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Siguiendo el "Año militar español" .

4-3-1811. Célebre retirada de Massena de Portugal 5-3-1811. Batalla de Chiclana 11-3-1811. Capitulación de Badajoz
11-3-1813. Asalto al castillo de Fuenterrabía 17-3-1809. Toma de Villafranca del Bierzo 18-3-1812. Toma de Soria
21-3-1812. Fusilamientos en Soria 26-3-1813. Acción de Orgaz 27-3-1809. Acción de Ciudad Real
27-3-1809. Toma de Vigo 27-3-1814. Capitulación de Santoña 28-3-1809. Batalla de Medellín
30-3-1811. Quema de Manresa por los franceses

4-3-1811. Célebre retirada de Massena de Portugal

Agotados en absoluto todos los recursos del país, y detenido ante los muros de Badajoz el ejército del mariscal Soult, que debía acudir en su auxilio para forzar las líneas de Torres-Vedras, le era de todo punto imposible al mariscal Massena continuar frente a aquellas formidables posiciones; así es que con gran sigilo y habilidad mando este día por delante todos los enfermos, heridos, bagajes y cuanto le era embarazoso, levantando él el campo al día siguiente por la noche. Sólo dos días después se apercibió lord Wellington de la retirada del enemigo, y emprendió lentamente su persecución. Por medio de rápidas marchas, concentró Massena el 9 en Pombal todo su ejército, y venciendo toda clase de obstáculos, llevó a cabo una hábil y admirable retirada, traladándose sucesivamente del valle del Tajo al del Mondego, de éste al Deuza, y del Deuza al Alba, combatiendo en Pombal, en Redinha, en Condeixa, Casal Novo y Miranda do Corvo, hasta cuyo punto maniobró el ejército francés en masa, desplegando es esta difícil operación los más profundos conocimientos del arte de la guerra. Mas los destrozos y desgracias causadas en su camino por los soldados extranjeros, dejaban horribles huellas de sangre y desolación, siendo incendiadas poblaciones enteras, martirizados y degollados sus habitantes, hasta mujeres y niños, sin respetar ni aun los cadáveres de los sepulcros, como sucedió con los de los reyes de Portugal enterrados en Alcobaza, cuyas cenizas fueron esparcidas al viento. Estos desórdenes, ocasionados principalmente por la extremada miseria y privaciones, dieron al traste con la poca disciplina que restaba, llegando todos los cuerpos al extremo de robar y saquear por su cuenta, formándose además, de soldados rezagados, una gavilla de merodeadores, que se apelllidaba a sí misma Décimo Cuerpo de Operaciones. Al fin, por Celórico, Guarda y Sabugal del Coa, pasaron los franceses el 5 de abril la frontera, volviendo a pisar tierra española, después de seis meses de crueles padecimientos, distribuyéndose entre Almeida, Ciudad Rodrigo, Zamora y Salamanca, los 45.000 hombres que a la fuerza de maña y de talento había podido salvar Masssena, auxiliado por generales como Ney, Junot, Reynier y Loisson, de los 80.000 con que había invadido el reino lusitano.

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5-3-1811. Batalla de Chiclana.

Queriendo aprovechar el gobierno de Cádiz la ocasión de haber salido el mariscal Soult con parte del ejército sitiador hacia Extremadura en auxilio de Massena, detenido ante las líneas de Torres-Vedras, intentó dar un golpe de mano contra las tropas enemigas que habían quedado frente a la Isla. Combinóse al efecto una expedición, reuniéndose el 27 de febrero en Tarifa las tropas españolas, transportadas por mar desde Cádiz, las que con 4.000 ingleses y una División al mando de D. Antonio Begines de los Ríos, apostada en Casas Viejas, componían un total de 12.000 hombres. Encargado del mando el general D. Miguel de la Peña, dividió su ejército en tres cuerpos, encomendando la vanguardia a D. José de Lardizábal, el centro al príncipe de Anglona y la Reserva al general inglés Graham. De los 800 caballos de que se disponía, 600 eran españoles al mando del mariscal de campo D. Santiago Whittingham; la artillería consistía en 24 piezas.

