22-7-1812. BATALLA DE LOS ARAPILES.

Resuelto lord Wellington a tomar la ofensiva al ver a Napoleón empeñado en la guerra con Rusia, levantó el 12 de junio sus reales de Fuenteguinaldo y se dirigió hacia Salamanca, dividido su ejército en tres columnas, a una de las cuales iban agregados la brigada española de Don Carlos de España y los guerrilleros de D. Julián Sánchez. A su aproximación, el ejército francés llamado de Portugal, que mandaba el mariscal Marmont, duque de Ragusa, y estaba acantonado en dicha capital, la evacuó en la noche del 16, dejando una guarnición de 800 hombres escogidos en los tres duertes levantados allí en los conventos de San Cayetano, Merced y San Vicente, y tomó la vuelta de Toro; mas pesaroso después, volvió sobre Salamanca, cuando ya los ingleses habían escogido buenas posiciones en San Cristóbal y llevado de Almeida artillería gruesa para batir los fuertes de que se apoderaron las tropas británicas el 17, ocupando los dos primeros por asalto y el último por capitulación.

Marmont retrocedió de nuevo a Toro y Tordesillas perseguido por los ingleses, que se detuvieron en Rueda, estableciéndose aquel en la margen derecha del río Duero, éstos en la izquierda, hasta que se incorporó al ejército francés la división Bonnet, fuerte de 10.000 hombres, que le envió Cafarelli de Asturias, con lo cual se elevó el efectivo de sus tropas a 47.000 soldados, de ellos 3.000 de caballería. Entonces, habiendo sabido el general enemigo que el sexto ejército español de Galicia se dirigía a Castilla, decidióse a presentar batalla a su contrario en la primera ocasión oportuna, procurando atraer a lord Wellington a sitio conveniente. Con tal motivo, ambos ejércitos no hicieron durante algunos días sino marchar y contramarchar de uno y otro lado del Duero, ya en la dirección de Toro, ya volviendo sobre Tordesillas, observándose mutuamente y viendo cada uno si podía coger al otro en algún descuido o ganar alguna posición ventajosa que le permitiese batir a su rival.

Al fin Mamont, haciendo ademán de repasar el Duero por Toro, contramarchó rápidamente en la noche del 16 al 17, lo efectuó por Tordesillas y juntó todo su ejército en Nava del Rey en la mañana del mismo día, habiendo andado sin parar nada menos que diez leguas. Acercóse después al Guareña, en cuya orilla izquierda estaban situados los ingleses, y poniéndose el 20 en marcha por su izquierda, obligó a Wellington a emprender igual movimiento por su derecha, dándose el singular y raro espectáculo de dos fuertes ejércitos, marchando paralelamente a menos de medio tiro de cañón uno del otro, por las dos orillas de un pequeño río, sin empeñar combate, que unos y otros deseaban. De este modo volvió el general inglés el 21 a sus estancias de San Cristóbal de la Cuesta, y el francés fue a pasar el Tormes entre Alba y Huerta.

Inminente ya la batalla, atravesaron los aliados dicho río por Salamanca, dejando en la margen opuesta, junto a Cabrerizos, la 3ª división inglesa y la brigada de caballería portuguesa de Urbán, y se establecieron apoyando su derecha en el más pequeño de los cerros llamados Arapiles, que dan nombre al pueblo inmediato, y la izquierda en Santa Marta, cubriendo su línea de retirada a Ciudad Rodrigo. Los franceses, viniendo del río Tormes, se situaron frente a dichas posiciones cubiertos por un espeso bosque, ocupando Calvarrasa de Arriba, la altura de Nuestra Señora de la Peña y el Arapil grande, excelente punto de apoyo que los aliados habían cometido el descuido imperdonable de no ocupar antes. La vanguardia inglesa, apostada en Calvarrasa de Abajo y en Pelabrabo, replegóse a su línea de batalla al aproximarse el enemigo, quedando sólo en el último punto una brigada de dragones.

