Batido en Tudela
ejército del Centro, se rehicieron algún tanto sus restos en Cuenca, bajo el mando del duque del Infantado. Este quiso limpiar de enemigos la orilla izquierda del Tajo, que recorrían 1.400 caballos contrarios, acantonados en diversos puntos, y ordenó que general Venegas, con la división de vanguardia, cayese sobre Tarancón, de acuerdo con el brigadier Senra, que debía caer al mismo tiempo sobre Aranjuez, tanteando de este modo la posibilidad de dar un golpe de mano sobre Madrid, con todo su ejército. Dicha operación, que se llevó a cabo en 25 de diciembre, no fue tan satisfactoria como se esperaba, pero hizo comprender al enemigo la necesidad de escarmentar a los nuestros para impedir alguna tentativa audaz, por lo cual el mariscal Víctor, con 14.000 infantes y 3.000 caballos, tropas, según Thiers, de las mejores de Europa, y capaces de derrotar 3 ó 4 veces más españoles de los que iban a combatir, marchó a su encuentro. Consultó Venegas a Infantado al ver la superioridad del enemigo, más nada contestó el general en jefe, y reunido consejo decidióse emprender la retirada desde Tarancón a Uclés para reunirse con la brigada Senra y tomar allí posiciones, lo que efectuó el 12 de enero, juntando hasta 8000 infantes, 1200 caballos y sólo cuatro piezas que oponer a las veinte de la enemigo, mandadas estas por el experto y entendido general de artillería Senarmont.Empezó el combate al amanecer del 13, ataquen del pueblo de Tribaldos, punto avanzado de la posición, de donde el
brigadier Ramírez de Arellano, después de contener algún tanto a los contrarios, se retiró en buen orden y arrogante actitud a la línea de batalla. El ataque principal se dirigió contra de izquierda española, que era la parte más débil, y a cuyo punto pudo subir al trote la caballería enemiga, acometiendo la división Villatte a los cuerpos de infantería que allí había, los cuales fueron arrollados fácilmente, y aunque acudió en su auxilio el brigadier Senra, no le fue dable ya contener a los franceses. Los cuerpos del centro fueron también dispersados, teniendo Venegas que abandonar Uclés, con grave riesgo de caer prisionero, y tomar el camino de Rozalen, lleno de fugitivos en el más completo desorden: no había por aquellas inmediaciones más tropa formada que el batallón tiradores de España (240 hombres), el que en columna cerrada y con su comandante D. Francisco Copóns y Navia a la cabeza, sostenía la retirada de los demás cuerpos, y la efectuaba él serenamente de posición en posición. Los cuerpos de la derecha, que mandaba el brigadier D. Pedro Agustín Girón, se vieron más comprometidos, pues al intentar la retirada, envueltos por la división Rufinn, aunque formaron en columna cerrada para abrirse paso, lo consiguieron muy pocos, quedando la mayor parte prisioneros. De la caballería consiguieron salvarse los Dragones de Castilla, Lusitania y Tejas, no así los regimientos de la Reina, Príncipe y Borbón, que aún cuando acometieron con brío a los jinetes franceses, consiguiendo desordenarles, contenidos por el certero fuego de la artillería enemiga que les acribillaba, fueron casi todos muertos o prisioneros. Las escasas reliquias de aquellas tropas se acogieron a Carrascosa, legua y media distante, en donde encontraron ya al duque del Infantado, que acudía con toda calma al lugar del combate. El ejército del Centro se retiró por Cuenca camino de Valencia, perdió la artillería (15 piezas) en Tórtola, entrose por el reino de Murcia, y desde Chinchilla varió otra vez de dirección, el 21 de enero, hacia Sierra Morena, situándose en Santa Cruz de Mudela.Nuestras pérdidas en tan infausta jornada consistieron en 2.000 muertos y heridos; los prisioneros, según el parte oficial francés, notablemente exagerado, en 4 generales, 17 coroneles, 16 tenientes coroneles, 200 oficiales y 5.460 soldados. Cometieron los enemigos en Uclés toda clase de excesos tratando a sus desgraciados habitantes con verdadero salvajismo.