El ejército expedicionario se puso en movimiento el 28, dirigiéndose hacia Medina Sidonia por Facinas; mas al llegar a las alturas situadas frente a Casas Viejas, tomó la dirección de Conil por Vejer hacia Sancti Petri. El mariscal Victor, que tenía 15.000 hombres delante de la Isla y otros 5.000 entre Medina Sidonia, Sanlúcar y otros puntos, se situó primero con 10.000 de ellos entre Conil y Medina Sidonia, en expectativa de los movimientos de los aliados; mas en cuanto vio la dirección que éstos tomaban, se corrió y reconcentró en los pinares de Chiclana, colocando convenientemente las divisiones de Ruffin, Leval y Villatte, apoyando su derecha en Torre Bermeja. La vanguardia española embistió con extraordinario brío en la mañana del 5 a la División Villatte, distinguiéndose el Regimiento de Murcia, al mando de su coronel D. Juan María Muñoz, y el de Campomayor (hoy Albuera), que se batió también con la mayor bizarría, siendo vitoreado por los demás cuerpos; el enemigo fue rechazado y conquistadas sus posiciones a la bayoneta, quedando por este lado franca la comunicación con la Isla. Ordenó Peña que la División Graham se adelantase para cooperar al ataque de la vanguardia; mas destacando el mariscal Victor la División Leval contra Graham, se puso él al frente de la de Ruffin y asaltó el cerro del Puerco o torre de la Barrosa, desalojando de dicha altura al general Begines, con el intento de acorralar a los aliados contra el mar. Afortunadamente, se apercibió Graham a tiempo de la intención del enemigo, y haciendo que el Mayor Duncan contuviese con los diez cañones de que disponía a la tropa de Leval, contramarchó rápidamente y arremetió contra el cerro de la Cabeza del Puerco, haciendo desesperados esfuerzos para recabar esta posición. Los franceses la defendieron con su acostumbrado valor; más después de hora y media de sangrienta lucha, sin vida el general Rousseau, y mortalmente herido y hecho prisionero Ruffin, tuvieron que abandonarla, habiendo experimentado en total una pérdida de 2.000 muertos y heridos, y 400 prisioneros; los ingleses perdieron más de 1.000 soldados con 50 oficiales. El mariscal Victor emprendió entonces tranquilamente la retirada, concentrando sus tropas cerca de Puerto Real. No se reportó de esta jornada todo el fruto apetecido, por no haber acudido Peña en auxilio de Graham para completar la derrota de los franceses.

Por Real Orden de 13 de febrero de 1815 creó Fernando VII una cruz de distinción para todos los que concurrieron a la batalla.

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11-3-1811. Capitulación de Badajoz.

