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Siguiendo el "Año militar español" .
1-10-1812. TOMA DE CHINCHILLA POR LOS FRANCESES 3-10-1815. MUERTE DEL MARISCAL DE CAMPO D. JUAN DIAZ PORLIER

4-10-1811. CREACIÓN DEL REGIMIENTO DE TARRAGONA, NÚM. 67

6-10-1811. JULIÁN SÁNCHEZ, El Charro, Y SU CABALLO 7-10-1813. PASO DEL BIDASOA 9-10-1809. DEFENSA DE ASTORGA
11-10-1811. TOMA DE CERVERA 14-10-1811. ATAQUE ESPAÑOL A BELLPUIG 18-10-1809. BATALLA DE TAMAMES
19-10-1812. SITIO DEL CASTILLO DE BURGOS 25-10-1811. BATALLA DE SAGUNTO 26-10-1811. CAPITULACIÓN DEL CASTILLO DE SAGUNTO
27-10-1808. CREACIÓN DEL 7º REGIMIENTO MONTADO DE CABALLERÍA 28-10-1811. SORPRESA DE ARROYO-MOLINOS 30-10-1808. CREACIÓN DEL REGIMIENTO DEL INFANTE, Nº 5
31-10-1808. ACCIÓN DE ZORNOZA 31-10-1813. CAPITULACIÓN DE PAMPLONA

1-10-1812. TOMA DE CHINCHILLA POR LOS FRANCESES

Al retirarse de Andalucía el ejército del mariscal Soult en dirección a Valencia, el castillo de Chinchilla, guarnecido por 250 hombres, de ellos 145 pertenecientes al regimiento de Almansa, hizo algunos disparos de cañón sobre las tropas francesas, que irritadas circunvalaron inmediatamente el fuerte por orden del mariscal, y empezaron la trinchera en este día, asestando la artillería sus disparos contra los débiles muros. Ocho días se defendieron bizarramente aquellos valerosos españoles, aun teniendo abierta brecha, atacados por fuerzas tan considerables; mas habiendo caído en día 8 una chispa eléctrica en uno de los ángulos de la fortificación, quedó esta parte sin fuegos, herido el gobernador, teniente coronel de Ingenieros D. Juan Antonio Cearra y maltratados algunos de los defensores, viéndose éstos obligados a capitular cuando contaban ya entre muertos y heridos las dos terceras partes de la fuerza. En recompensa a su distinguido comportamiento, Fernando VII concedió por Real orden de 13 de mayo de 1815 a todos los que tomaron parte en este glorioso hecho de armas, un escudo de distinción con el lema: "El Rey a los defensores de Chinchilla".

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3-10-1815. MUERTE DEL MARISCAL DE CAMPO D. JUAN DIAZ PORLIER

Había nacido en Cartagena de Indias (Colombia) en 1788, e inclinado a la carrera militar, comenzó sus servicios como Guardiamarina, asistiendo en 1805 a la batalla de Trafalgar. A petición suya pasó después a un regimiento de caballería, y al principio de la guerra de la Independencia, ya coronel, recibió el encargo de reunir dispersos y organizar guerrillas, para lo cual se situó en San Cebrián de Campos, a tres leguas de Palencia, empezando a sorprender destacamentos enemigos, con ayuda de su segundo D. Bartolomé Amor Pisa. Furioso el gobernador francés de Palencia, le armó una celada en la villa de Saldaña, de la que se salvó Porlier milagrosamente, pues ni aun su caballo pudo tomar, y toda su guerrilla fue inhumanamente sacrificada, llevando sus enemigos la crueldad al extremo de clavar vivos a algunos guerrilleros en postes que fijaron en el camino de Carrión de los Condes. En febrero de 1809 se apoderó de un depósito de prisioneros que tenían los imperiales en Sahagún, y poco después atacó a la guarnición de Aguilar de Campóo, viéndose obligados a capitular los cuatro jefes, seis oficiales y 400 soldados que la componían. Por este hecho de armas fue promovido a brigadier, y Amor a capitán de Caballería por la Junta de Asturias. Cuando los franceses invadieron este Principado, trasladóse a él Porlier, escarmentando muchas veces a los enemigos, y llevando a cabo varias expediciones marítimas, sin dejarles un momento de reposo. Así continuó incansable el denodado guerrillero, hasta que, en 1812, al formarse el IV ejército español, obtuvo el mando de la 5ª División. Terminada la guerra de la Independencia, fue preso a la vuelta de Fernando VII por sus ideas liberales y condenado a diez años de reclusión en el castillo de San Antón, de la Coruña; mas habiendo tomado parte principal en la insurrección de Galicia para proclamar la Constitución, sufrió la pena de muerte el 3 de octubre de 1815. Por Real orden de 25 de marzo de 1820 se le restituyeron los honores, y por otra de 25 de septiembre se le declaró Benemérito de la Patria en grado Heroico, y se mandó inscribir su nombre en el Salón de sesiones del palacio de las Cortes, como también que su viuda cobrase el sueldo entero del empleo que disfrutaba el malogrado general. Era conocido con el sobrenombre de El Marquesito. Su espada se conserva en el Museo de Artillería, con el núm. 1912. Actualmente esta pieza y dos bicornios, uno de campaña y el otro de gala, que en su día halló el autor de la biografía del general, en los legajos de la Causa que culminó con la muerte de Porlier, se encuentran en el museo del Ejército.

(Para ampliación pueden consultarse las obras biográficas:

DÍAZ ANDIÓN, José: Juan Díaz Porlier. Imp. de Puga. Madrid, 1932.

G. de BARTHÈLEMY, Rodolfo: "El Marquesito". Juan Díaz Porlier, general que fue de los Ejércitos Nacionales... (1788-1815). Universidad de Santiago de Compostela. 2 tomos. 859 pp.)

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4-10-1811. CREACIÓN DEL REGIMIENTO DE TARRAGONA, NÚM. 67

Se organizó en la ciudad de San Fernando por Real orden de dicha fecha con el nombre de 2º Americano, constituyendo un batallón de cuatro compañías mandado por el comandante D. Tomás O'Conell y el sargento mayor D. Manuel Cordero. Destinado al ejército de las Antillas, se embarcó en Cádiz el 3 de diciembre del mismo año, y por Real orden de 18 de septiembre de 1812 se añadió otro batallón al anterior para constituirlo en regimiento, que en 1815 (Real orden de 22 de julio) tomó el nombre de Tarragona, cuyo nombre conservó al unificar el ejército de Cuba con el de la Península por Real orden de 31 de octubre de 1889, tomando el número 67 de los de su clase.

