A LAS BANDERAS DEL REGIMIENTO REAL
DE ZAPADORES Y MINADORES
QUE EN MAYO DE 1808
Fue el primer Cuerpo que se levantó contra Francia, hallándose
En el Establecimiento de Ingenieros de Alcalá de Henares,
Á cinco leguas del ejército francés.
ODA.
Eis-aquí se descobre á nobre Hespanha Como cabeza allí de Europa toda, Em cujo senhorio é groria estranha Muitas voltas tem dado á fatal roda: Mas nunca poderá con forza ou manha A fortuna inquieta por-lhe noda Que lha nao tire o esforzo e ousadia Dos bellicosos peitos que em si cria. |
CAMOES.- "Os Lusiadas"
A continuación, presentamos otra composición en loor del Cuerpo de Ingenieros, cuya autoría corresponde a Don Juan Quiroga y Espinosa de los Monteros, Capitán graduado de Ingenieros y publicado en Madrid por la Imprenta S. Compagni, en 1855.
Dios poderoso que en eternos lazos Sujetas la fortuna, Llenas la inmensidad, y entre tus brazos Meces del tiempo la perenne cuna: Dios santo irresistible, Señor de los ejércitos terrible, Deja que un lampo de tu ardiente espada Ilumine mis ojos, Y de mis padres con la fe robusta Mueva en tu honor mi lengua transportada. Tierra de España cuyos frutos nutre Lluvia de sangre heroica, que vertieron En semana de siglos los que al moro Estocada á estocada repelieron: Madre tierra española Que no cupiste en ti, y al cielo alzaste Los ojos, y prestaste Fe al segundo Moisés única y sola, Y de Dios bajo el ojo vigilante Del mar heriste la ceñuda cara, Y de su entraña el mar produjo un mundo Como la peña el agua con la vara. Patria, cual si no fueras La misma ya en valor, cual si en tu pecho A la fe religiosa El mismo antiguo pábulo no dieras, Con risa desdeñosa Tienden á ti la usurpadora mano; Y del susto juzgándote vencida, Leyes te dá Napoleón tirano. Ah, que bogando por radiantes mares Al dirigir á España su fortuna, De su grandeza por indignas vías Ciego se atropelló: traidor doloso Burlarse quiso del león, que herido Dando un fiero rugido Se abalanzó del águila á las alas: Y avergonzados reyes y naciones Cayeron como buitres sobre el hombre Ya cadáver del dios, á quien rendían En aras de terror adoraciones. Y el noble Portugal, la noble España, Cual en el tiempo antiguo contra el moro, Contra el francés indómitos volvieron El fuego de su saña. Cada monte memoria una hazaña, Testigo cada arroyo de un combate, Contra el francés las piedras se volvían De la sierra de Cintra al Montserrate. Soplo de libertad, aura sublime Que respiran los pechos valerosos, Tú al humilde labriego engrandeciste, Tú al fraile, tú al pastor grandes hiciste, Rindiendo en holocaustos generosos Sus vidas á la patria. Lago de sangre y fuego las ciudades Ara santa eran ellas, Y antorchas del continuo sacrificio El sol de medio día, La palpitante luz de las estrellas. Patria, no los menores En laurívoro afán entre tus hijos Fueron tus ingenieros: su bandera Al resonar el ¡ay! De tus dolores Se enarboló en tus campos la primera. Luego siempre ondeaba Ya en urbana trinchera, Ya en batallas campales, Desde el Betis palmífero hasta donde El viento de Bailen palmas fecunda O cubre de boscajes lauredales. La ciencia es fuerza. Preparad, guerreros, La espada y el compás, que ya en los aires Susurran los fatídicos rumores Del tiempo por venir. Ya se levantan Los nuevos héroes que la madre tierra Pródiga abriendo sus robustos poros Arroja al tiempo. Ya su voz de guerra Siguen los pueblos, y abren el camino Al imperioso espíritu de vida Que bulle sin cesar en el destino. Así Roma á flechazos Unos con otros enclavó terrible Del viejo mundo sueltos los pedazos, Y rodar pudo por su espalda luego El carro que del Gólgota bajara Tirado por los mártires del fuego. España y Portugal á puro golpe Así redondearon La tierra por Oriente y Occidente, Y sus puntas las zonas enlazaron De nación con nación, gente con gente. Mirad la joven frente Del tiempo por venir con la aureola De pensamientos vírgenes que esperan El nuevo esposo cual la virgen sola. ¿Quién ¡ay! De las espadas fecundantes El puño regirá? Llevad, guerreros, Con orgullo la cruz de vuestra espada Sellada de la mano omnipotente A quien los hombres tímidos imploran, Que humillando su rostro las naciones Al Dios de los ejércitos adoran. |
Mayo de 1853.