Rendida Olivenza el 22 de enero, embistió el mariscal Soult la plaza de Badajoz el 26, abriendo la trinchera el 28 por la izquierda del Guadiana, en cuyo día empezó también un terrible bombardeo, repartidas las 54 piezas de que disponía el enemigo en diferentes baterías que se establecieron en el cerro de San Miguel, en el del Almendro, enfilando el frente de la Picuriña, en la ladera del de las Mallas, entre el Ribillas y el arroyo Calamón, a la izquierda de éste, y en el cerro del Viento, siendo su primer objetivo el fuerte de Pardaleras. Gobernaba la plaza el mariscal de campo D. Rafael Menacho, militar entendido y de gran ánimo, siendo comandantes de artillería e ingenieros, respectivamente D. Joaquín Camaño y D. Julián Albo. La extraordinaria actividad de Menacho no permitía descanso alguno a los sitiadores, pues empezaron las salidas de la plaza en el mismo día de la apertura de la trinchera, repitiéndolas diariamente sin interrupción alguna. En la que se efectuó el día 30 distinguiéndose el Regimiento de Sevilla, que se lanzó con gran denuedo sobre las obras enemigas, con las demás fuerzas de infantería dispuestas al efecto detrás de Pardaleras, hasta el total de cuatro batallones, mientras dos escuadrones de caballería desembocaban por la puerta de Palmas sobre la altura del Viento, acuchillando a los ingenieros y trabajadores (Quedaron muertos en el campo, el comandante de Ingenieros Cazin y el capitán Vainzot, que se defendieron heroicamente. De los españoles pereció el comandante Bassecourt, que dirigía la salida); Y en la del 3 de febrero arruinaron los sitiados gran parte de la paralela, causando más de 200 bajas a los franceses. Socorrida el 6 la plaza por D. Gabriel de Mendizábal, teniendo para ello D. Martín de la Carrera que acometer gallardamente y rechazar hasta más allá del Gévora a la numerosa caballería francesa que había pasado a la derecha del Guadiana, practicóse el 7 una nueva y vigorosa salida contra las baterías de San Miguel y del Almendro, que fueron asaltadas, clavando algunas piezas; Mas los franceses se rehicieron, y al repeler a los nuestros hicieron en ellos bastante estrago, retirándose D. Carlos de España, encargado de la operación, después de experimentar unas 700 bajas (los franceses tuvieron más de 400, contando entre los muertos al capitán de artillería Cazeau, al de infantería Lemut y al teniente de zapadores Bruchon). El general Mendizábal salió de Badajoz el 9, después de dejar en la plaza hasta 9.000 hombres de guarnición, y habiendo presentado batalla al enemigo, tuvo la desgracia de ser completamente batido; mas no se amilanó por esto el bravo gobernador, pues negóse a recibir al parlamentario que le envió Soult, y alentó con su firmeza a todos, proponiéndose resistir dentro del casco de la ciudad, si el enemigo llegaba a forzar el recinto, para lo cual abrió zanjas en las calles, levantó barricadas, aspilleró casas y empleó otros medios de defensa interior para resistir hasta el último extremo. Desgraciadamente, el 4 de marzo, estando en el adarve observando una salida en la que se causó bastante daño al enemigo, una bala de cañón le derribó gloriosamente sin vida. (Un sencillo monumento levantado en el baluarte donde tuvo lugar su gloriosa muerte, le recuerda a la posteridad. Se conserva en el Museo de Artillería, con el número 5.873, un trozo de su faja).

Su sucesor el general D. José de Imaz, no supo inspirarse en tan hermoso ejemplo y capituló seis días después, sin esperar el asalto, si bien estaba ya practicable la brecha de la cortina de Santiago (El fuerte de Pardalera había sido tomado a viva fuerza por el enemigo, casi por sorpresa, en la noche del 11 de febrero, y arruinado después completamente por la artillería de la plaza), en una extensión de 25 ó 30 metros, y bastante maltratados los flancos de los baluartes de dicho nombre y de San Juan, en el frente de ataque, cuando se le avisaba desde Yelves que Massena se retiraba ya de Torrres-Vedras y que la plaza no tardaría en ser socorrida. Para tomar determinación tan poco honrosa, se apoyó Imaz en el parecer del comandante de ingenieros don Julián Albo y de otros jefes, disintiendo de la mayoría el anciano general don Juan José García, que dijo con brío: "Defendamos a Badajoz hasta perder la vida". Y el comandante de artillería Camaño, que propuso esperar el asalto o abrirse paso por entre las filas enemigas. Los franceses ocuparon a Badajoz el 11 de marzo, saliendo por la puerta de la Trinidad y deponiendo las armas en el glácis más de 7.000 hombres útiles; solo una compañía de granaderos mereció el honor de salir por la brecha, distinción concedida graciosamente por el mariscal Soult. Quedaron además prisioneros unos 1.100 enfermos y heridos que había en los hospitales, haciéndose dueño el enemigo de 170 piezas de artillería y de gran cantidad de municiones y pertrechos de todas clases.

La posesión de Badajoz costó a los franceses unos 2.000 hombres. Los ingenieros abrieron más de 8.800 metros de trinchera y emplearon en las obras 15.000 sacos de tierra, 2.000 cestones y otras tantas faginas. La artillería hizo 25.400 disparos, consumiendo en ellos 800 quintales de pólvora.

Durante el asedio, Don Miguel Monturvel, teniente de Artillería de la Brigada de Canarias, de edad ya avanzada, a quien se había confiado, a ruego suyo, uno de los puestos de mayor peligro, perdió las dos piernas y un brazo, y así tan horriblemente mutilado estuvo animando constantemente a los soldados, al grito de ¡Viva España! Hasta exhalar el postrer suspiro.

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11-3-1813. Asalto al castillo de Fuenterrabía.