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6-10-1811. D. JULIÁN SÁNCHEZ, El Charro, Y SU CABALLO

En una sorpresa realizada por los enemigos contra las fuerzas que mandaba el intrépido guerrillero don Julían Sánchez, cayó el caballo de éste en poder del jefe de la columna francesa, quien lo ofreció como trofeo de guerra al general Dorsenne, gobernador de Salamanca. Súpolo D. Julián Sánchez, y como profesaba gran cariño a su caballo, determinó hacerse de nuevo con él por un hecho temerario. Cierto día que Dorsenne se dirigía con su ayudante y una pequeña escolta a revisar la guarnición, formada en el Teso de la feria, uno de los charros que presenciaban en el puente el paso de la comitiva, saltó de pronto a la grupa del caballo del general, y abrazándose estrechamente a Dorsenne con sus robustos brazos, animó con la voz al animal, que reconoció enseguida a su antiguo dueño, pues no era otro que Don Julián el atrevido charro, y salió a escape por el camino de Ciudad-Rodrigo. Sorprendidos los soldados de la escolta, no se atrevieron a hacer fuego a nuestro guerrillero por temor a herir a su general, limitándose a salir en su persecución; mas en cuanto Don Julián les ganó alguna delantera soltó a Dorsenne arrojándolo cerca de la Pescanta y prosiguió su vertiginosa carrera, no continuando aquellos tras de él, en cuanto recobraron a su jefe, creyendo con razón que no estarían muy lejos los restantes españoles de su partida.

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7-10-1813. PASO DEL BIDASOA

Arrojados los franceses del territorio español por aquella parte de la Península, y escarmentados en el esfuerzo que hicieron para invadirlo de nuevo, se prepararon los aliados para pasar el Bidasoa e invadir a su vez el territorio de Francia, sagrado hasta entonces, en cuanto Graham hubo terminado la conquista de San Sebastián. Lord Wellington, cuyo cuartel general estaba en Lesaca, tenía sus tropas apostadas desde la desembocadura del Bidasoa hasta los Alduides, formando la extrema izquierda de la línea el general Graham con las fuerzas de su mando, y la extrema derecha la VIII división española de D. Francisco Espoz y Mina. El mariscal Soult defendía aquella parte de la frontera con su ejército, reforzado con 30.000 conscriptos, teniendo sus reales en San Juan de Luz.

Dadas las instrucciones necesarias, y hechas las señales convenidas (Para los ingleses un cohete disparado desde un campanario de Fuenterrabía, y para los españoles una bandera blanca enarbolada en San Marcial, o en su defecto tres grandes fogatas), en la mañana de este día se puso en movimiento toda la línea de los aliados, cruzando resueltamente el Bidasoa los anglo-portugueses (Izquierda), repartidos en cuatro columnas, por otros tantos vados entre Fuenterrabía y Behovia, acometiendo desde Hendaya la altura de Luís XIV, y el IV ejército español (Centro) que regía D. Manuel Freire los otros vados más arriba; por el de Saraburo la 2ª brigada de la Tercera división, mandada por el brigadier D. José Ezpeleta (Dicho jefe, viendo vacilar a sus tropas por caer muerto gloriosamente, víctima de su arrojo, el bizarro coronel de Benavente D. Antonio Losada, empuñó una bandera, y poniéndose a la cabeza de ellas pasó al otro lado con gran intrepidez, con lo cual se reanimaron los suyos y se apoderaron en poco tiempo de los puestos fortificados del enemigo y casas de la parte baja de Biriatou); la IV división al mando interino de D. Rafael de Goicoechea, por los de Alunda y Las Cañas, trepando hasta la parte alta de Biriatou, de donde desalojaron a los franceses (distinguióse allí el regimiento de Voluntario de la Corona, a las órdenes de D. Francisco Balanzat) y también de la Montaña Verde, persiguiéndolos camino de Urugue, en la carretera de San Juan de Luz, apoyadas dichas fuerzas por la Primera brigada de la Tercera división, dirigida por D. Diego del Barco, pasó el río por los vados de Orañibar, Lamiarri y Picagua, posesionándose de la cumbre de Mandale. Al propio tiempo, la derecha aliada embestía las posiciones enemigas de su frente, y el general británico Alten con la división ligera británica, sostenida por la española de D. Francisco Longa, los atrincheramientos de Vera, que cayeron en su poder; no así la escabrosa montaña de La Rhune, donde se sostuvieron obstinadamente los imperiales, atacados por el llamado ejército de Andalucía, gobernado por D. Pedro Agustín Girón, y distribuido en dos columnas mandadas por D. Joaquín Virués y D. José Antonio Latorre, hasta la madrugada del 9, en que se vieron obligados a abandonar sus estancias por las maniobras de los nuestros, distinguiéndose el coronel D. Alejandro Hore con su regimiento de Ordenes Militares. Los franceses se replegaron a la línea del Nivelle.

Perdieron los aliados en estos combates unos 1.600 hombres, la mitad españoles, habiendo cabido a dicho ejército la gloria de ser el primero de todas las potencias coaligadas contra Napoleón que invadió la Francia. Sin embargo lord Wellington no creyó prudente internarse en territorio enemigo, en tanto no se rindiese la plaza de Pamplona, que quedaba a sus espaldas, dedicándose mientras a habilitar los puentes del Bidasoa y fortificar sus posiciones del otro lado de los Pirineos.

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9-10-1809. DEFENSA DE ASTORGA

El general Kellermann, que mandaba en Valladolid, en la confianza de que la débil plaza de Astorga, ocupada tantas veces por los franceses, no ofrecería resistencia alguna, dispuso la atacase el general Carrier, que con 3.000 hombres vigilaba las márgenes del Esla y del Orbigo. Presentóse el enemigo el 9 de octubre frente a Astorga, se hizo dueño enseguida de los arrabales, y estableciéndose en el de Reitibia (ver en el croquis),

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puso en batería sus dos piezas de campaña contra la Puerta del Obispo, mientras amenazaba asaltar por otros puntos de la muralla. Los defensores, en número de 1.200, todos bisoños soldados, mandados por el coronel D. José María de Santocildes, "... a quien tan alto renombre habrían de proporcionar aquellos viejos muros..." (según Gómez de Arteche), entre ellos 30 artilleros para el servicio de ocho piezas dirigidas por el distinguido oficial D. César Tournelle, sostuvieron gallardamente el fuego por espacio de cuatro horas, repeliendo varias veces a los contrarios, que tuvieron al cabo que retirarse con pérdida de cerca de 400 hombres.

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11-10-1811. TOMA DE CERVERA

La llevó a cabo el barón de Eroles, obligando a los franceses, atrincherados en el fuerte edificio de la Universidad, a rendirse prisioneros, en número de 643 hombres.

