franceses pudieran vencer en aquella batalla que se avecinaba si no les diese tiempo a embarcar a todas las tropas.
Tenemos a Moore esperando el avance de Soult que al mando de unos 20.000 hombres, en tres divisiones mandadas por Mermet, Merle y Delaborde ha logrado rebasar los puentes que no había visto el británico, los de Celas de Peiro y el día 13 ha logrado recomponer el destruido del Burgo, por el cual avanzan ya el resto de las tropas y se sitúan sobre los Altos de Palavea y Peñasquedo, desde donde Soult ve como el 14 la bahía coruñesa se llena con las velas de aquel convoy de más de 100 buques de transporte y 13 de guerra para su escolta.
Se inician por el monte de San Cristóbal las escaramuzas previas a la batalla el día 15. Moore inició el embarque de tropas al mediodía del día 16, casi coincidiendo con el ataque de las tres columnas francesas sobre el reducto de Elviña. Los británicos resisten tenazmente, Napier y Stanhope resisten con su Regimiento núm. 50 y hasta logran un avance sobre un cercado de piedras. En otro punto los bravos Higlanders rebasan las líneas francesas. En ese momento un apresurado galopar y sobre el campo aparece el mariscal Soult, quien con una rápida mirada se apercibe de que el punto a batir es precisamente el pueblo de Elviña, por lo que dispone que dos Batallones del 2ș Regimiento Suizo bajen a Palavea y apoyen al 31, al 122 y al 47 que acaban de ser desalojados por la brava decisión británica. Cuando todo parecia favorable a los británicos, Moore que se hallaba entusiasmado con los resultados obtenidos hasta el momento, quizás un tanto desprotegido, y cuando desde el lugar conocido como Pena do Galiacho observaba los logros del Regimiento número 4, bruscamente cae del caballo. Rápidamente atendido por el Coronel Grahan, el Capitán Hardinge y un soldado del Regimiento 42, es retirado entre todos al abrigo de uno de los numerosos muros de piedras que separaran los predios y que han favorecido las acciones británicas y dificultado el habitualmente infrenable galope de la caballería francesa. El capitán Hardinge pretendió sacarle la espada que aun pendía de su cintura y que dificultaba su colocación contra el muro, a lo que Moore rotundo se negó. En improvisada parihuela, es conducido apresuradamente hasta la ciudad, penetrando sus porteadores por la Puerta de la Torre de Abajo (actual zona entre las plazas de Orense y de Mina), prosiguiendo hacia la Pescadería, al llegar a la altura del número 13 del Cantón Grande, domicilio del comerciante don Jenaro Fontenla, el general se duele y es subido a la sala del primer piso, donde al ser atendido por los médicos observan estos la gravedad de las heridas del bravo británico, y la irremisible pérdida que a las pocas horas se confirma. Un proyectil de cañón le ha destrozado el hombro izquierdo, llevándole parte de la clavícula, quedando el brazo sujeto solamente por unos jirones de piel y quizás algún tendón. Los franceses ante la decidida actitud británica no pudieron penetrar en la ciudad hasta que finalizó el embarque de todas las tropas, que finalizaría durante la tarde del día 18, dejando muchos muertos en tierras peninsulares y sobre todo el hito que perenne quedaría marcando las horas finales, su general el insigne Sir John Moore Simson.
Enterrado al pie de las murallas, más tarde fue colocado su pétreo catafalco en el medio del más romántico y apacible jardín donde nadie podría dormir siglo tras siglo, el coruñés jardín de San Carlos, antiguo baluarte de la ciudad y hoy balcón abierto a la bahía coruñesa. Este catafalco, inicialmente sobre un simple zócalo, y parece que por muestra de respeto de los franceses, decía:
"Juan Moore
General en Jefe de las fuerzas inglesas
Muerto en la batalla
1809"
El monumento actualmente ha tomado una nueva configuración que consiste en un pedestal y sobre él un sarcófago encerrado en una cerca de piedra de 1,20 m. de altura y 5,30 de largo, por 4 de ancho, adornado con pilastras, almohadillas y recuadros en los entrepaños, rematando en un simple tejadillo. Descansa por sus dos extremos sobre un pedestal de 1,80 metros de largo, por 0,80 de ancho y 1,20 de alto, que se apoya al tiempo sobre dos escalones de 0,10 cada uno. Haciendo guardia de honor en sus extremos, hay cuatro morteros enterrados en el pavimento hasta algo más que sus muñones. Otros cuatro cañones enterrados hasta la recámara y con los cascabeles mirando al catafalco desde cada esquina en la parte exterior de la cerca. Protegido todo el conjunto por una verja de hierro, consta este nuevo cerco de un zócalo de 0,30 metros de alto, un dado de 0,50 y una cornisa de 0,20. Los frentes laterales llevan recuadros platerescos. El sarcófago tiene una longitud de 1,80 metros por 0,80 de ancho, y 0,60 de alto. Los materiales utilizados son el granito para el sepulcro, piedra blanca para la urna y la calidad más corriente para la cerca. Exteriormente el cierre se sustenta sobre un zócalo de piedra de 0,50 de alto, y 8 metros de largo, por 5 de ancho y 2 de altura desde el basamento. En los frentes Norte y Sur del pedestal lleva dos tarjetones con la siguiente inscripción:
"JOANNES-MOORE
EXERCITUS BRITANNICE DUX
PRAELLO OCCISUS
D. 1809."
En la cara Oeste y en el lienzo interior de la cerca, hay otra inscripción que dice:
"THIS BARRIER BUILT AND THE
MONUMENT REPAIRED BY
ORDER OF THE BRITISH GOVERNEMENT
A D 1824.
RICHAR BARTLETT
Consul."
En el centro de la cerca, en su parte posterior, hay una lápida de mármol blanco, sobre la que se esculpió la siguiente leyenda:
"IN MEMORY OF GENERAL SIR JOHN MOORE
WHO FELL AT THE BATTLE OF ELVIÑA WHILE. COVERING
THE EMBARKATION OF THE BRITISH TROOPS,
16 TN JANUARY 1809."
En la restante cara Este,por dentro de la cerca, leemos:
"EL SOR. PRESIDENTE DEL AYUNTAMIENTO DE ESTA CIUDAD.
BANDO PÚBLICO FECHA DE AGOSTO DEL AÑO MANDO
QUE SE EXIGIESE LA MULTA DE VEINTE DUCADOS A CUAL-
QUIERA PERSONA QUE VIOLASE LA URNA SEPULCRAL DEL
GENERAL INGLÉS D. JUAN MOORE LO QUE SE HACE SABER
A TODOS POR EL PRESENTE EN LA INTELIGENCIA QUE EL
CÓNSUL DE S.M. BRITÁNICA EN ESTA PLAZA RECLAMARÁ
DE LA AUTORIDAD COMPETENTE LA IRREMISIBLE EXACCIÓN
DE DICHA MULTA."
El recinto donde se encuentra ubicado el monumento-tumba del general Moore como ya dijimos,era uno de los baluartes de la ciudad que se había encargado de custodiar el sueño eterno del adalid británico. El gobernador militar don Francisco de Mazarredo, en 1834 ordenó transformar el recinto en el bello y melancólico jardín que hoy podemos disfrutar en nuestras aproximaciones a la ciudad que más acogedores sentimeintos tiene hacia el visitante. En 1909, se colocó la lápida de mármol y bronce que ostenta el solar sobre el que existía la casa donde falleció el General Moore.