Habiendo el sargento 1º de la División Mina, Fermín de Leguía, concebido el audaz proyecto de sorprender el castillo de Fuenterrabía, salió de Vera en la tarde de este día, con otros quince hombres provistos de clavos y cuerdas, y arrimándose al castillo a las once de la noche, escaló la muralla con otro compañero, sorprendió y desarmó al centinela, y franqueó la entrada del fuerte a los demás, con los cuales hizo prisioneros a los ocho soldados que constituían la guardia, dedicándose acto seguido a clavar la artillería y arrojar al mar las municiones gruesas, y después prender fuego al castillo, se retiró con algunas armas, pólvora y la bandera del fuerte. La empresa se llevó a cabo con tal presteza, que al apercibirse del suceso la guarnición de la plaza, ya los nuestros estaban a distancia, saliendo en vano en su persecución. Mina confirió a Leguía el empleo de teniente, como recompensa a su brillante hazaña.

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17-3-1809. Toma de Villafranca del Bierzo.

En una de las incursiones que hacían desde Asturias, en León y Galicia, las tropas del marqués de La Romana, encontraron abandonado un cañón de a 12, con bastantes municiones de este calibre, en una ermita inmediata a Ponferrada, sugiriéndoles dicho hallazgo la idea de un ataque a Villafranca del Bierzo, tres leguas distante. Encargóse de la operación el brigadier Mendizábal, con 1.500 hombres de los regimientos de Zaragoza, Zamora, Voluntarios de la Corona y Cazadores de Barbastro, que formaban parte de la vanguardia, y al aproximarse a la plaza se encerraron en el castillo-palacio de la villa los 1.000 franceses que la guarnecían. Empezó el ataque, y después de cuatro horas de fuego, que costó la vida al teniente D. José Castilla, de Zamora, y al capitán de BarbastroD. Ramón Lebrón, amedrentados los enemigos, capitularon al intimarles la rendición, quedando prisioneros de guerra, y muy avergonzados luego de haber rendido las armas a fuerza tan exigua y de tan mal aspecto militar, que se componía casi toda de reclutas sin instrucción.

En 13 de marzo de 1817 se creó una condecoración para recordar este hecho de armas.

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18-3-1812. Toma de Soria.

La llevó a cabo D. José Durán con el auxilio de un plano y de las noticias que le suministró el arquitecto D. Dionisio Badiola. Aunque los franceses intentaron defender la ciudad, no pudieron impedir la entrada de los españoles, que rompieron la puerta y obligaron al enemigo a acogerse al castillo, con pérdidas de alguna gente y de bastantes prisioneros.

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21-3-1812. Fusilamientos en Soria.

Una de las Juntas que, auxiliando a las guerrillas y cuerpos francos, fomentaban además el espíritu hostil de los habitantes contra los invasores por medio de periódicos e impresos publicados en los escondidos lugares donde se albergaban, en este día fue sorprendida por el enemigo. Le componían D. Pedro Gordo, D. José Ortíz Covarrubia, D. Eulogio José Muro y D. José Navas, quienes, trasladados a la ciudad de Soria, fueron fusilados y suspendidos sus cadáveres de la horca. El sacrificio de estos cuatro mártires de la Patria costó la vida a ciento diez prisioneros franceses, que hizo fusilar D. Jerónimo Merino en represalias.

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26-3-1813. Acción de Orgaz.

Al dirigirse el ayudante de Estado Mayor D. Francisco Villa al pueblo de Orgaz con dos compañías de Voluntarios de Cataluña y un escuadrón de caballería de Cazadores de Ubrique, fue acometido éste, cerca de dicho punto, por 800 caballos del enemigo. Nuestros jinetes defendieronse con sin igual bizarría; pero agobiados por el número, tuvieron que batirse en retirada, buscando el apoyo de las dos compañías apostadas en el puente de San Andrés de Yébenes, y gracias a la firmeza y acertado fuego de los infantes españoles, fue contenida y rechazada la caballería imperial, que dejó en el campo 150 hombres y 200 caballos. Como la fuerza total de las dos compañías apenas llegaba a 200 soldados, y la del escuadrón a 120, el general en jefe, el duque de Ciudad Rodrigo, mandó abrir información para pasarla al Consejo Supremo de la Guerra, el cual consideró acreedores a la cruz laureada de San Fernando al citado D. Francisco Villa, al comandante del escuadrón D. Francisco Saliquet, al capitán más antiguo de las dos compañías D. José Piñeiro y al soldado de la de Cazadores D. Juan Vivo (el 14 de abril de 1812, este bizarro soldado había hecho por sí solo cinco prisioneros al enemigo, al perseguirle en su retirada después de la acción de Alcora), con la adición de que al otro capitán de Voluntarios de Cataluña D. Vicente Sánchez se le tuviese presente por su particular mérito en la defensa del puente para los ulteriores ascensos. Perdió el citado escuadrón más de la tercera parte de su fuerza en las cargas que sufrió antes de llegar al puente; las compañías tuvieron solo dos heridos.