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14-10-1811. ATAQUE ESPAÑOL A BELLPUIG

En el ataque de Bellpuig, atrincherada la guarnición francesa en la antigua casa-fuerte de los duques de Sesa, hubo que batir en brecha el edificio. Se habían hecho ya unos 160 disparos, cuando agotadas las municiones, y no estando todavía la brecha practicable, el sargento Ildefonso Estéban y los artilleros Martín Vizcaíno y Jacinto Carlos, que con un cañón iban a las órdenes del capitán del Cuerpo D. Tomás Dolagaray, despreciando el inminente peligro que corrían, se lanzaron a la brecha, y removiendo los escombros se hicieron con las balas necesarias para continuar el fuego (Según el parte emitido por el general barón de Eroles en la Gaceta del 26 de noviembre de 1811). Se distinguieron además los capitanes de Granaderos de Soria D. Félix Cuevas y D. Pedro Baza, que en el asalto fueron los primeros en montar la brecha a pesar del nutrido fuego de los defensores y de la explosión de un hornillo de mina que causó mucho estrago.

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18-10-1809. BATALLA DE TAMAMES

Arrojados de Galicia los mariscales Soult y Ney, se estableció en las inmediaciones de Ciudad Rodrigo el ejército español de la Izquierda, del que tomó el mando el duque del Parque. El general francés Marchand, que, por ausencia del mariscal Ney, mandaba el IV Cuerpo, se estableció a fines de septiembre en Salamanca, muy ajeno de que los españoles pensasen tomar la ofensiva; mas éstos se movieron el 5 de octubre en aquella dirección, avanzando hasta Tamames, villa de escasa importancia situada a nueve leguas de Salamanca, al pie de la pequeña sierra de su nombre, y nudo de comunicaciones entre dicha ciudad, Alba de Tormes, Avila y Ciudad Rodrigo. El Duque, decidido a esperar allí a los franceses, situó sus tropas, en número de 10.000 infantes y escasamente 1.000 caballos (Del ejército de la Izquierda no estaban presentes más que la vanguardia a cargo del general D. Martín de la Carrera y las divisiones 1ª y 2ª que regían don Francisco J. de Losada y el conde de Belveder), apoyando en Tamames la izquierda, formada por la vanguardia; cubría la 1ª División el centro y la derecha, que se apoyaba en el escabroso terreno de la sierra antes citada; y la 2ª División quedó en reserva, dispuesta a reforzar en primer término el ala izquierda, que era la parte más débil de la línea, como situada en terreno de más fácil acceso, por lo cual se colocó también la caballería, que mandaba el príncipe de Anglona, en aquel flanco, medio oculta en un bosque.

Marchand, en cuanto supo la detención de sus contrarios, se dirigió a su encuentro con toda la fuerza disponible, 10.000 peones, 1.200 jinetes y 14 piezas de artillería, presentándose el 18 de octubre delante de nuestras posiciones. Bastóle un ligero reconocimiento para hacerse cargo de la situación de los españoles, y sin titubear lanzó sus tropas al ataque, dejando en reserva dos regimientos de línea y uno de dragones. La columna más numerosa, dirigida por el general Maucune, se encaminó por la derecha a rodear la villa para caer sobre el flanco izquierdo de nuestro ejército; del ataque del centro se encargó el general Marcognet, dirigiéndose también el general Labasset con alguna fuerza hacia la derecha española, más para retener por allí las tropas en ella apostadas que para empeñar combate formal.

Don Martín de la Carrera se preparó para recibir la acometida del enemigo; pero en la evolución que tuvo que practicar para ello, parte de la caballería maniobró con poco acierto en el crítico momento en que los franceses emprendían decididamente el ataque, y cargada aquella después de recibir un vivo y mortífero fuego, fue puesta en desorden, que se comunicó a algunos cuerpos, cayendo en aquel instante los húsares y cazadores de Maucune sobre una batería española de siete plazas, la cual no tuvo tiempo de hacer más que un disparo a metralla, siendo acuchillados los artilleros por los jinetes imperiales. El duque del Parque y D. Gabriel de Mendizábal corrieron con su Estado mayor al sitio de más peligro, y tanto el segundo como el jefe de la vanguardia, que metido entre los contrarios perdió el caballo, pie a tierra y espada en mano, procuraban rehacer la gente y alentaban a los cuerpos a mantenerse firmes, dando así tiempo para que acudiese en su auxilio parte de la 2ª División, y a que, ordenada la caballería, volviese por su honor recuperando las piezas perdidas, menos una que conservó el enemigo, lanzándose en seguida a la bayoneta sobre él, en masa compacta, los regimientos del Príncipe, Zaragoza, Voluntarios de Cataluña, Barbastro y otros de la vanguardia, a los que se unieron los del Rey y Sevilla, de la 2ª División. Ante reacción tan enérgica y formidable, secundada por las tropas que había dentro de Tamamés, las cuales cargaron a los imperiales por el flanco, se declaró en completa derrota la derecha francesa, abandonando en su precipitado movimiento un cañón, carros de municiones y considerable número de armas y otros efectos.

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Entretanto, las otras dos columnas pugnaban por acercarse a nuestro centro y derecha, subiendo trabajosamente por las abruptas alturas en que estaban situados; pero fusilados sus cazadores casi a mansalva por las guerrillas de la Primera División, cubiertas detrás de las rocas y demás accidentes del terreno, concentraron las dos sus esfuerzos sobre el centro con ánimo de romper por allí la línea española. No era empresa fácil la que se proponían: el certero fuego de una batería, establecida en nuestra extrema derecha, y lo penoso del ascenso, descompusieron bastante la formación de los enemigos, y cuando estuvieron cerca de la posición, cayeron sobre ellos a la bayoneta las tropas de Losada y los precipitaron ladera abajo, cogiéndoles un águila, casi al propio tiempo que los soldados de Maucune cedían también el campo a las victoriosas tropas de don Martín de la Carrera.

El general Marchand, que había experimentado ya 1.300 bajas, según confesión propia, no creyó prudente mantenerse mucho tiempo en el campo de batalla, y a las tres de la tarde emprendió la retirada camino de Salamanca, cuya ciudad evacuó apresuradamente el 23, en cuanto supo que los españoles habían pasado el Tormes por Ledesma y se dirigían a Salamanca, donde efectuaron su entrada el día 25. Costó a los españoles este triunfo 672 bajas y 92 caballos muertos o heridos, concediéndose después por él un escudo de distinción, que debía usarse en el brazo izquierdo, a todos los que tomaron parte en la batalla, con el lema: "Venció en Tamamés".

Asistieron a esta batalla, de los actuales cuerpos del ejército, a más de los nombrados, los de Infantería de León, Zamora y Aragón, y los de Caballería de Sagunto y Borbón, del cual se distinguieron el capitán D. José Mantilla que dio muerte por su mano a un oficial y cuatro soldados de caballería enemigos, y el teniente D. Francisco Ortega que hizo lo mismo con dos de la propia arma, recogiendo sus armas y caballos. Del regimiento de León brillaron también por su valor el granadero Pedro Ferrol, que en combate personal con un capitán francés le derribó sin vida, y el de igual clase Miguel Abete en un hecho análogo: el primero fue recompensado con un escudo y una pensión; el último con el grado y sueldo de sargento.

