Queriendo el mariscal Soult hacer levantar el sitio de Badajoz que había emprendido el mariscal Beresford, partió de Sevilla el 10 de mayo, llegando a Santa Marta el 15 con 20.000 infantes, 4.500 caballos y 40 piezas. A su aproximación mandó Beresford descercar la plaza, conviniendo con los generales españoles en una reunión celebrada en Valverde de Leganés, presentar batalla a los franceses en las cercanías de la Albuera, pueblo de corto vecindario, a cuatro leguas de Badajoz, en la carretera de esta capital a Sevilla, situada en la orilla izquierda del río del mismo nombre formado por los arroyos Nogales y Chicapierna, y nudo importante de comunicaciones entre Portugal, Extremadura y Andalucía. El ejército aliado tomó, pues, posiciones el 15 en el Almendral, formando a la derecha las tropas del general español Blake (Componían el llamado ejército expedicionario las tres divisiones de infantería de D. José de Lardizábal, D. Francisco Ballesteros y D. José de Zayas. Mandaba la caballería D. Casimiro Loi, y ejercía las funciones de jefe de Estado Mayor D. Antonio Burriel.), dos divisiones en primera línea y una en segunda, con la caballería cubriendo el flanco derecho, y los anglo-portugueses a la izquierda, entre los caminos de Valverde y Badajoz, la caballería portuguesa al lado de sus infantes, cubriendo el flanco izquierdo, y la británica cerca del arroyo Chicapierna, de donde se replegó al presentarse el enemigo. Incorporóse también la división de D. Carlos de España y la caballería del conde Penne-Villemur, pertenecientes al V ejército español, que mandaba el general Castaños, formando del mismo modo a la derecha. La línea de los aliados se extendía por la cadena de alturas que hay detrás de la Albuera, perpendicularmente al camino de Valverde, ocupando algunas tropas ligeras ingleses, al mando del general Alten, el pueblo de la Albuera. El ejército anglo-hispano-portugués reunía unos 31.000 hombres (27.000 infantes y 3.600 caballos), de los cuales 15.000 eran españoles, por lo cual, siendo en mayor número los anglo-portugueses, tomó el mando en jefe el mariscal Beresford, según lo convenido.
Los franceses se movieron desde Santa Marta en la madrugada del 16, avanzando al abrigo de los chaparros que cubren las orillas del Nogales, y a las ocho de la mañana se presentaba ya frente a la Albuera el general Godinot con una división de infantería, dos regimientos de dragones mandados por el general Briche y una batería ligera que empezó a cañonear las posiciones de los aliados como para atacar su centro e izquierda, cubriendo de este modo el verdadero ataque, que dirigieron los franceses al flanco derecho con ánimo de envolver por esta parte la línea de los aliados. Por fortuna, apercibidos a tiempo nuestros caudillos del movimiento enemigo (El coronel alemán D. Bertold Schepeler fue el primero que llamó la atención de los generales Castaños, Beresford y Blake, por haber visto brillar entre los matorrales de la orilla las bayonetas enemigas.), dispusieron un cambio de frente a la derecha, que ejecutaron los españoles ordenadamente con el aplomo y precisión de tropas veteranas. Entablóse, pues, formal y sangrienta lucha cuando, despues de atravesar el Nogales y el Chicapierna, se adelantaron por el bosque, bajo la protección de fuertes baterías, las divisiones Girard y Gazán, apoyadas por otra de reserva
del general Werlé y la caballería a las órdenes de Latour-Maubourg, tomando parte en la pelea primero Zayas, luego Lardizábal, y sucesivamente todos los españoles, menos dos batallones de Ballesteros, quien con el resto de su división dio una briosa acometida por el flanco derecho de las columnas agresoras, las cuales tuvieron que cejar buscando el apoyo de sus reservas; mas llevados una y otra vez al ataque, consiguieron los enemigos sostenerse frente a las lomas ocupadas por los españoles, esperando arrojarles de ellas en otra acometida. La división inglesa de Steward, seguida de la de Cole, acudía entretanto en auxilio del ala derecha, que encontraron bien reforzada los franceses al emprender de nuevo el ataque. Adelantóse Steward, que se había situado a la derecha de Zayas, con una brigada (Colbourne); mas de pronto se vio acometida por retaguardia por los húsares franceses y lanceros polacos, que a favor del humo de las descargas y del fuerte temporal de agua y viento que a la sazón reinaba, habían conseguido rebasar el flanco sin ser vistos, siendo puesta en dispersión con pérdida de la artillería que llevaba, de 800 prisioneros y tres banderas, siguiendo enardecidos con el triunfo parte de los jinetes enemigos por entre las dos líneas de los aliados, en donde perecieron casi todos, conteniendo a los restantes la caballería española de Penne-Villemur, que repelió gallardamente a la contraria. Renuevan los franceses el ataque con gran furia; pelean ambos contendientes con heroica obstinación, fusilándose a muy corta distancia; toman parte en el combate las reservas enemigas, al ver que se les oponían nuevas fuerzas de los aliados; y diezmadas aquellas valientes columnas, empezaron a flaquear, decidiendo la acción en tan supremo instante las brigadas Harvey y Myers, de la división Cole, que cargaron al enemigo por un flanco, mientras le acometía de frente, arma al brazo y con gran bizarría, la división Zayas. Entonces decayó ya por completo su ánimo, y volviendo la espalda, se arremolinaron y cayeron unos sobre otros, atropellándose ladera abajo en su desordenada fuga. Su caballería, serena y amenazadora, superior a la aliada, y el fuego de su bien servida artillería, impidieron a los vencedores, muy quebrantados también, la persecución, elevándose las pérdidas de éstos a cerca de 6.000 (de ellos 1.400 españoles y 300 portugueses), casi las mismas que las de los franceses, de los que murieron los generales Pepin y Werlé, quedando heridos Gazan, Maransin y Bruyer (De los aliados murieron los generales británicos Houghton y Myers; el teniente de artillería D. Joaquín Moscoso, y los oficiales de Estado Mayor D. Emeterio Velarde y D. Martín Párraga, resultando heridos Stewart, Cole, D. Carlos de España y otros oficiales superiores.).
Permanecieron ambos ejércitos el 17 muy tranquilamente uno enfrente de otro, y por la noche emprendió Soult la retirada, llegando el 23 a Llerena, donde se detuvo para esperar refuerzos. Una vez incorporados, volvió a avanzar el 12 de junio en combinación con el ejército de Portugal, que mandado por el mariscal Marmont, estaba ya en marcha para el Guadiana desde Alba de Tormes, decididos a impedir el sitio de Badajoz, que había emprendido de nuevo lord Wellington; mas éste no se atrevió a medir sus fuerzas con las de los dos mariscales, próximos a reunirse, y levantó definitivamente el cerco, repasó el Guadiana y se acogió el 17 de junio a Yelves. Marmont y Soult pudieron avistarse el 19 sin obstáculo alguno en el mismo Badajoz, reuniendo entre ambos 60.000 combatientes.