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27-3-1809. Acción de Ciudad Real.

Con los restos del ejército del Centro derrotado en Uclés y algunas tropas reunidas en La Carolina, se formó el llamado de la Mancha, que constaba de unos 19.000 hombres, 3.000 de caballería, al mando del conde de Cartaojal, para cubrir la entrada de Andalucía. El duque de Alburquerque, con la mitad de dichas fuerzas, hizo una excursión por la Mancha, hacia Toledo, con el objeto de distraer al enemigo de la operación que tenía proyectada sobre Extremadura (Merece citarse el combate de Mora, librado el 18. Al retirarse de dicha villa 600 Dragones franceses al mando del general Dijon, fueron acometidos por los Regimientos de caballería de España y Pavía, al mando de sus coroneles Gómez y el príncipe de Anglona, cuyos jinetes acometieron con tanto brío al enemigo, que le causaron muchos muertos y le cogieron 80 prisioneros), marchando después con 3.500 infantes y 200 caballos a reforzar el ejército de Cuesta, que se hallaba en dicha provincia. Cartaojal estableció entonces su Cuartel general en la capital de la Mancha, haciendo una correría por Yébenes (al retirarse de este pueblo un Cuerpo de Lanceros polacos, les salió al encuentro el vizconde Zolina con sus jinetes de Borbón, que los acuchillaron y dispersaron completamente, causándoles sobre cien bajas, además de apoderarse de un estandarte, bagajes y bastantes caballos) y cercanías de Consuegra, de donde tuvo que regresar precipitadamente a Ciudad Real, acosado por el general francés Sebastiani, quien a costa de muy pocos esfuerzos y con unos 12.000 hombres le acometió el 27, consiguiendo envolverle y desordenarle, y Cartaojal, completamente turbado, no dictó disposición alguna, dejando en la mayor confusión a sus tropas, que fueron arrojadas sucesivamente, en dicho día y el 28, de Ciudad Real, El Viso y Santa Cruz de Mudela, con pérdida de 2.000 muertos y heridos y otros tantos prisioneros y extraviados, guareciéndose los dispersos en las fragosidades de Sierra Morena. El conde de Cartaojal fue depuesto del mando por su ineptitud, sucediéndole el general Venegas.

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27-3-1809. Toma de Vigo.

El abad de Valladares D. Juan Rosendo Arias Henríquez, tenía muy apretada la plaza de Vigo con las partidas de D. Joaquín Tenreiro Montenegro (Este caballero había estado presente a la hecatombe del Dos de Mayo, y se distinguió mucho durante la guerra, recibiendo en 1810 el título de Conde de Vigo.), Don Juan Almeida y otras gallegas. El alférez D. Pablo Morillo y D. Fernando González, Cachamuiña, que operaban hacia Pontevedra, acudieron al puente de San Payo, por donde amenazaba pasar una columna francesa, y después de asegurar la defensa con cinco cañones que pudieron proporcionarse, marcharon a reforzar a los sitiadores de Vigo con otros 300 hombres. El abad de Valladares había intimado varias veces a la rendición; mas repugnábale al comandante francés capitular con tropas allegadizas, y para vencer estos escrúpulos se acordó ascender a Coronel al alférez Morillo, reconociéndole todos como jefe. Este intimó asperamente la rendición, amenazando el 27 con entrar por asalto y no dar cuartel, por lo que, atemorizados los franceses, convinieron en la capitulación; mas tardando en ratificarse el tratado, en espera sin duda de inmediato socorro, se aproximaron los sitiadores a las ocho de la noche a los muros de la plaza, tratando un anciano marinero de derribar a hachazos la puerta de Gamboa, en cuya heroica empresa fue muerto de un balazo, recibiendo también varias heridas el intrépido Cachamuiña al encargarse de dicha operación. Pero los sitiados, viendo que la cosa iba de veras, se apresuraron a ratificarse en lo convenido, y al día siguiente 28 se posesionó Morillo de Vigo, conquistada sin ingenieros ni cañones, por solo el esfuerzo del patriotismo gallego, rindiendo las armas 46 oficiales y 1.213 soldados que constituían la guarnición, con 20 piezas de artillería, más de medio millón en moneda francesa y muchos de los equipajes del ejército del mariscal Soult. Tan notable triunfo tuvo digno remate con la derrota de la columna francesa que acudía en auxilio de Vigo, la que fue acometida y deshecha por fuerzas que envió Morillo, perdiendo bastantes muertos y heridos y 72 prisioneros, embarcados luego, con los anteriores, en un crucero inglés.