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19-10-1812. SITIO DEL CASTILLO DE BURGOS

Lord Wellington, después de la batalla de los Arapiles (ver 22 julio), permaneció en Madrid más tiempo del que era necesario para reportar de dicha victoria los resultados que obrando con más actividad habría conseguido, dado así ánimos al general Clausel (Había sucedido al mariscal Marmont en el mando del ejército de Portugal) que se había retirado a Burgos, para que, tomando de nuevo la ofensiva, avanzase hasta Valladolid. Entonces salió lord Wellington de la capital el 1º de septiembre con cuatro divisiones de su ejército, dejando las tres restantes en observación del Tajo, y se movió en dirección de aquella ciudad, que abandonaron otra vez los franceses el 7, volviéndose a Burgos, desde donde, a la aproximación de los ingleses, reforzados ya con el ejército español de Galicia, mandado por el general Castaños, continuaron su retirada hasta Briviesca, dejando guarnecido el castillo con 2.000 hombres a cargo del general Dubreton.

Los aliados entraron en Burgos el 18 de septiembre y trataron sin dilación de apoderarse del castillo, ciñéndolo con dos divisiones, mientras el resto del ejército se situaba en Monasterio en observación del enemigo. El caudillo británico daba poca importancia a las fortificaciones que habían adosado los franceses al antiguo castillo, y no tenían realmente, pues las obras eran de tierra, incluso el hornabeque construido en el cerro de San Miguel, a 250 metros al norte del castillo, con dominación sobre éste, y algunas de ellas estaban todavía por concluir; por lo que, lord Wellington determinó emprender el ataque a viva fuerza, pues tampoco disponía de artillería de sitio (Tan sólo había recibido de Santander tres cañones de a 18 y cinco obuses de a 24), empezando por dicho hornabeque, que cayó en su poder en la noche del 19 al 20, si bien a costa de bastantes pérdidas (cerca de 500 hombres), y sin haber podido evitar que la guarnición se abriese paso hacia el castillo. Mientras se construían algunas baterías, impaciente el general británico, ordenó en la noche del 22 escalar el primer recinto, que aunque revestido, sólo tenía 23 pies de altura; pero fueron rechazados los acometedores, quedaron muchos de ellos tendidos en el foso. Procediendo con más cautela en vista de dicho fracaso, se caminó a la zapa hacia el fuerte atacado, desde el hornabeque de San Miguel y arrabal de San Pedro, y de este modo, por medio de la mina, consiguieron los anglo-portugueses enseñorearse del recinto exterior el 4 de octubre.

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Los sitiadores dirigieron entonces sus trabajos contra el segundo recinto, ocupando también una casa aspillerada frente a la iglesia de San Román, pero el mal tiempo y las frecuentes salidas de los defensores, coronadas siempre del mejor éxito, contuvieron durante muchos días el avance de los ingleses; y sólo el 18 de octubre se pudo dar el asalto, que emprendieron a las cuatro de la tarde tres columnas, dos de ellas por las brechas y la tercera por la iglesia de San Román. Aquellas fueron repelidas valerosamente a la bayoneta; de la última fueron sepultados 300 hombres en las ruinas del edificio, que se derrumbó sobre los asaltantes en preciso momento de entrar en él, volado por los franceses al retirarse, con los hornillos de mina que tenían preparados debajo de los pilares de la bóveda, huyendo el resto de la columna llena de pavor.

Aquel esfuerzo de los sitiadores fue el último; a poca diligencia de lord Wellington y la enérgica y bella defensa de la guarnición del castillo de Burgos, sosteniéndose más de un mes contra las numerosas tropas de aquél, malograron el fruto de la batalla de los Arapiles, dando tiempo a que, reorganizándose el ejército de Portugal, fuerte ya de 40.000 hombres al mando del general Souham, avanzase sobre Burgos para hacer levantar el cerco, que había costado más de 2.000 hombres a los anglo-portugueses, al mismo tiempo que los ejércitos del Mediodía y del Centro, a las órdenes de José, avanzaban desde Valencia, concentrándose sobre el Tajo, camino de Madrid, obligando de este modo al caudillo de la Gran Bretaña a acogerse más de prisa al vecino reino lusitano, su constante refugio.

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25-10-1811. BATALLA DE SAGUNTO

Dispuesto el general D. Joaquín Blake a socorrer el castillo de Sagunto, sitiado por los franceses (ver 26 de octubre), avanzó desde Valencia el 24 de octubre con todas sus fuerzas, unos 25.000 hombres, de ellos 2.500 de caballería, y aquella misma noche las situó en posiciones convenientes, constituyendo la derecha, que se apoyaba en las alturas del Puig, cuartel general de Blake, la división de D. José Zayas; el centro, situado en la cartuja de Ara Christi, la de D. José de Lardizabal con la caballería del general D. Juan Caro; y la izquierda, regida por D. Carlos O'Donell, se componía de las divisiones de D. Pedro Villacampa y D. José Miranda, con 600 caballos a las órdenes de D. José Sanjuan, extendiéndose hasta los ribazos llamados los Germanells que ocupaba el general Mahy por parte de la división de su mando, dependiente también de O'Donell, y lo mismo la extrema izquierda, a las órdenes del general Obispo, que maniobraba a bastante distancia como para forzar el desfiladero que de Naguera conduce a Gilet, cerca de Murviedro, atravesando la sierra Calderona, y cortar la retirada a los franceses. El centro y la derecha tenían también su correspondiente reserva.

El mariscal Suchet, apenas tuvo noticia de la aproximación de los españoles, dejó seis batallones frente a Sagunto apoyando las baterías sitiadoras, que no interrumpieron el fuego un solo instante, estableció otros ocho batallones y un regimiento de dragones, a las órdenes del general Robert en las alturas de Sancti Spiritus para asegurar a toda costa su posesión, guarneció también el pueblo de Gilet con el mismo objeto, y con las fuerzas restantes fue a situarse entre el Vall de Jesús y la playa, en dos líneas, dejando en reserva un regimiento de dragones y otro de coraceros, para hacer frente a los españoles. El total de fuerzas que componían el ejército enemigo ascendía a 25.000 hombres.