En la mañana del 22 empezaron a maniobrar los franceses en torno del Arapil Grande cubriendo al despliegue hacia su izquierda con numerosas baterías para tomar una posición oblicua respecto a la de los contrarios amenazando sus comunicaciones con Ciudad Rodrigo, por lo cual Wellington, temiendo además fuese reforzado el enemigo con el ejército del centro que conducía el rey José en persona, llamó hacia sí las fuerzas que había dejado al otro lado del río y las colocó emboscadas tras la Aldea Tejada, para cubrir su retirada, que había empezado ya a emprender a las diez de la mañana. Mas, observando entonces con el ojo avizor de los grandes capitanes que Marmont prolongaba en demasía su ala izquierda, debilitándola, dispuso instantáneamente aprovecharse de la falta de su adversario. Rápido como el pensamiento, lanzó sus tropas al ataque en cuanto dio las instrucciones necesarias, acometiendo a la izquierda enemiga la 3ª división y la caballería del general Urbán con ánimo de envolverla por el estrecho valle del arroyo Zurguen; el centro la brigada portuguesa Bradford, las divisiones 5ª y 4ª y la caballería de Cotton, sostenidas por la 6ª y 7ª que formaban en segunda línea, apoyando el flanco derecho de dichas tropas la brigada española de Don Carlos de España y dos brigadas de caballería, y el izquierdo, la brigada portuguesa Pack que debía arremeter contra el Arapil Grande. La brigada de dragones de la división Cotton y la división 1ª y ligera formaban el ala izquierda en expectativa de los sucesos.

Esquema de la batalla (133.255 bytes)

El éxito más completo coronó las excelentes disposiciones del caudillo británico. La caballería francés, que formada en masa acudió a sostener el ala izquierda de su línea, fue arrollada en una carga impetuosa, y descubierta aquella se vio tan rudamente embestida, que tuvo que retroceder en bastante desorden al bosque que tenía a sus espaldas, dejando en poder de los aliados más de 3.000 prisioneros. Las divisiones 5ª y 4ª avanzaron también escalonadas sobre el centro de los imperiales, empezó a replegarse. El general Pack no tuvo tanta fortuna en su empeño contra el Arapil Grande, pues fue rechazado, aprovechando una brigada de caballería enemiga ocasión tan oportuna para caer sobre la 4ª división inglesa que tuvo que cejar muy maltratada, y ocupar su puesto la 6ª, restableciéndose así favorablemente el combate en aquella parte de la línea.

El mariscal Marmont, al ver arrollada una de sus alas, y bastante mal parado el centro, acudió en persona a remediar el mal; pero tuvo la desgracia de ser herido gravemente en el brazo y costado derecho, y lo mismo el general Bonnet que le sucedió, recayendo al fin el mando en el general Clausel. Tan repetidas desgracias hicieron decaer el ánimo de las tropas francesas; y habiendo conseguido la 6ª división inglesa enseñorearse del Arapil Grande, se declaró todo el ejército enemigo en retirada, protegida por la derecha, que no abandonó su puesto hasta el anochecer, impelida a ello por las tropas aliadas apostadas a la izquierda de nuestra línea. El movimiento lo efectuaron los contrarios con bastante orden, cubriéndose con los encinares del Tormes, cuyo río repasaron sin tropiezo, aunque perseguidos; sólo el 23, abandonada la retaguardia por la caballería, dejó tres batallones en poder de los soldados británicos, que no llevaron la persecución más allá de Peñaranda por haber sido reforzado el enemigo con 1.200 caballos procedentes de su ejército del Norte.

Las pérdidas de los franceses consistieron en 1.800 muertos, entre ellos los generales Ferey, Thomieres y Desgraviers, 2.500 heridos, 7.000 prisioneros, nueve banderas y estandartes y once cañones; los aliados experimentaron unas 5.000 bajas, pérdida de consideración ocasionada principalmente por el empeño del Arapil Grande.

Esta célebre batalla, que valió a lord Wellington el Toisón de oro por parte de la Regencia (La esposa del príncipe de la Paz, doña María Teresa de Borbón regaló al general Wellington, duque de Ciudad Rodrigo, el collar de la Orden que había pertenecido a su padre el infante D. Luís) y nuevos honores y mercedes por el Parlamento británico, fue fecunda en resultados, pues el enemigo levantó el sitio de Cádiz, y el rey José, que el mismo día del combate pasaba el puerto de Guadarrama con 10.000 infantes y 2.000 caballos para auxiliar a Marmont, tuvo que retroceder a Madrid, que abandonó por segunda vez el 10 de agosto, dejando guarnecido el Retiro. El general inglés, que había llegado el 30 de julio a Valladolid, sentó el 1º de agosto sus reales en Cuellar, de donde salió el 6 en seguimiento de José por Segovia y los puertos de Guadarrama y Navacerrada, entrando los aliados en la capital el 12 por la puerta de San Vicente. La guarnición del Retiro, compuesta de 2.500 hombres de todas las armas, capituló el 14, entregando gran número de armas y municiones y 189 piezas de artillería allí almacenadas. El rey intruso se replegó hacia el Tajo, y luego siguió a Valencia, a donde llegó el 31 de agosto.