 

Ampliación a la Reconquista de Vigo.

Consideramos que Sir John Moore se limitó a viajar mirando hacia atrás entre Lisboa y La Coruña, olvidándose de contemplar las mínimas aplicaciones de la táctica militar en su paso por las cañadas y vericuetos que entonces suponía el paso por Piedrafita del Cebrero. En cualquiera de aquellos puntos de montaña donde sus soldados se pararon a despeñar cañones y carros de bagajes, abandonando incluso los caudales de los Regimientos, podrían haber dejado apostados pequeños grupos de infantes que cubrirían la retaguardia hasta fijar posiciones.

El día 30 de enero de 1809 llegaron a Vigo tres escuadrones del General Franceschi. El gobernador español, brigadier Villavicencio no fue capaz de ofrecer la mínima resistencia y entregó la plaza a la menor insinuación, quedando la plaza en poder de los franceses, bajo el mando del comandante Jacobo Antonio Chalot. En Vigo quedaría el equipaje del Mariscal Soult ocupado en su visita a Portugal.

Vigo tenía unas murallas que contenían varios baluartes, y dos fuertes por la parte de tierra, el de San Sebastián al Sur y el del Castro, como avanzadilla en el campo de aproximación a la Villa, disponía de seis puertas de acceso: Falperra, Gamboa, Lage, Placer, Ribera y Sol.

El 19 llegan D. Joaquín Tenreiro Montenegro y el capitán portugués Almeyda

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27-3-1814. Capitulación de Santoña.

Bloqueada la plaza de Santoña despues de la batalla de Vitoria, fue encargado de dirigir el sitio y acelerar su conquista el brigadier teniente coronel de artillería y comandante del cuarto escuadrón D. Diego del Barco, con una división de 3.000 hombres y seis piezas de artillería. Aquel acometió el 12 de febrero el fuerte del Puntal, que se ganó el día siguiente; el 21 se apoderó del de Laredo, enseñoreandose asimismo de las obras del Gromo y el Brusco principal; mas tuvo la desgracia de recibir una grave herida a consecuencia de un casco de granada, de cuyas resultas falleció el 26, rindiéndose la plaza a su sucesor D. Juan José San Llorente el 27 de marzo.

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28-3-1809. Batalla de Medellín.