Los nuestros avanzaron a las ocho de la mañana del 25 con gentil resolución, muy animosos y confiados, haciendo replegarse a las avanzadas francesas, incluso al mismo Suchet, que se había adelantados hasta los Hostalets para observar los movimientos de nuestras tropas, y ocuparon las de D. Wenceslao Prieto, de la división Lardizabal, un altozano próximo a Vall de Jesús, punto importantísimo que dominaba el terreno donde se iba a desarrollar la parte principal de la batalla, al mismo tiempo que las demás columnas avanzaban también con el mayor órden por la carretera y hacia Puzol, con un orden admirable y un aire de superioridad que sorprendió a los mismos enemigos, llenando de júbilo a los defensores de Sagunto, que creían cercano el momento de su libertad. Comprendiendo al momento Suchet la necesidad de conquistar la altura indicada y refrenar la audacia de los españoles, encargó a la división Harispe la empresa, y a Habert que contuviese con la suya a Zayas. Tres batallones en columnas, dirigidos por los generales de Harispe y apoyados por otros cinco batallones, arremetieron sin vacilar, treparon al cerro y después de sangriento combate se posesionaron de él a costa de grandes pérdidas, habiendo sido gravemente herido el general París, y otros oficiales de graduación, y perdido su caballo Harispe; pero los que lo guarnecían, cediendo sólo a fuerzas muy superiores, se rehicieron pronto detrás del barranco del Picador, se mantuvieron firmes allí sin que el enemigo pudiese ganar una pulgada más de terreno y avanzaron de nuevo para recuperar la posición.

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Adelantose la artillería de Harispe y contuvo un momento con un vivo fuego de metralla a las masas de nuestra valiente infantería; mas la caballería de D. Juan Caro y D. Casimiro Loy (Formaba parte de ella el regimiento de dragones de Numancia) dio tan brillante carga sobre el regimiento de húsares, escolta de la artillería imperial, que los arrolló y puso en fuga desordenada, cayendo acto seguido sobre las piezas enemigas cuyos sirvientes fueron acuchillados, apoderándose el coronel Ric de algunas de ellas. En conflicto tal, cuando la derecha de Blake ceñía el ala opuesta del enemigo, maniobrando para envolverla y ponerse en comunicación con los de Sagunto, y nuestra izquierda conseguía también alguna ventaja, Suchet corrió al encuentro de los coraceros, arengándolos recordándoles anteriores glorias y los lanzó sobre la caballería española, mientras avanzaba también la división Palombini, de segunda línea, siendo en aquel momento herido de un balazo en un hombro. Nuestros jinetes, no pudiendo contrarrestar el ímpetu de los contrarios, que cargaron en masa compacta y formidable, volvieron grupas (Cayeron entonces prisioneros el general D. Juan Caro y el brigadier D. Casimiro Loy), atropellaron a los infantes y éstos se desordenaron también, quedando bien pronto roto el centro y en espantosa dispersión los batallones que no tuvieron que rendir armas.

Por la izquierda habían avanzado simultáneamente Villacampa y Mahy para apoyar a Obispo; mas reforzadas las tropas que ocupaban las alturas de Sancti Spiritus por un regimiento de dragones, cargó éste de pronto, cuando menos se esperaba, e introdujo la confusión en las filas españolas, sin que bastase a impedirlo la división Miranda, batida también por Harispe después de la derrota del centro, y todos los cuerpos de la izquierda tuvieron que abandonar el campo de batalla, Mahy y Obispo hacia Betera para refugiarse en Ribarroja, y las demás de O'Donell hacia Moncada, mostrándose sereno y valiente el regimiento de Cuenca, que con algún otro cuerpo de Mahy impidió fuese completa la dispersión, conteniendo algún tanto la persecución del enemigo.

La derecha se mantuvo amenazadora hasta que, atacada por Habert, batidos ya por completo el centro y la izquierda, tuvo también que emprender la retirada, efectuándolo con el mayor orden y peleando encarnizadamente primero en Puzol, donde quedó aislado un batallón de Guardias Walonas que tuvo que rendirse, y luego en el Puig para seguir luego por la costa a guarecerse con el resto del ejército detrás del Guadalaviar.

Las pérdidas de los españoles en esta infeliz jornada, que tan favorablemente había empezado, consistieron en unos 1.000 muertos y heridos y 4.000 prisioneros o extraviados, habiendo caído también 12 cañones (No pudo evitarlo el brillante comportamiento de las tropas del Arma, entre los que se distinguieron el teniente D. Ignacio Romero, que con una Sección acompañaba a la caballería de Lardizabal; el de igual clase D. Angel Vargas con otra Sección que marchaba a la cabeza de una de las columnas de ataque; el ayudante mayor D. Juan de Osma, que a su actividad y celo por el buen servicio de las baterías, agregó el mérito de haber contenido con su serenidad y enérgica actitud a una columna de caballería que retrocedía en dispersión; el teniente ayudante D. Francisco Bayona que, llevado por su pundonor, tan pronto como vió las fuerzas de su escuadrón en peligro, se reunió con ellas, animando a los artilleros y dándoles ejemplo de firmeza hasta que cayó prisionero; el trompeta de órdenes Fermín García, del Tercer escuadrón ( hoy 7º montado), que se batió personalmente al arma blanca hasta caer herido su caballo, y el capataz José Martínez Campomanes, que, lleno de entusiasmo tomó parte en el combate, recibiendo cinco cuchilladas, dos de ellas graves. También mereció ser citado el brigadier, Sargento mayor D. Diego del Barco, el cual sin desatender la dirección del fuego de las baterías, prestó importantes servicios al lado del general Lardizabal, practicando diversos reconocimientos y desempeñando otras comisiones) y algunas banderas en poder de los franceses; estos experimentaron 800 bajas, según los partes oficiales de Suchet.

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26-10-1811. CAPITULACIÓN DEL CASTILLO DE SAGUNTO

A consecuencia de la orden del Emperador para emprender la conquista de Valencia, el mariscal Suchet, que mandaba el ejército de Aragón, movióse desde Tortosa el 15 de septiembre con el grueso de las fuerzas destinadas a dicha operación, efectuándolo al mismo tiempo la división Harispe desde Teruel y la división italiana de Palombini por Morella y San Mateo, las que se incorporaron a aquél antes de llegar a Villarreal, habiendo tenido el primero que desviarse algún tanto hacia su derecha para librarse de los fuegos del castillo de Oropesa que dominaba el Camino Real. El 23 se encontraban ya los franceses, en número de 22.000 hombres, frente a Murviedro, de cuya villa se posesionó el mismo día el general Habert, cuya división formaba la vanguardia del ejército enemigo, apoyado por las tropas restantes, que se extendieron alrededor del cerro donde asienta el castillo, quedando éste completamente circunvalado.

El castillo llamado de Sagunto se componía de un recinto continuo que abrazaba toda la cima del cerro, formando sin embargo cuatro porciones distintas o fuertes conocidos como Dos de Mayo, San Fernando, Torreón y Agarenos, susceptibles de defensa independiente; sólo había diecisiete piezas de artillería, y la guarnición constaba de 3.000 hombres bajo el mando del gobernador el brigadier D. Luís María Andriani, quien ejercía el cargo desde el 16 de septiembre. Era comandante de Artillería de la plaza el coronel D. Domingo Cuesta, y de Ingenieros el teniente coronel D. Lorenzo Medrano.

Esquema de la batalla (36.137 bytes)

Comprendiendo las dificultades para emprender un ataque regular, cuyos trabajos sólo podían llevarse a cabo por la parte de poniente, quiso Suchet intentar un golpe de mano para hacerse dueño del castillo a viva fuerza, evitando de este modo los inconvenientes y contrariedades que podían presentarse durante el curso de un sitio metódico emprendido a cuatro leguas de distancia del ejército de socorro que iba reuniendo en Valencia el general Blake. El mariscal francés señaló al efecto la noche del 27 al 28 de septiembre para llevar a cabo la sorpresa, que debía darse a las tres de la madrugada escalando la muralla por dos puntos distintos (Señalados en el croquis con la letra a), próximos a la entrada del castillo y al antiguo circo romano, en los que los ingenieros enemigos habían creído percibir restos de anteriores brechas mal reparadas, cuya circunstancia les había sugerido la idea del ataque. Casualmente, aquella misma noche los españoles hicieron una salida, y en vista de los preparativos notados, sospechando el intento de los sitiadores, guardaron extrema vigilancia; así es, que cuando se presentaron las dos columnas asaltantes sostenidas por una tercera, compuestas todas de gente escogida, fueron rechazados a balazos, y aunque los franceses, llenos de valeroso ardimiento, aplicaron las escalas al muro y treparon al adarve, los defensores, enardecidos con las palabras de Andriani que les recordó peleaban sobre el suelo glorioso de Sagunto, repelieron con incontrastable brío a los imperiales, cuyos repetidos esfuerzos resultaron completamente inútiles, teniendo al cabo que retirarse, no sin dejar más de 300 de sus camaradas tendidos al pie del castillo, y en poder de los españoles 50 escalas, armas, municiones y otros efectos.

Hubo pues necesidad de hacer venir de Tortosa el tren de sitio allí preparado, para lo cual era imprescindible ocupar el castillo de Oropesa que cerraba el paso por la carretera, dedicándose a dicha empresa en cuanto consiguió alejar de los contornos de Murviedro a las divisiones de D. José Obispo y D. Carlos O'Donell que había enviado Blake para inquietarle. Tomado dicho castillo ( Lo rindió el 10 de octubre, después de abierta brecha, cuando iban los franceses a dar el asalto, su gobernador, el capitán D. Pedro Gotti del Regimiento de América. La torre llamada del Rey, situada junto a la misma orilla del mar, se sostuvo todavía hasta el 12 en que su guarnición, compuesta de 170 hombres al mando del teniente D. Juan José Campillo, se puso a salvo embarcándose en una flotilla de buques españoles, cuando no era ya posible continuar por más tiempo la defensa.) e incorporados al campo de los sitiadores los generales de Artillería e Ingenieros Valée y Rogniat, se activaron los trabajos, y a costa de grandes dificultades y no escasas pérdidas se construyeron y armaron algunas baterías contra la parte del castillo llamada Dos de Mayo, situada al Occidente, gracias a que la artillería de la defensa, por su pequeño calibre, pues no pasaba de a 12, y por su excesiva dominación, no pudo oponerse a dichos trabajos. El diecisiete por la mañana rompieron el fuego trece piezas: nueve obuses y morteros, y cuatro cañones de a 24 que batían en brecha, a 300 metros de distancia, la torre de San Pedro, si bien con escaso efecto, pues a la caída de la tarde, después de haber hecho cada una de las piezas de a 24 150 disparos, apenas si estaba iniciada la brecha. Renovado el fuego al día siguiente con mayor intensidad, resultó al fin aquella practicable al mediodía, desde cuyo momento, creyendo los españoles próximo el asalto, coronaron impertérritos la brecha para defenderla, llenando de admiración a sus mismo enemigos (Dice Suchet en sus "Memorias", pág. 167, tomo II: "La brèche fut aussitot couverte d'hommes exaltés par l'enthousiasme et par la fureur. Ils répondaient par des coups de fusil à chaque coup de canon, replaçaient les sacs à terre renversés, et par une obstination inouie pendant cinq ou six heures sans relache, debout sur le rempart, sous le feu non interrompu de quatre pièces de 24, battant de plein fouet, ils se succédaient à l'envi, remplaçaient les morts, réparaient avec ardeur les effets du bulet, et poussant de grands cris, nous provoquaient à monter jusqu'à eux pour combattre de plus près.". A la señal convenida, una columna de ataque, convenientemente apoyada, a cuya cabeza marchaban varios jefes y oficiales, se dirigió a la brecha, por cuyo declive subieron animosos los asaltantes a pesar de su aspereza y angostura, salvando hasta dos tercios de ella; mas detenidos allí por el terrible fuego a quemarropa de los nuestros, que esperaban en lo alto y a pecho descubierto la acometida, recibieron gloriosa muerte muchos valientes franceses haciendo heroicos esfuerzos por llegar a la cima; y sin poder avanzar un paso más, viendo que su sacrificio iba a ser completamente estéril, ordenó Suchet retrocediesen de nuevo a la trinchera, 70 metros distante, quedando tendidos junto a la brecha crecido número de oficiales y soldados. Este nuevo fracaso produjo gran desaliento en el ejército sitiador, cuyo jefe determinó adelantar la batería de brecha a 130 metros de la torre de San Pedro, para ensanchar y hacer más practicable aquella, hasta cuyo pie se debía avanzar a la zapa y coronarla de igual modo, medio seguro para conseguir el objeto, pero largo y trabajoso, pues siendo el terreno de roca y muy dominado por el castillo, había que hacer el parapeto con sacos de tierra y darle una elevación de dos metros y medio para cubrirse enteramente del fuego de los defensores, que a tan corta distancia producía muchas bajas.

Entretanto, Blake se preparaba para socorrer a Sagunto, y el 25 vino a las manos con ele enemigo, que consiguió una completa victoria (ver el 25 de octubre) y con ella la posesión del disputado castillo, tan bizarramente defendido hasta entonces ( La defensa pudo en verdad prolongarse algún tiempo más, pues la brecha no estaba todavía practicable y aun tomado el torreón del Dos de Mayo después de tantas dificultades, no las había de presentar menores la expugnación del reducto de San Fernando. El general Andriani, sin embargo, en una Memoria publicada en 1835, procuró justificarse de dicho cargo, al parecer fundado, y sin duda, a consecuencia de ello, apareció en la Gaceta del 21 de abril de 1840 una Real Orden en que S. M., oído el Tribunal Supremo de Guerra y Marina, se dignó declarar gloriosa la defensa de Sagunto en 181, y conceder la Gran Cruz de San Fernando y aprobar otra distinción propuesta por él mismo a favor de los valientes que tomaron parte en ella.)., pues enterado el gobernador por Suchet del desgraciado suceso, corroborado por el teniente coronel de Artillería D. Joaquín de Miguel, quien pasó con este objeto al campo francés, no tuvo reparo en capitular en la noche del 26 (Antes de hacerlo congregó en su habitación a los jefes y oficiales, y preguntoles si había alguno que se sintiera animado a prolongar la defensa, en cuyo caso él le obedecería gustoso como simple subalterno; mas nadie aceptó la propuesta.) saliendo por la brecha con todos los honores de la guerra los 2.500 hombres que componían todavía la guarnición (Formaban parte de ella los Regimiento de Saboya y del Infante). El general Andriani se trasladó al cuartel general de Suchet montado en el propio caballo de batalla de éste, que le ofreció el jefe de Estado Mayor, Saint-Cyr, siendo objeto de toda clase de distinciones.