Relevado del mando del ejército de Extremadura el general Galluzo, que se había retirado a Zalamea, por D. Gregorio de la Cuesta, avanzó este hasta Almaraz, de donde desalojó el 29 de enero a los franceses [en el ataque del puente, la artillería ligera consiguió ocupar, por un largo y penoso rodeo, unas alturas que lo dominan, desde cuyo punto apagó los fuegos de los cañones enemigos que defendían el paso, causando además graves pérdidas a los franceses]. El I cuerpo enemigo, compuesto de las tres divisiones de infantería de los generales Ruffin, Villatte y Lewal, o sea unos 14.500 hombres y además 4.200 caballos y 48 piezas de artillería, al mando del mariscal Victor, fue enviado por el rey José sobre Extremadura contra el ejército de Cuesta, con la orden de avanzar hasta Mérida por el camino de Toledo a Talavera de la Reina. Cuesta cortó el soberbio puente de Almaraz el 14 de marzo en el momento en que iba a atacarlo el enemigo, situándose la división de vanguardia, al mando del general D. Juan de Henestrosa, frente a dicha villa; la 1ª división, a las órdenes del duque del Parque, en Mesas de Ibor; la 2ª, a las del general D. Francisco de Trías, en Fresnedoso, y él se estableció en la posición central de Deleitosa con la 3ª, a cargo del marqués de Portago; componían todas las fuerzas al mando de Cuesta unos 14 ó 15.000 hombres, con 2.000 caballos y 30 piezas de artillería. El 15 cruzaron el Tajo por el puente de Talavera los generales Lewal y Lassalle, y corriéndose por la orilla izquierda protegieron el paso del mariscal Victor con la división Villatte por el puente del Arzobispo, apoyada de cerca por el general Ruffin, y el duque del Parque fue atacado por fuerzas superiores, teniendo que abandonar el 18 sus posiciones después de un obstinado y sangriento combate, retirándose a Deleitosa, no sin disputar el terreno palmo a palmo. Entonces el general Cuesta ordenó la retirada general, que hubo de efectuar apresuradamente, si bien se llevó a cabo con mucho orden , por Trujillo, puerto de Santa Cruz, Miajadas [ la caballería de Lasalle iba picando constantemente la retaguardia española que mandaba el general Henestrosa, el cual consiguió escarmentar varias veces a sus perseguidores. El día 20 lanzó algunos escuadrones sobre el enemigo, pasado el desfiladero del Berrocal, y le causó más de 100 bajas; el 21, cerca de Miajadas, al descender del Puerto de Santa Cruz, habiendo observado que un regimiento de cazadores (el 10º) extremaba la persecución, hizo volver caras a los regimientos del Infante y dragones de Almansa, los cuales cargaron por un flanco, con tanto denuedo, a los escuadrones enemigos, que los acuchillaron y pusieron en fuga, causándoles en menos de diez minutos más de 150 bajas, con muy pocas pérdidas de su parte. Murió gloriosamente en dicha carga el alférez de Almansa D. Antonio Baeza.] y Medellín, hasta Villanueva de la Serena, en cuyo punto se incorporó el 27 la división del duque de Alburquerque, procedente del ejército de la Mancha. Con este refuerzo, que no llegaba a 4.400 hombres, creyó ya Cuesta oportuno aprovechar el fraccionamiento de las tropas de Victor en Mérida y Medellín, y en la mañana del 28 avanzó sobre esta villa resuelto a presentar batalla al enemigo.

El ejército español desplegó en línea formando una media luna de una legua de largo, por delante de Don Benito, desde la orilla del Guadiana hasta Mengabril, ocupando la izquierda la división de vanguardia y la primera; la segunda, el centro, y la tercera, con la del duque de Alburquerque, la derecha, bajo el mando del teniente general D. Francisco Eguía. El general en jefe se situó a la izquierda con la mayor parte de la caballería. Línea tan extensa resultó débil en extremo y más no teniendo a retaguardia reserva alguna.