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27-10-1808. CREACIÓN DEL 7º REGIMIENTO MONTADO DE ARTILLERÍA

Por Decreto de 27 de octubre de 1808 fue organizada en Sevilla una brigada a caballo, la más antigua de las secciones montadas de artillería, con el nombre de Brigada maniobrera; y en 13 de marzo de 1811 pasó a formar con otras dos compañías de a caballo, el Tercer escuadrón, el cual por Real decreto de 31 de mayo de 1828 quedó afecto al Tercer departamento de Artillería (Sevilla). Por Real orden de 27 de julio de 1835 pasó este escuadrón a constituir la Brigada de campaña del tercer departamento, componiéndola tres baterías montadas y una a caballo. Suprimidos los departamentos por Real orden de 8 de septiembre de 1841, la brigada del Tercero tomó por disposición de 26 de octubre el nombre de Tercera brigada, y por Real orden de 11 de mayo de 1859 el de Tercer regimiento montado. El 26 de diciembre de 1884 tomo la denominación de Segundo divisionario, y posteriormente, por Real decreto de 16 de diciembre de 1891, la de Séptimo montado. Tiene en su estandarte tres corbatas de San Fernando.

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28-10-1811. SORPRESA DE ARROYO-MOLINOS

La división francesa del general Girard, perteneciente al V Cuerpo que regía el general Drouet, compuesta de 4.000 infantes y 1.000 caballos, se hallaba situada en Cáceres y en sus inmediaciones para privar de recursos al ejército español de D. Francisco J. Castaños. Para aventar de aquel punto a los franceses, púsose de acuerdo dicho general con lord Wellington, que se encontraba en la inmediata provincia del Alentejo, y en su consecuencia el general inglés Hill tomó la vuelta de Extremadura con parte de las fuerzas de su mando, presentándose el 23 de octubre en Alburquerque, y el 24 se le juntaron en Aliseda 5.000 españoles mandados por D. Pedro Agustín Girón, segundo de Castaños, distribuidos en dos trozos a las órdenes del conde Penne Villemur y D. Pablo Morillo.

A la aproximación de los aliados se replegaron los enemigos y abandonaron a Cáceres, dirigiéndose a Torremocha, camino de Mérida, para buscar el apoyo del grueso de su ejército, moviéndose muy lentamente en la confianza de que los ingleses no se internarían mucho en tierra de España. Mas prosiguiendo los nuestros tras de los franceses, supieron el 27 en Alcuescar que Girard hacía noche en Arroyo-Molinos, una legua distante. Quiso Hill aprovechar coyuntura tan favorable, y antes de amanecer tenía ya sus fuerzas ocultas en una hondonada próxima al pueblo, sin que se hubiesen apercibido los contrarios de aquella peligrosa vecindad. La brigada Ramond había salido de Arroyo-Molinos continuando su ruta a Mérida, y a las siete de la mañana se ponía también en marcha Girard con el resto de sus tropas, caminando muy tranquilo y confiado, sin sospechar la proximidad de fuerzas tan considerables enemigas, cuando se vió de pronto acometido por todas partes, incluso por retaguardia, por los anglo-portugueses, que habían ocupado el pueblo. En vano formaron los franceses dos cuadros, defendiéndose con desesperación; la resistencia era imposible, y no tardaron en sucumbir, salvándose Girard con unos pocos de los suyos en la inmediata sierra de Montsánchez. Quedaron tendidos sobre el campo 400 muertos y heridos, con el general Doubrouski, y prisioneros el general Brun, el duque de Aremberg, muchos oficiales y hasta 1.400 soldados, cabos y sargentos, cogiendo los aliados tres piezas de artillería, dos banderas, armas, equipos y todo el bagaje, sin más pérdida por su parte que unas cien bajas.

Los nuestros llegaron hasta Mérida, donde se mantuvieron hasta que, avanzando a su vez Drouet, se retiraron los españoles a Cáceres y los anglo-portugueses a sus anteriores acantonamientos de Portugal.

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30-10-1808. CREACIÓN DEL REGIMIENTO DEL INFANTE, NÚM. 5

Se empezó a organizar en Teruel con el nombre de Infante D. Carlos (Existía ya otro regimiento con el mismo nombre, que fue extinguido al poco tiempo de su cración.), siendo su primer coronel don Vicente Amat; su organización no terminó hasta octubre del año siguiente en Rubielos de Mora. Hechos prisioneros los batallones Primero y Segundo en 1811 en el castillo de Sagunto (ver 26 de octubre) y el Tercero en Valencia, fueron aquellos conducidos prisioneros a Francia y el último canjeado en Alcira, reorganizándose el regimiento en San Fernando por el mismo coronel Amat en virtud ee Real orden de 5 de diciembre de 1814; pero fue disuelto con todo el ejército constitucional el 23 de octubre de 1823. Volvió a aparecer el Infante D. Carlos en Ceuta al año siguiente, quedando allí de guarnición; en 1833, a consecuencia de la rebeldía del regimiento D. Carlos, tomó el nombre genérico de Infante y en 1868 el de Ramales, recobrando el anterior de 1875.

En el Museo de Artillería se conservan tres banderas de este Cuerpo, señaladas con los números 1486, 1505 y 2641. Todas son de seda blanca, con el escudo de armas reales sobre la Cruz de Borgoña la primera, por ser coronela, y sólo Cruz las demás, y en los extremos hay escudos de tres flores de lis de oro en campo de plata.

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31-10-1808. ACCIÓN DE ZORNOZA

El general Blake, después de la rota de Rioseco (ver 14 de julio), había reorganizado con suma presteza el ejército de Galicia, llamado luego de la Izquierda, en los puertos de Manzanal y Fuencebadón, y estaba ya dispuesto a medir sus armas con el general Bessières, establecido en la línea del Orbigo, cuando éste emprendió la retirada hacia Burgos a consecuencia de la batalla de Bailén. El general español, no siguió tras del enemigo por no tener apenas caballería, y sólo en los tres últimos días de agosto se puso en movimiento desde León con 25.000 infantes, 150 caballos y 32 piezas que componían su ejército, organizado en cuatro divisiones ( A las órdenes del jefe de Escuadra D. Felipe Jado Cajigal, el mariscal de campo D. Rafael Martinengo, el brigadier de la Armada D. Francisco Riquelme y el mariscal de campo, marqués de Portago. Había además un Cuerpo de vanguardia mandado por el brigadier D. Gabriel de Mendizábal, y una reserva a cargo de D. Nicolás Mahy)., y el 10 de septiembre se establecía en Reinosa, desde donde se trasladó el 17 a Villarcayo, después de arriesgar un movimiento por la derecha del Ebro, sobre Burgos, que se apresuró a evacuar Bessières, dejando sólo una corta guarnición en el castillo, al paso que la Cuarta división española del marqués de Portago se posesionaba el 20 de Bilbao (El 26 la abandonó a la aproximación del mariscal Ney, retirándose a Valmaseda, donde fue reforzado por la Tercera división, y volvió a ocuparla el 11 de octubre) amenazando la derecha de los franceses que, en número de 50.000 infantes y 11.000 caballos, ocupaban las provincias Vascongadas y Navarra, con el cuartel general de José en Vitoria; e incorporado al ejército de la Izquierda el de Asturias, compuesto de 7.000 hombres, todos de infantería, mandados por D. Vicente M. de Acevedo, fue avanzando hasta situarse el 25 de octubre entre Zornoza y Durango. Mas el enemigo estaba recibiendo desde mediados de octubre refuerzos considerables, y comprendiendo la necesidad de contener el resuelto movimiento ofensivo de Blake, se presentó en Durango el viejo mariscal Lefebvre, duque de Dantzig, con las divisiones Sebastiani, Leval y Villate (21.000 hombres), resuelto a atacar a los nuestros si perseveraban en mantenerse en posición tan avanzada.

Habiendo Blake determinado hacer frente a los franceses con igual número aproximadamente de españoles, los estableció en dos líneas, entre los altos de Bernagoitia, sobre la izquierda del Ibaizabal, y las descendencias de Muniqueta en el lado opuesto, con la reserva en Zornoza; además, dos divisiones, la de Asturias y la 2ª de Galicia, ambas bajo las órdenes de Acevedo, se situaron en el valle de Arratia para observar el camino de Vitoria, cubriendo la derecha, para en caso necesario caer desde Villaro y Dima a espaldas de las tropas de Lefebvre. Este atacó en las primeras horas de la mañana del 31, lanzando sobre la derecha española la división Villatte, que avanzó cubierta por una densa niebla, arrollando al batallón Voluntarios de Cataluña, el único de la División del Norte, ya desembarcada que se había incorporado al ejército de la Izquierda, y que después de obstinada resistencia se retiró a Bernagoitia buscando el apoyo de las fuerzas situadas en el alto de la Nevera, más a retaguardia. Por el centro y flanco opuesto cargaron las divisiones Sebastiani y Leval, cediéndoles también el campo los nuestros para retirarse al monte de San Martín, debido a que como la segunda línea se encontraba bastante separada de la primera, no pudo apoyarla convenientemente, y además se batían los españoles sin artillería, pues la poca con que se contaba al principio la mandó Blake camino de Bilbao, no pensando quizás sostener una acción empeñada, aunque esto no justifica dicha imprudencia. Hubo también que abandonar por lo tanto los montes de San Miguel y San Martín y por fin la posición de Arrinda, retirándose ordenadamente a las faldas de Santa Cruz de Vizcargui, donde permaneció algunas horas sin ser molestado, y luego por Lezama a las alturas inmediatas a Bilbao en cuanto hubo anochecido, para continuar en la mañana del 1º de noviembre a Valmaseda, seguido de lejos por los franceses hasta Güeñes. Las bajas experimentadas por unos y otros no fueron de consideración (ver 5 de noviembre).

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31-10-1813. CAPITULACIÓN DE PAMPLONA

Pocos días después de la batalla de Vitoria (ver 21 de junio), se presentó la división británica del general Picton frente a Pamplona, cubriendo el camino de Roncesvalles, que había tomado el ejército aliado en persecución del rey José. El gobernador franceçés, general Cassan, al tener noticia de dicha derrota, se dispuso a la defensa en la posibilidad de que fuese embestida la plaza, e hizo abandonar y desmantelar los fuertes del Príncipe y del Infante, pues no disponiendo mas que de 3.500 hombres de todas armas, no podía distraer de ellos fuerza alguna para la conservación y defensa de dichas obras, que eran de tierra y bastante defectuosas. La principal fortaleza de la plaza consistía en la ciudadela, empezada a construir durante el reinado de Felipe II y ocupada tan arteramente por los franceses al invadir la Península como aliados y amigos de España (ver el 16 de febrero).

Resuelto desde un principio someter por bloqueo la plaza, empezaron a levantar los británicos algunas baterías y reductos sobre las alturas de Mendillorí, Mutiloa, Cordovilla, Baranain y Santa Lucía. A mediados de julio fue relevada la división Picton por la de D. Carlos O'Donell, que acababa de llegar de Andalucía, y a primeros de agosto fue reforzada con tropas procedentes de Galicia, tomando el mando D. Carlos de España, después de la infructuosa tentativa del mariscal Soult para hacer levantar el bloqueo, cuyo intento dio lugar a la batalla de Sorauren (ver el 25 de julio).

Esquema de la batalla (36.900 bytes)

A pesar de haber perdido las esperanzas de ser libertados, los defensores peleaban desesperadamente en las frecuentes salidas que llevaban a cabo, sobre todo en el combate del 9 de septiembre en el que fue gravemente herido D. Carlos de España, y quedó prisionero, con otro oficial y algunos soldados, el capitán de Dragones de Villaviciosa D. José Quesada, habiendo experimentado el enemigo un centenar de bajas. Otras tentativa realizada el 10 de octubre le costó similares pérdidas, convenciéndose el gobernador de que le sería muy difícil forzar las líneas del bloqueo para abrirse paso con la guarnición, como pensaba, después de volar las fortificaciones de la plaza. El general español, que tuvo noticia de tal proyecto, trató de impedirlo, amenazando con pasar a cuchillo a todos los jefes y oficiales y diezmar la tropa, cuya salvación era imposible de todo punto, guardados como estaban los pasos del Pirineo por la división del general Espoz y Mina. El general Cassan contestó aún con la mayor altanería perseverando en su propósito; mas apretando el hambre, y teniendo muchos enfermos, entró en tratos el 24 con la pretensión de retirarse libremente a Francia, cuando precisamente había orden de lord Wellington de que la guarnición debía quedar prisionera y ser conducida a Inglaterra; rompiéronse por lo tanto las negociaciones, hasta este día 31 en que apremiando las circunstancias, accedió a capitular el gobernador. El 1º de noviembre tomarían los españoles posesión de la plaza, donde se encontraron 800 heridos y más de 1.000 enfermos en los hospitales; además la guarnición francesa había tenido durante el bloqueo 510 muertos.

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