A las once de la mañana del 28, los franceses, ya concentrados, se presentaron frente a la línea española, pasando el Guadiana por el puente de Medellín. Por espacio de algunas horas pelearon los españoles con intrepidez, sosteniendo admirablemente la acción, hasta el punto de hacer perder terreno al enemigo, obligándole a formar los cuadros y en masas compactas, con las que causó gran estrago la artillería; y nuestros soldados, confiando ya en la victoria, amenazaban a los franceses con no dar cuartel, asegurando que los campos de Medellín serían sepulcro de todos ellos; más un incidente inesperado, trocó en un momento el probable triunfo en la derrota más espantosa. Próxima ya el ala izquierda a asaltar una batería enemiga de diez piezas, amagaron una carga sobre ella los dragones de Latour-Maubourg; salieron a contenerlos los regimientos de caballería de Almansa y del Infante y dos escuadrones de Cazadores imperiales de Toledo; mas volviendo de pronto grupas, se declararon en fuga desordenada. En vano el coronel de Jaén D. José de Zayas, que marchaba ya sobre la batería enemiga al frente de una columna de granaderos, apostrofa duramente a los fugitivos, tratando de contenerlos; en vano vuela a su encuentro el anciano general Cuesta para remediar tamaño desorden; todo es inútil; nuestros jinetes, turbados y ciegos por el pánico que les dominaba, arrollan a la infantería y al cuartel general atropellando al mismo Cuesta, que cayó derribado en tierra, pudiendo a duras penas volver a montar a caballo y salvarse; y los mismos que siete días antes se cubrían de gloria en Miajadas, huyen ahora descompuestos y embargados por el terror dejando abandonados a sus compañeros de armas al furor del enemigo, cuya caballería rompió pronto nuestra izquierda dispersándola completamente; el centro fue a su vez arrollado, quedando en el campo mortalmente herido el general Trías, y a la derecha, en la que se sostuvo algún tiempo el valeroso Alburquerque, se vio a su vez envuelta en la derrota general. Los dragones franceses, que se distinguían siempre por su ferocidad, vengaron con cruel saña a sus compañeros del 10º de húsares acuchillados en Miajadas, secundándolos en su obra de exterminio los demás cuerpos de caballería, que se cebaron en las bandadas de fugitivos que se veían por todas partes, y la infantería venía detrás rematando despiadadamente a bayonetazos a los heridos, recordando las amenazas de los españoles de no dar cuartel. La matanza fue horrorosa [ dice Toreno que algunos años después blanqueaban todavía los huesos de los que perecieron en los campos de Medellín, teatro de una de las jornadas más infaustas para las armas españolas]; las pérdidas se elevaron a más de 10.000 hombres entre muertos, heridos y prisioneros, no llegando el número de éstos a 2.000 [contáronse entre los muertos el coronel de Cádiz D. Juan de Villalva y Angulo; el capitán D. Antonio Abaurre, que herido por una bala de cañón al principio del combate, murió a las pocas horas en Don Benito, y los oficiales de artillería capitán D. Francisco Rivespino y teniente D. Luis Mazuela.]; los franceses experimentaron unas 4.000 bajas, según un historiador de su nación, en las cinco horas que duró el combate. Los restos del ejército vencido se concentraron en Monasterio para cubrir el paso a Sevilla, asiento del gobierno supremo de la nación.

Los cuerpos que tan vergonzosamente habían huido fueron castigados por el severo general Cuesta, deponiendo de su empleo al coronel del Infante D. Joaquín Astrandi y a otros jefes y suspendiendo a los individuos de tropa del uso de una pistola. Esta arma les fue devuelta por orden de Cuesta de 11 de agosto del mismo año en Mesas de Ibor, después que volvieron por su honor, peleando valerosamente en la vanguardia, a que fueron destinados [dice el conde de Clonard que al final de la batalla se batió el regimiento de Almansa con heroísmo, sosteniendo la retirada de la infantería, por lo cual se le concedió el escudo de distinción, y que dicho cuerpo no usaba pistola. En la orden del general Cuesta devolviendo el uso de dicha arma a los cuerpos a quien se les había recogido, se incluye, sin embargo a los dragones de Almansa.].

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30-3-1811. Quema de Manresa por los franceses.

Llevaron a cabo tan vandálico hecho las tropas del mariscal Mcdonald, so pretexto de haber sus moradores abandonado la población al toque de somatén, a la aproximación de aquellas. El mariscal frances contemplaba el incendio desde las alturas de Culla, a un cuarto de legua, quedando reducidas a cenizas de 700 a 800 casas y otros edificios, como templos, fábricas, talleres,hospitales, etc. Los soldados enemigos se portaron inhumanamente con los enfermos y heridos. Mas el general Sarsfield, que seguía de cerca de los franceses, se encargó de vengar tantos desmanes, pues acometiendo con furia a la retaguardia enemiga, consiguió arrollar a la brigada napolitana de Palombini, haciendo en ella gran destrozo, en cuyo hecho se distinguió el coronel D. José María Torrijos. En el Coll de David se arrojó también sobre el enemigo D. Manuel Fernández Villamil, causándole nuevas pérdidas, y molestado constantemente por los catalanes, metiose al fin en Barcelona, habiendo experimentado más de 1.000 bajas en su ruta desde Manresa.

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